Por JOHN LEICESTER
DOVER, Inglaterra
Agencia (AP)
Uno empezó a cavar desde Francia, el otro desde Gran Bretaña. No les dieron descanso a sus martillos neumáticos hasta que hicieron a un lado los últimos pedazos de roca que los separaban.
Graham Fagg, de Dover, Inglaterra, y Philippe Cozette, de Calais, Francia, se dieron un fuerte apretón de manos. Y posaron para fotos con las banderas de sus países, transmitiendo al mundo un mensaje de amistad. Franceses y británicos, vecinos separados por el mar y por una larga historia de guerras y rivalidades, pero también de alianzas y admiración, estaban ahora unidos permanentemente, más cerca que nunca.
Qué desgarradoras y educativas son esas imágenes ahora, en que Brexit aleja a Gran Bretaña y Francia.
En ese histórico día, el 1ro de diciembre de 1990, con sus cascos debajo del Canal de la Mancha y de toneladas de rocas, nadie se imaginó que esa imagen de unidad que representaba el Eurotúnel se vendría abajo 30 años después.
«Fue un momento fabuloso», dijo Cozette, en el que pasaron a ser símbolo de cooperación y de la inexorable marcha de la tecnología y la voluntad humanas. «Recuerdo que lloramos».
«Se hizo historia», acota Fagg. «Qué rápido que pasa el tiempo, ¿verdad?».
En vista de que son importantes protagonistas de la historia anglo-francesa y porque la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea representa otro momento histórico, la Associated Press reunió a Cozette y Fagg esta semana.
Su historia no cansa nunca. Y estos dos hombres pueden dar algunas pistas acerca del rumbo que pueden tomar ahora Francia y Gran Bretaña.
En la cálida sala de la casa de Fagg en Dover, esta vez no bajo tierra, los dos se rieron al ver fotos de archivos en las que se los ve excavando febrilmente poco antes de su célebre encuentro de hace casi 30 años, cuando unieron los dos tramos del túnel.
Cozette, quien hoy tiene 66 años, recuerda que pronunció mal el nombre de pila de Fagg, diciéndole «bienvenido a Francia, Bob» poco antes de estrechar su mano.
Después, en los festejos en el Castillo de Dover, «cantamos ‘La marsellesa’ y ‘God Save the Queen'», relató.
«Franceses e ingleses juntos. Fue hermoso, maravilloso».
Fagg, hoy de 71 años, recordó el champagne, el vino y los bocaditos que sirvieron del lado francés, en contraste con lo que sirvieron en Gran Bretaña: «Te, café, agua y sándwiches».
Los británicos no podían fumar de su lado del túnel, por lo que se pasaron al otro para encender un cigarrillo.
Cozette y Fagg, quienes no se veían desde hacía cinco años, dicen que empieza un nuevo capítulo en la relación entre los dos países, pero que Brexit no es el fin de esa relación.
En parte, por el túnel que ayudaron a construir.
«Los británicos tomaron una decisión y hay que respetarla», declaró Cozette. «Pero los lazos creados a lo largo de siglos entre las dos naciones, y en particular nuestras dos regiones, por su proximidad y también por el túnel, son muy importantes para mí».
«Nos acostumbraremos», agregó. «Las cosas volverán a ser como antes, antes de que Gran Bretaña fuese parte de Europa».
En 1975, igual que la mayoría de los británicos, Fagg votó a favor de la incorporación de Gran Bretaña a la Comunidad Europea, precursora de la UE.
Pero en el 2016, fue parte de la leve mayoría que pidió salirse de la UE en otro referendo.
Dice que la UE es demasiado grande y controladora, «un coloso, un coloso muy caro».
Fagg no cree que el divorcio tenga un impacto muy grande en la vida diaria de los británicos.
«Antes de unirnos (a la UE) la gente iba a Francia», manifestó. «Eso no creo que vaya a cambiar».
Tres décadas después de su primer apretón de manos, empieza otro capítulo en la historia de Cozette y Fagg.
Fagg aprovechó la reunión para tomar por sorpresa a su amigo.
El británico se sintió avergonzado en el primer encuentro entre ambos, cuando Cozette le regaló un pedazo de piedra caliza sacada del lado francés del túnel.
«Le pegué un moño rojo, blanco y azul, los colores de Inglaterra y Francia», rememoró Cozette.
Fagg no tenía ningún regalo preparado. Se había enterado la noche previa de que había sido seleccionado para representar a su país en el esperado momento en que los dos túneles se topaban.
«Les dije, ‘¿están bromeando, verdad?'», expresó. «Tengo planes para mañana», agregó en tono de broma.
«Vas a tener que cambiarlos», le dijo su jefe.
Cuando Cozette le dio la piedra, Fagg le entregó lo único que tenía a mano, la placa metálica que llevaban todos los trabajadores para poder ser identificados en caso de un accidente.
«Todavía la tengo en casa», dijo Cozette.
Esta vez, el que fue sorprendido con las manos vacías fue el francés.
Fagg le entregó una piedra con cristales incrustados, que guardaba desde que trabajó en otro túnel debajo del Canal de la Mancha en 1974, un proyecto que luego fue abandonado.
Fagg no pudo ocultar su satisfacción al ver que Cozette sufría porque no tenía nada.
«¡Esperé por este momento por años!», se burló.