Por MARK STEVENSON
TLAHUELILPAN, México
Agencia (AP)
Expertos forenses intentaban separar y contar las pilas de cadáveres quemados en el centro de México donde una enorme bola de fuego envolvió a decenas de personas que recolectaban gasolina de un ducto perforado por ladrones y mató al menos a 66.
Más de 85 personas estaban desaparecidas y 76 estaban heridas hoy, mientras parientes de los difuntos y observadores rodeaban la cruenta escena.
A pocos metros del campo de alfalfa atravesado por el ducto, los muertos aparecían apilados, tal vez al tropezar o intentar socorrerse momentos después de que el géiser de gasolina saltó al aire ayer.
La fuga fue provocada por una perforación clandestina al ducto en las inmediaciones del pequeño pueblo de Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, a unos 100 kilómetros (62 millas) al norte de la Ciudad de México, informó la compañía estatal Petróleos Mexicanos (Pemex).
Tomas de video captadas horas antes del incendio mostraban a familias enteras en un ambiente que parecía festivo, recolectando el combustible en diversos envases. Posteriormente las tomas mostraron llamaradas de gran altura en la noche. Gente gritando huía de las llamas, algunos quemándose y agitando los brazos.
Hoy, varios de los muertos estaban tendidos de espaldas, los brazos estirados en agonía. Algunos aparentemente trataron de cubrirse el pecho para protegerse de las llamas; algunos cadáveres chamuscados parecían abrazarse en el momento de la muerte.
El campo quemado estaba sembrado de zapatos, jarras de plástico y bidones que habían llevado las víctimas para recoger el combustible derramado.
“Ay no, ¿dónde está mi hijo?”, decía entre sollozos Hugo Olvera Estrada, cuyo hijo de 13 años, Hugo Olvera Bautista, se encontraba en el lugar cuando estalló el fuego. Envuelto en una manta frente a una clínica, el hombre ya había recorrido seis hospitales.
Después de regresar de su escuela secundaria, relató el padre, el chico fue a unirse a la multitud que recogía gasolina. Olvera Estrada cree que siguió el consejo de hombres mayores y supuestamente más sabios del pueblo de 20 mil habitantes. “Lo trajeron los hombres mayores”, dijo.
El accidente ocurrió apenas tres semanas después de que el nuevo presidente Andrés Manuel López Obrador lanzara una ofensiva contra las bandas de ladrones de combustible que perforaron tomas peligrosas e ilegales a las tuberías unas 12 mil 581 veces en los primeros 10 meses de 2018, un promedio de 42 por día.
En una conferencia de prensa el sábado temprano, López Obrador prometió seguir la lucha contra el robo de combustible, que recauda 3 mil millones de dólares anualmente.
“Vamos a erradicar eso que no sólo daña materialmente, no sólo es lo que pierda la nación por ese comercio ilegal, este mercado negro de combustibles, sino el riesgo, el peligro, la pérdida de vidas humanas”, dijo el presidente.
Estas declaraciones encontraron eco en Tlahuelilpan, una población surcada de ductos y situada a pocos kilómetros de una refinería.
“Lo que pasó aquí debe servir de ejemplo para toda la nación para unirse al combate que está llevando el presidente en contra de este mal”, dijo el director municipal de salud, Jorge Aguilar López.
Otro ducto estalló en llamas el viernes en el estado vecino de Querétaro como resultado de otra toma ilegal. Pemex dijo que el incendio cerca de San Juan del Río fue en una zona despoblada y no había riesgo para la gente.
En diciembre de 2010, las autoridades culparon a los “huachicoleros” (ladrones de combustibles) por una explosión en un ducto cerca de la capital en la que murieron 28 personas, entre ellas 13 niños.
Esa explosión incendió viviendas y afectó a unas 5 mil personas en una franja de 10 kilómetros de ancho en San Martín Texmelucan.
López Obrador lanzó la ofensiva contra el huachicoleo poro después de asumir el 1 de diciembre pasado, al disponer que 3 mil 200 efectivos de la marina montaran guardia en ductos y refinerías.
Su gobierno cerró los ductos para detectar y cerrar las tomas ilegales, y optó por abastecer a las gasolineras mediante camiones cisterna. Sin embargo, éstos no son suficientes y varios estados han padecido largas filas en las gasolineras.
Marciel Cervantes teme que su hermano, Isaac Aurelio Cervantes, sea uno de los desaparecidos del viernes. Halló su auto estacionado a la vera del campo y dice que su hermano no contesta su teléfono celular.
“La gente ya sabe a qué le atienen cuando se meten en esto”, dijo al envolverse en una manta para protegerse del frío. “Pero la mayoría de la gente no entiende”.