Por MOHAMMED DARAGHMEH y JOSEPH KRAUSS
RAMALA, Cisjordania
Agencia AP
Uno de los hombres fue hospitalizado con un fallo renal y once costillas rotas. La esposa de otro apenas le reconoció cuando le llevaron en silla de ruedas a la sala del tribunal. Un tercero necesitó puntos tras ser atacado por un perro de seguridad.
Después los tres palestinos fueron devueltos a sus interrogadores israelíes. Habían sido detenidos en una amplia operación después de que una bomba caminera matara el pasado agosto a una joven israelí de 17 años e hiriera a su padre y su hermano cuando hacían senderismo en la ocupada Cisjordania.
El ataque despertó el temor a una sofisticada célula de milicianos que podría volver a atacar, y los interrogadores israelíes parecen haberlo visto como una contrarreloj.
Abogados y familiares de los tres principales sospechosos afirman que fueron torturados hasta ser hospitalizados. Otros palestinos detenidos por la agencia israelí de seguridad interna Shin Bet dijeron haber sido amenazados, golpeados, obligados a permanecer en dolorosas posturas de estrés y privados de sueño.
Las acusaciones contra Israel son las más graves conocidas en años, y grupos de derechos dicen que reflejan una relajación de los límites desde la decisión histórica del Tribunal Supremo israelí que ilegalizó la mayoría de formas de tortura en 1999.
La ley permite a los interrogadores defender el uso de la fuerza cuando se teme un ataque inminente. Los grupos de derechos afirman que los interrogadores suelen aprovechar ese agujero legal sabiendo que afrontarán pocas o ninguna consecuencia.
Desde 2001 se han presentado más de 1.200 reclamaciones contra el Shin Bet, según el Comité Público Contra la Tortura en Israel, sin que ni un solo caso haya llegado a juicio. Solo se inició una investigación penal por un caso de supuesta violación en 2017, una pesquisa que sigue abierta.
Las acusaciones llegan en un momento sensible, después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentara una iniciativa para Oriente Medio muy favorable a Israel. Los palestinos han rechazado el plan y en los últimos días se han producido choques esporádicos en Cisjordania.
La Autoridad Palestina, que cuenta con respaldo occidental y también ha sido acusada de torturar prisioneros, ha respondido al plan amenazando con poner fin a su antigua coordinación en seguridad con Israel. Las acusaciones de tortura podrían aumentar la presión para que cumpla su amenaza.
El Shin Bet lanzó una enorme operación de búsqueda tras el ataque del 23 de agosto que mató a Rina Shnerb, de 17 años. Esa clase de ataque con bomba ha sido poco habitual en los últimos años.
Las autoridades culparon del ataque al Frente Popular de Liberación de Palestina, un partido político de izquierdas que tiene una rama armada. En las siguientes semanas, las fuerzas de seguridad detuvieron a decenas de miembros del grupo, tanto supuestos combatientes como políticos y líderes estudiantiles.
El Shin Bet identificó a Samer Arbeed, de 44 años, como el que fabricó la bomba. Acusó a Qassem Barghouti, de 22 años, de participar en ese y otros ataques, y afirmó que Walid Hanatsheh, de 51 años, era un importante comandante de la rama armada del grupo.
El Shin Bet dijo que los interrogatorios habían ayudado a frustrar ataques planeados para un «futuro cercano» y permitieron que las autoridades confiscaran armas.
La agencia declinó responder a las acusaciones concretas de tortura, indicando solo que «los interrogatorios se hacen de acuerdo a la ley y van dirigidos a defender al Estado de Israel y sus ciudadanos de ataques terroristas».
En septiembre, días después de su arresto, Arbeed fue trasladado al hospital en estado crítico.
Los interrogadores le golpearon durante 36 horas, le provocaron un fallo renal y le rompieron 11 costillas, señaló Sahar Francis, responsable del grupo palestino de derechos Addameer y abogada de los sospechosos. Arbeed fue dado de alta en el hospital después de tres semanas y devuelto a custodia del Shin Bet.
La agencia de seguridad dijo entonces que el detenido «no se sintió bien» durante el interrogatorio y fue trasladado al hospital, sin entrar en detalles. Medios israelíes dijeron que el Ministerio de Justicia estaba investigando. El Ministerio no respondió a peticiones de comentarios.
Barghouti y Hanatsheh también sufrieron duras golpizas, dijo Francis.
La esposa de Hanatsheh, Bayan, dijo que apenas pudo reconocerle cuando le vio 60 días después de su detención.
«Le llevaron al tribunal en una silla de ruedas», dijo. «Parecía muy mayor, tenía la barba arrancada en varios puntos y tenía los ojos hundidos. No era él mismo».
Francis compartió imágenes de Hanatsheh que según dijo se tomaron a los 10 días de que comenzara su interrogatorio. Parecían mostrar grandes magulladuras rojas en sus piernas, pies y hombros.
Un perro de seguridad mordió a Baghouti en los genitales cuando las autoridades registraron su casa cerca de la ciudad cisjordana de Ramala, indicó Francis.
«Cuando le llevaron de vuelta del hospital para el interrogatorio, los interrogadores le golpearon en sus heridas», dijo.
Rachel Stroumsa, directora ejecutiva del Comité Público Contra la Tortura en Israel, dijo que las acusaciones eran «muy creíbles» y encajaban con otros testimonios reunidos por su grupo.
Otros sospechosos sufrieron formas más leves de abusos que la comunidad de derechos humanos considera tortura, señaló Addameer. Unos 50 palestinos sufrieron alguna forma de tortura tras el ataque.
George Abu Ghazaleh, de 29 años, fue detenido en su casa el 11 de noviembre, de donde se lo llevaron en pijama y zapatillas de casa. Dijo haber pasado semanas aislado en una celda inmunda, además de recibir gritos y golpes.
Le retenían durante horas con los brazos y piernas esposados a una silla en la llamada posición shabach, señaló, una práctica ilegalizada por el Tribunal Supremo.
Fue liberado sin cargos tras 40 días.
«Esta clase de experiencia nunca te abandona», dijo, señalando que le costaba concentrarse la mayor parte del tiempo y se despertaba por la noche al oír el menor ruido fuera de su ventana.
La Autoridad Palestina, que gobierna partes de Cisjordania, y el grupo armado islamista Hamas, que gobierna Gaza, también han sido acusados de torturar a presos políticos. Los grupos de derechos señalan que la tortura es endémica en otros países de la región, como Siria y Egipto.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, felicitó en diciembre al Shin Bet, el Ejército y la policía por detener a los «despreciables terroristas que asesinaron a Rina Shnerb».
«El largo brazo de Israel llega a todos los que amenazan nuestras vidas, y seguirá haciéndolo», dijo.