POR JOSHUA GOODMAN /AP
BOGOTÁ, COLOMBIA
Los representantes del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y el aspirante a sucederle, el líder opositor Juan Guaidó, llevan semanas de tira y afloja en Barbados intentando encontrar una salida a la prolongada crisis política del país.
Las reuniones han sido lentas y envueltas en misterio, ya que ningún bando ha revelado detalles. Pero ahora, los partidarios de Maduro acusan a Estados Unidos de intentar dinamitar el frágil proceso.
El supuesto detonante, afirman, son las amplias sanciones que congelan todos los activos del gobierno de Maduro en Estados Unidos e incluso amenazan con castigar a empresas de terceros países que sigan haciendo negocios con su gobierno socialista.
“Están dinamitando el proceso de diálogo”, dijo el ministro de Exteriores, Jorge Arreaza, en una rueda de prensa para condenar las declaraciones del asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos John Bolton defendiendo la congelación de activos. “Pero nadie, ni 1 mil Trump, 500 Bolton lograrán que nos levantemos de la mesa”.
Tras su labor como facilitadora del proceso de paz en Colombia, Noruega logró el pasado mayo superar la enorme desconfianza derivada de otros intentos fallidos de diálogo y reunir a los dos bandos en Oslo. Las conversaciones se han desplazado después a la isla caribeña de Barbados, donde la semana pasada terminó la quinta ronda de negociaciones.
Ningún bando ha revelado gran cosa sobre el tema de las conversaciones, aunque en los círculos políticos y diplomáticos se especula con que los enviados de Maduro se han mostrado dispuestos a convocar elecciones presidenciales anticipadas bajo una nueva junta electoral y con observadores internacionales. Washington ha insistido en que Maduro debe renunciar antes al cargo para que cualquier votación se considere creíble.
Tres personas de diferentes bandos que participan en las conversaciones han descrito el ambiente de las reuniones como serio y cordial, con cada delegación cenando y viajando a y desde Caracas por separado. Las tres insistieron en que se han hecho progresos, aunque el espinoso asunto de las elecciones se ha dejado para el final y aún queda distancia para cerrar un acuerdo general basado en seis puntos.
Las tres personas hablaron con Associated Press bajo condición de anonimato porque no estaban autorizadas a comentar detalles sobre las negociaciones.
Estas descripciones de personas implicadas contrastan con las afirmaciones de Bolton y otros miembros del gobierno de Trump, que han acusado a Maduro de utilizar el diálogo para ganar tiempo.
“No caeremos en estos trucos viejos de un dictador cansado”, dijo Bolton ayer en una reunión en Perú de más de 50 gobiernos alineados en contra de Maduro. “No hay más tiempo que perder. Es el momento de actuar”.
En cualquier caso, nadie en el gobierno de Trump ha desautorizado las negociaciones y algunos analistas creen que la figura de “poli malo” de Bolton y sus amenazas de más medidas punitivas podrían incluso dar impulso a las conversaciones.
David Smilde, profesor de sociología de la Universidad de Tulane y que lleva 25 años estudiando a Venezuela, señaló que Estados Unidos ya empleó tácticas agresivas similares que no impidieron finales negociados a guerras en Centroamérica en la década de 1980. Después, con la Guerra Fría aún en marcha, Washington financió a los rebeldes de la contra en Nicaragua en desafío directo a un plan regional de paz, lo que hizo que la solución negociada ganara apoyo internacional.
“Irónicamente, las acciones ofensivas y burdas de Bolton para sabotear las conversaciones podrían terminar favoreciendo las negociaciones”, señaló Smilde.
Al igual que Maduro, Guaidó, que lidera la asamblea controlada por la oposición, no ha mostrado intención de abandonar el diálogo pese a la presión de los halcones en su coalición, que le acusan de ignorar las supuestas torturas a disidentes a manos del gobierno.
“Estamos haciendo todo lo posible para continuar el mecanismo de Noruega”, dijo Guaidó el martes cuando le preguntaron si las conversaciones continuarían.
Pero si bien ningún bando quiere cargar con la culpa de una ruptura, sigue habiendo obstáculos para alcanzar un acuerdo.