Por JOSHUA GOODMAN, Associated Press
BOGOTÁ
Agencia (AP)
Colombia pidió a Cuba que arreste a 10 comandantes del Ejército de Liberación Nacional que se encuentran actualmente en La Habana para conversaciones de paz después de que un atentado con carro bomba atribuido a los rebeldes izquierdistas matara a 21 personas e hiriera a decenas en una academia de la policía en Bogotá.
El presidente Iván Duque dijo a última hora de ayer que revocó un decreto que suspendía las órdenes de detención contra los líderes del último grupo rebelde colombiano, conocido como el ELN, quienes han estado viviendo en la isla de gobierno comunista.
“Para toda Colombia hoy es claro que el ELN no tiene ninguna genuina voluntad de paz”, dijo Duque en un discurso televisado, haciendo mención de una larga lista de secuestros y ataques atribuidos a los guerrilleros desde que comenzaron las negociaciones de paz en 2017.
“Agradecemos la solidaridad expresada por el gobierno de Cuba el día de ayer y hoy. Les pedimos hacer efectivas las capturas de los terroristas que se encuentran en su territorio y entregarlos a las autoridades policiales colombianas”, agregó, antes de añadir que no existe ninguna ideología ni causa que justifique la crueldad del ataque.
Duque hizo los comentarios luego de que las autoridades afirmaron que un experto en explosivos manco del ELN fue la persona que realizó el ataque, que ha sido el más mortífero en la nación sudamericana en 15 años.
Aunque José Aldemar Rojas no tenía antecedentes penales, las autoridades dijeron que el hombre de 56 años es el mismo individuo que aparece en los informes de inteligencia bajo el alias de Mocho Kiko. Se cree perdió parte del brazo derecho mientras manipulaba explosivos durante una larga carrera clandestina con una célula del ELN cerca de la frontera con Venezuela. Murió en el ataque.
El atentado evocó algunos de los incidentes más cruentos del pasado reciente colombiano y suscitó interrogantes graves acerca de las amenazas a la seguridad que persisten tras el acuerdo de paz de 2016 con las FARC, un grupo guerrillero más grande y letal.
También parece marcar el regreso de Duque al discurso sobre el imperio de la ley con el que hizo campaña para las elecciones del año pasado, pero que moderó después que asumió el cargo.
Aunque Duque no cerró por completo la puerta a un acuerdo negociado a décadas de guerra con el ELN, reiteró sus exigencias de que los grupos cesen inmediatamente todos los ataques y liberen a las 16 personas que se presume mantienen secuestradas como condición para reanudar las negociaciones estancadas.
También prometió condenar a cualquier gobierno que proporcione un refugio seguro al grupo, una indirecta dirigida a Venezuela, que es considerada como una retaguardia valiosa para la célula clandestina a la presumiblemente pertenecía Rojas.
“El engaño sistemático y la violencia irracional han caracterizado casi tres décadas de fallidas conversaciones con el ELN”, dijo Duque, quien durante el día recibió llamadas de apoyo por parte de varios mandatarios extranjeros, así como del secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo.
Cuba, que ha patrocinado las negociaciones de paz y ayudó a mediar el histórico acuerdo de 2016 con las FARC, expresó sus condolencias a Colombia.
El gobierno de Cuba “actuará en estricto respeto a los Protocolos del Diálogo de Paz firmados entre el Gobierno y el ELN, incluido el Protocolo en Caso de Ruptura de la Negociación. Está en consulta con las Partes y otros Garantes”, tuiteó el ministro de Relaciones Exteriores cubano, Bruno Rodríguez.
El número de muertes, de 21, lo volvió el atentado más sangriento desde la explosión de un carro bomba en 2003 contra un club bogotano de alta sociedad, que dejó 36 muertos. El ataque del jueves resultó especialmente perturbador porque el objetivo, la escuela General Santander en el sur de Bogotá, es una de las instalaciones más protegidas de la capital.
Con ayuda de cámaras de seguridad y las huellas dactilares de su mano izquierda, los investigadores identificaron rápidamente a Rojas y determinaron que era el dueño y conductor de una camioneta Nissan 1993 cargada con 80 kilogramos (175 libras) del explosivo pentolita, con la que atravesó un retén de seguridad para irrumpir en el complejo arbolado.
El ministro de Defensa, Guillermo Botero, dijo que Rojas ingresó a las instalaciones por una puerta lateral empleada para entregas, acelerando a través de un portón abierto para permitir la salida de unas motos. Siguió entonces su marcha hasta el centro de la escuela, donde el vehículo explotó frente a una barraca con techo de tejas rojas utilizado por cadetes mujeres justo después de que finalizó una ceremonia de rendición de honores.
Martínez dijo que menos de 10 minutos antes de la explosión, un hombre no identificado descendió del vehículo en una cercana parada de autobús, un indicio de que la bomba habría sido activada a distancia y que no fue un ataque suicida, como algunos habían conjeturado inicialmente.
Los investigadores tratan de determinar si ese hombre es Ricardo Carvajal, quien reconoció su participación en el ataque en llamadas telefónicas interceptadas por la policía. Carvajal fue arrestado en una operación realizada el viernes por la madrugada en Bogotá durante la cual las autoridades incautaron un manual de combatientes rebeldes.
Según Botero, la operación fue planificada durante más de 10 meses.
Solo un pequeño número de los 20 cadetes fallecidos han sido identificados plenamente porque los cadáveres de las jóvenes víctimas estaban muy mutilados.
Poco se sabe de Rojas.
Los registros muestran que compró el auto hace 10 meses a Mauricio Mosquera, quien, según las autoridades, fue acusado anteriormente de terrorismo y rebelión. El auto fue inspeccionado por última vez hace seis meses en la oriental ciudad de Arauca, cerca de la frontera con Venezuela.
La misma región fronteriza es un bastión del ELN, que ha estado intensificando sus ataques contra objetivos policiales e infraestructura petrolera en la zona volátil. Las autoridades dijeron que Rojas viajó en varias ocasiones a Venezuela para entrenar a los rebeldes en el uso de explosivos.
En las últimas dos décadas, el grupo de inspiración revolucionaria cubana, que se cree que tiene alrededor de mil 500 combatientes, nunca ha sido capaz ni ha mostrado mucho interés en llevar a cabo actos de violencia de alto perfil.
No obstante, han ganado fuerza desde que el acuerdo de paz de 2016 con las FARC condujo a la desmovilización de unos 7 mil guerrilleros.