«Aquí nos atienden muy bien. Somos un solo pueblo», afirma una mujer desde la casa de paso ‘La Divina Providencia’.
Cúcuta/Europa Press
Más de 20 mil venezolanos cruzan todos los días a Cúcuta, la primera ciudad colombiana tras la frontera, para comprar lo que no encuentran en su país, o les resulta muy caro, pero varios cientos recorren el largo camino solo para comer.
La casa de paso ‘La Divina Providencia’, situada a menos de 100 metros del Puente Internacional Simón Bolívar, reparte cada día más de 5 mil almuerzos a venezolanos.
La gran mayoría no son migrantes, advierte José Cañas, sacerdote de la diócesis de Cúcuta y uno de los administradores del lugar. «La mayoría son personas que vienen aquí sólo a comer y que después se vuelven a Venezuela. Algunos caminan hasta cinco horas», señala el religioso.
Son los efectos de una crisis económica en la que los precios se incrementaron un 1.699.000 por ciento, según datos de la Asamblea Nacional venezolana, de mayoría opositora. Aunque encuentren los alimentos en los mercados, muchos no pueden comprarlos, y se ven abocados a acudir a la caridad en el vecino país.
«AQUÍ NOS ATIENDEN MUY BIEN»
Una inmensa fila con miles de personas anuncia la entrada a ‘La Divina Providencia’. Quienes allí se congregan esperan a que llegue su turno para almorzar bajo los árboles cercanos a un campo de fútbol de tierra.
Varios voluntarios organizan las filas y otorgan números a los allí presentes para una correcta organización. Quienes esperan la comida están acostumbrados. Nadie se sale de tono. La mayoría ha realizado la misma espera en los días anteriores.
«Aquí nos atienden muy bien. Los colombianos se están solidarizando con nosotros. Somos un solo pueblo», dice Yorelis Camacho, una venezolana que cruza desde la cercana Ciudad de San Antonio para comer, y luego vuelve a su casa.
Asegura que Venezuela necesita ayuda humanitaria, y repite varias veces estar muy agradecida a los Gobiernos que apoyan a Juan Guaidó como presidente ‘encargado’ de Venezuela.
Dentro del comedor, decenas de voluntarios trabajan en cadena. El ritmo es frenético a la hora de la comida.
«Damos 5 mil comidas al día. A veces más. Hay, pues, miles de hermanos venezolanos que necesitan de nuestra ayuda todos los días. Si no hubiera crisis humanitaria ¿Por qué iban a venir aquí? Los hechos hablan», señala el padre Cañas, mientras lleva la batuta de la entrega de comida.
«Yo acabo de llegar de Venezuela. Mi marido vino primero, hace unos meses, y encontró trabajo. Iba y venía, pero ya nos hemos venido nosotras aquí también, porque allí no se puede estar», dice Yolimar Romero mientras alimenta a su hija de 3 años, que no para de tirarle del pelo.
«Allí ya no hay trabajo para mí, y además no hay medicinas para mi hija», asegura Romero.
«Pero no es fácil venir. Dejamos allí nuestras cosas, por humildes que fueran. La nevera es lo que más echo de menos, aquí no tengo. Y la cama. A veces dormimos en unos cartones en el suelo. Vivimos en una casa con ocho personas más», añade la mujer que, como cientos de venezolanos, duermen en situaciones de hacinamiento en casas o pisos de Cúcuta.
Los alimentos que se entregan en ‘La Divina Providencia’ están financiados por comerciantes locales, Naciones Unidas, y la agencia de cooperación de EE. UU. (USAID).
La participación de organismos internacionales ha permitido al padre Cañas aumentar los almuerzos otorgados al día. En un inicio, sólo contaba con parte de los fondos de la diócesis y las aportaciones de los comerciantes locales de Cúcuta, que desde que comenzó la crisis migratoria han realizado constantes donativos para atender a los venezolanos.
La cantidad de personas que han acudido a recibir alimentos ha aumentado en los últimos meses, mientras se profundiza la crisis económica. El PIB venezolano ha caído más de un 44,3 por ciento desde 2013, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).