Por MARCELO SILVA DE SOUSA
RIO DE JANEIRO
Agencia (AP)

En apenas dos meses, el famoso exjuez del Lava Jato, Sergio Moro, pasó de ser el ministro estrella del presidente Jair Bolsonaro a una figura desdibujada, con su presunta independencia para actuar dentro de la cartera de Justicia y Seguridad Pública de Brasil seriamente amenazada.

Cuando en noviembre pasado Bolsonaro lo confirmó en el cargo, el mandatario ultraderechista había prometido darle “carta blanca” para desempeñarse en el gobierno. Sin embargo, Moro, quien construyó su popularidad tras haber condenado al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva por corrupción en 2017, quedó opacado luego de una serie de episodios en las últimas semanas que lo mostraron rendido ante Bolsonaro.

El último hecho fue la revocación ayer del nombramiento de Ilona Szabó, una especialista en política criminal que iba a actuar como asesora suplente en un órgano consultivo gubernamental.

Szabó, directora del Instituto Igarapé, una ONG que se especializa en la elaboración de políticas de seguridad, había sido nombrada este miércoles para ocupar un cargo voluntario, sin funciones dentro del gobierno, en el Consejo Nacional de Política Criminal y Penitenciaria.

Una vez que se hizo público el nombramiento, Moro comenzó a ser cuestionado en las redes sociales por seguidores del presidente ultraderechista debido a que Szabó tiene posicionamientos contrarios al gobierno en temas como la flexibilización en el acceso a armas y la política de drogas. La especialista, además, se había posicionado en contra de la candidatura de Bolsonaro en las últimas elecciones.

Luego de que creciera la polémica, Moro retrocedió y, bajo presión del presidente, retiró a Szabó un día después de haberla nombrado.
Por su parte, Szabó dijo que “la pluralidad” fue derrotada. “Lamento no poder asumir debido a la acción extrema de grupos minoritarios. El país debe superar la intolerancia”, opinó la especialista.

En 48 días de gobierno, Gustavo Bebbiano, un alto funcionario de Bolsonaro que se desempeñaba como Secretario General de la Presidencia, fue despedido por un escándalo de corrupción de candidatos falsos y desvío de fondos en el partido del presidente durante la campaña.

El círculo más íntimo de Bolsonaro también quedó golpeado por sospechas de corrupción. Fabricio Queiroz, un exasesor de Flavio Bolsonaro, hijo del presidente y actual senador, quedó en la mira de la justicia por la revelación de movimientos sospechosas de dinero en su cuenta, que entre 2016 y 2017 alcanzó más de 300 mil dólares. Ante estos hechos, Moro, visto por muchos como un garante de que la nueva gestión sería implacable ante la corrupción, guardó silencio.

Para Paulo Calmon, politólogo de la Universidad de Brasilia, la marcha atrás en el nombramiento de la especialista señala el fin de la figura del “juez Moro” dentro de la administración de Bolsonaro.

“El juez Moro no existe más, ahora es un político más. Le prometieron que tendría la misma autonomía que gozaba en la Corte y ha quedado claro no la tiene”, dijo Calmon. “Está aprendiendo a convivir con los escándalos y acuerdos espurios que caracterizan la política brasileña”.

Uno de los puntos más significativos en los que Moro debió ceder fue en el decreto de Bolsonaro que flexibiliza la posesión de armas. El ministro había propuesto limitar la cantidad de armas a dos y bloquear la renovación automática de las licencias para quienes poseen registros, sugerencias que fueron borradas del texto final.

El exjuez de Curitiba debió ceder también en la presentación de un paquete de medidas anticorrupción en el Congreso, considerado vital en su plan para combate del crimen y la corrupción. Moro quitó del proyecto la criminalización de la “caja 2” o financiamiento ilegal de campañas, para “facilitar la aprobación” general, ante las quejas de varios parlamentares.

“Moro está poniendo en juego toda la reputación que ganó con su trabajo en el Lava Jato”, opinó Sergio Praça, politólogo de la Fundación Getulio Vargas. “Creo que Moro sabía que en pro de avanzar con algunas legislaciones debería ignorar otras cosas. Era previsible que no iba a tener libertad total para lo que quisiera”.

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