El periodista Yamal Jashogi fue asesinado en el interior del consulado saudí en la ciudad turca de Estambul. FOTO LA HORA/AP

MADRID/Europa Press

El 2 de octubre de 2018, el periodista Yamal Jashogi fue asesinado en el interior del consulado saudí en la ciudad turca de Estambul, un crimen que un año más tarde sigue sin haber derivado en condenas. Tampoco se han hallado aún los restos del periodista, criticó el príncipe heredero saudí, Mohamad bin Salmán.

El periodista, que colaboraba como columnista para The Washington Post, acudió al edificio para solicitar unos papeles de divorcio para poder casarse con su entonces pareja sentimental, Hatice Cengiz, quien se quedó esperando fuera de las instalaciones. Fue la que dio la voz de alarma cuando el consulado cerró sus puertas sin que Jashogi hubiera salido.

Cengiz se puso entonces en contacto con Yasin Aktay, amigo de Jashogi y una persona con contactos con las altas esferas turcas, que alertó de la situación a la Presidencia. Tras ello se inició un cruce de declaraciones entre Ankara y Riad, que dieron versiones diferentes de la situación.

Así, las autoridades saudíes sostuvieron en un primer momento que Jashogi había salido del edificio, mientras que días después apuntaron a una pelea que se saldó con la muerte del periodista cuando intentaban persuadirle para que regresara al país, si bien posteriormente Riad reconoció de una operación llevada a cabo por agentes saudíes pero fuera del control del Gobierno.

A raíz de ello, las autoridades turcas abrieron una investigación que, a fecha de hoy, no ha permitido localizar los restos del periodista, mientras que Arabia Saudí ha imputado a más de una decena de personas, sin que por ahora se hayan anunciado condenas.

La situación empezó a volverse insostenible cuando Ankara empezó a filtrar información obtenida por sus servicios de Inteligencia y que apuntaba a una operación bien coordinada y que habría recibido instrucciones desde los altos niveles del Ejecutivo saudí, con algunas voces apuntando a Bin Salmán, cuya imagen internacional de líder aperturista quedó golpeada.

De hecho, desde Estados Unidos –uno de los principales aliados de Riad– se alzaron críticas contra la monarquía saudí por lo sucedido, si bien el presidente, Donald Trump, fue rebajando el tono, sin que los lazos hayan quedado lastrados de forma significativa.

Sin embargo, la presión sobre Bin Salmán no se ha disipado y la relatora especial de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales, Agnes Callamard, indicó en junio tras su investigación que las pruebas sugieren que el príncipe heredero y otros altos cargos saudíes son responsables del asesinato.

El propio Bin Salmán ha reconocido en los últimos días su «responsabilidad» en el asesinato porque el crimen sucedió bajo su «supervisión», si bien ha negado haber dado la orden.

De hecho, Salá Jashogi, hijo del periodista, ha acusado en la víspera del aniversario del asesinato de su padre a los «enemigos» de Riad de «explotar» el caso para cargar contra las autoridades del país árabe.

«Ha pasado un año desde el fallecimiento de mi padre, un periodo durante el que adversarios y enemigos de la patria han explotado la causa de mi padre para socavar a mi país y mis líderes», dijo, en un mensaje publicado en su cuenta en Twitter.

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