El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva habla durante el 7mo Congreso del Partido de los Trabajadores, en Sao Paulo, Brasil. FOTO LA HORA: AP/NELSON ANTOINE

SAO PAULO
AP

Mientras el partido de izquierda más grande de Brasil se reúne para planear el futuro, una figura que ha dominado su pasado sobresale incluso más.

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva es la indiscutible estrella de la convención del partido que comenzó ayer en Sao Paulo y muchos todavía creen que otra vez podría ser el abanderado del partido en 2022, cuando sea un sobreviviente de cáncer de 77 años que actualmente tiene prohibido postularse a puestos públicos debido a una condena por corrupción.

Lula, quien gobernó Brasil entre 2003 y 2010, fue excarcelado recientemente tras pasar 19 meses en una celda. Podría regresar a la cárcel si pierde sus últimas apelaciones en el Supremo Tribunal Federal, pero no hay una fecha para la emisión de un veredicto.

“Hoy me siento mucho más fuerte que el día en que me entregué a la policía federal”, dijo un estridente Lula anoche. “Estoy más dispuesto a pelear por este país que en cualquier otro momento. Me verán viajando por este país, no sólo haciéndole imposible la vida (al gobierno actual), sino también defendiendo al pueblo brasileño que no se merece experimentar lo que está experimentando”.

Los miles de partidarios suyos que acudieron a la Casa de Portugal en Sao Paulo en una noche lluviosa están convencidos de que la condena al expresidente fue injusta, y que lo mismo ocurrirá con cualquier otra emitida por otros cargos.

La mayoría de los analistas lo consideran más una persona influyente y estratega para un partido en el que jugó un papel fundamental para su transformación. Uno de ellos es Jacques Wagner, exjefe de despacho y senador.

“No esperen que él adopte una política intolerante. No es radical”, le dijo Wagner a The Associated Press. Cree que Lula debería abrirle paso a una nueva generación de políticos del noreste de Brasil para que estén en el escenario principal en los próximos comicios presidenciales.

Pero Raúl Pont, miembro del Partido de los Trabajadores y exalcalde de Porto Alegre, cree que es “muy pronto” para descartar a Lula de la candidatura presidencial.

“Lo que va a empezar a hacer ahora es organizar un movimiento progresista, uno que vaya más allá de nuestro partido. Entonces veremos, en caso de que reúna los requisitos”, señaló.

El exlíder sindical tomó un partido que muchos políticos consideraban una facción radical y lo llevó al poder en 2003, logrando la adulación de millones de personas por gobernar durante más de una década de prosperidad y reducir la pobreza con políticas que fueron mucho más proempresariales de lo que muchos rivales temían.

Esa trayectoria se vio cada más envuelta en escándalos de corrupción que finalmente atraparon al mismo Lula y, la tasa de popularidad de 80% que tenía al concluir su mandato en 2010 cayó a aproximadamente 40% en la actualidad, aunque aun así es mejor que la del presidente Jair Bolsonaro.

Sin embargo, muchos en la izquierda todavía lo consideran como el único político hoy en día que puede organizar a la oposición contra la extrema derecha de Bolsonaro, quien el año pasado rompió la racha de victorias del Partido de los Trabajadores en cuatro elecciones consecutivas.

Lula parece estar de acuerdo.

“Soy el mayor factor de polarización de este país. Lo que quiero es generar polarización. No saben lo que es enfrentar a un hombre apasionado de 74 años”, advirtió.

La izquierda salió debilitada de la última elección, y Bolsonaro, un excapitán del ejército que de forma muy similar al presidente de Estados Unidos Donald Trump se ha distanciado de las formas convencionales de gobernar, ha desestabilizado todavía más a la oposición, según algunos analistas.

Otros argumentan que la oposición ha sido más discreta de lo esperado porque el gobierno de Bolsonaro con frecuencia demuestra ser su propio enemigo.

El Partido de los Trabajadores sigue siendo el principal partido en la cámara baja, con 54 escaños. Pero incluso con Lula como presidente, necesitaba aliarse con partidos más pequeños para gobernar, partidos que con el tiempo demostraron ser aliados poco fiables.

La sucesora de Lula, Dilma Rousseff, fue destituida tras un juicio político en 2016 cuando miembros de la coalición le dieron la espalda. Y el candidato del PT en las últimas elecciones, Fernando Haddad, perdió con menos de 45% de los votos.

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