CIUDAD HIDALGO, México (AP) — Cientos de centroamericanos cruzaron el lunes el río Suchiate de Guatemala a México, en una nueva prueba para la estrategia migratoria del presidente Donald Trump para mantener a los migrantes alejados de la frontera estadounidense.
Algunos se enfrentaron con elementos de la Guardia Nacional en la ribera, mientras que otros lograron atravesar y caminar por una carretera rural en pequeños grupos. Las autoridades inmigratorias detuvieron a más ahí y persiguieron a otros.
Sin embargo, la mayoría se mantuvo en la ribera o en medio de las aguas lodosas intentando decidir qué hacer después, luego de que se les impidió cruzar en masa por el puente fronterizo que lleva a Ciudad Hidalgo.
“El presidente de México nos dijo que nos iba a dar trabajo, una oportunidad, y mire”, dijo Esther Madrid, una comerciante hondureña que dejó a sus seis hijos en Honduras. Sentada sobre una roca entre decenas de migrantes que no sabían qué hacer ahora, pronunció sólo una palabra cuando le preguntaron si consideraría regresar a San Pedro Sula: “Jamás”.
La estrategia de México, desarrollada después de la caravana migrante de finales de 2018, de fragmentar a la multitud en grupos cada vez más pequeños parecía funcionar. Durante el fin de semana, las autoridades convencieron a unas 1.000 personas a entrar legalmente por el puente fronterizo.
El lunes, los migrantes fueron detenidos en el río y en la carretera. Quienes continuaron, enfrentarán el desafío de los puestos de revisión en carreteras en su camino al norte.
Después de los cruces por el río del lunes, el Instituto Nacional de Migración de México emitió un comunicado en el que dijo que detendría a cualquier migrante sin estatus legal, los llevaría a centros de detención y deportaría a quienes no legalizaron su estatus.
Como era de temerse, los niños fueron quienes más sufrieron en los enfrentamientos. En la ribera mexicana, una joven de 14 años fue cargada inconsciente para recibir atención médica. Un guardia dijo que había comenzado a convulsionarse durante el altercado.
Más adelante en la carretera, una madre sollozaba cuando cayó en la cuenta de que su hija menor se separó cuando migrantes intentaron escapar de las autoridades. Sauri Marubeny Ortega caminaba con sus cuatro hijas, de entre 5 y 16 años. Otro migrante que la había ayudado a cargar a la niña de 5 años, corrió en otra dirección cuando los migrantes se dispersaron y no había logrado localizarlos.
“Cuando empezaron a llegar los carros de los federales, él salió corriendo”, dijo. Pero cuando ella vio a un agente atrapar a otra de sus hijas, no supo a quién ayudar y perdió de vista de la más pequeña.
“Sólo le suplico a la persona que la tiene que la deje en un lugar seguro y que se comunique con la policía”, gritaba la madre cuando miembros del organismo de asistencia migrante Grupo Beta la subían a ella y a tres de sus hijas a una ambulancia. “No quiero salir de aquí sin mi hija”.
Los migrantes comenzaron el día en el puente que conecta a Guatemala con México, en donde leyeron en voz alta una carta que pedía al presidente Andrés Manuel López Obrador permiso para atravesar México rumbo a la frontera de Estados Unidos.
Las autoridades respondieron que no se permitiría el libre tránsito. Exhortaron a los migrantes a entrar legalmente, registrarse en el puente, y solicitar protección y permisos de trabajo si querían quedarse en México. Muchos migrantes desconfiaron de la oferta.
Eso hizo que los migrantes cruzaran el Suchiate y enfrentaron a los guardias.
Del lado mexicano, los migrantes corrieron de lado a lado en la orilla del río, buscando un hueco entre las filas de los elementos de la Guardia Nacional que fueron enviados al lugar para contenerlos.
Los guardias nacionales también se movilizaron, intentando dirigirse hacia los grupos y deteniendo a personas en donde podían. Hubo empujones y algunos golpes. Los escudos de plástico de algunos guardias fueron impactados por rocas arrojadas por los migrantes y ellos ocasionalmente lanzaban una piedra de regreso. Otros tomaban posición con largos bastones. Otros más llevaban fusiles semiautomáticos.
Muchos de los migrantes retrocedieron hacia la ribera; otros pocos regresaron a Guatemala.
“Tienen dos opciones: o regresa a territorio de Guatemala o se viene con nosotros”, dijeron agentes mexicanos de inmigración a los migrantes que habían cruzado el río. Les aseguraron que regularizarían el estatus de quienes fueran con ellos, pero pocos migrantes les creyeron.
La policía antimotines con escudos también apareció del lado guatemalteco, por lo que surgió la duda de cuáles opciones seguían teniendo los migrantes.
Aunque el gobierno de México dice que los migrantes son libres de entrar _y de solicitar trabajos si quieren quedarse y trabajar_, en la práctica ha restringido la movilidad de los migrantes a los estados sureños mientras sus casos se procesan en una lenta burocracia. Quienes no solicitan asilo o algún estatus de protección, probablemente serán detenidos y deportados.
Trump ha obligado a las personas que solicitan asilo en Estados Unidos a esperar en México, o solicitarlo en países centroamericanos, eliminando de facto una de las válvulas de escape de las caravanas previas. Bajo las amenazas de sanciones comerciales o de otro tipo del gobierno de Trump, México frenó la práctica de permitir que los migrantes cruzaran su territorio sin impedimentos.
El gobierno de Guatemala emitió nuevos datos el lunes que mostraban que 4.000 migrantes entraron en el país la semana pasada a través de los dos principales cruces utilizados por los migrantes, y durante el fin de semana casi 1.700 migrantes entraron en México por dos cruces. Agregó que 400 fueron deportados por Guatemala.
Después de que dos caravanas llegaran exitosamente a la frontera estadounidense en 2018 y principios de 2019, México comenzó a tomar medidas severas y, para abril de 2019, desmanteló el último intento de una caravana, rodeando a los migrantes mientras caminaban por la autopista.
Al acercarse la caravana de esta semana, México envió elementos para vigilar la frontera sur y monitoreó el área con drones. Los migrantes a veces viajan en caravanas porque les ofrece seguridad, y es una oportunidad para los migrantes que son demasiado pobres para pagar a traficantes.
Entre el caos del cruce algunos encontraron una cálida recepción.
“Nos metimos en una casa y la señora muy amable nos dijo que nos quedáramos ahí, que ellos (las autoridades) no tenían derecho a entrar y nos dio comida”, dijo Bryan Fernández de Honduras.
“Sí está feo, no sabemos qué rumbo tomar”
Bryan Fernández de Honduras.