POR ELLIOT SPAGAT Y COLLEEN LONG/AP
WASHINGTON
Grandes cantidades de familias y de menores no acompañados provenientes de Guatemala se están entregando a los agentes de inmigración en un sector muy remoto y peligroso del desierto de Nuevo México, tras cruzar la frontera por una nueva y distante ruta que tiene perplejas a las autoridades.
Es allí que fueron encontrados la pequeña Jakelin Caal, de siete años, y su padre el 6 de diciembre junto con otras 161 personas cerca del cruce fronterizo de Antelope Wells. Caal comenzó a vomitar cuando era llevada en autobús al puesto de la Patrulla de Fronteras más cercano, a 150 kilómetros (94 millas) del lugar, y para cuando llegaron no respiraba. Falleció en un hospital de El Paso, Texas.
Las autoridades estadounidenses encontraron esta semana grupos de 257 y 239 personas, mayormente familias y menores no acompañados, según dijo el martes el comisionado del Servicios de Aduanas y Protección Fronteriza Kevin McAleenan. La Patrulla de Fronteras encontró grupos de más de 100 personas a lo largo de la frontera con México ocho veces en el año presupuestario que terminó el 30 de septiembre y dio con cuatro veces esa cifra desde el 1 de octubre.
“Es un fenómeno totalmente nuevo”, afirmó McAleenan en una conferencia de prensa. “Está extremando nuestros recursos”.
Antelope Wells alberga una de aproximadamente tres docenas de “bases de avanzada” de la Patrulla de Fronteras en Arizona, Nuevo México y Texas, instalaciones muy básicas pensadas para mejorar la vigilancia de zonas remotas. Hay unos cuatro agentes asignados al puesto de Antelope Wells, que trabajan ocho días seguidos y duermen en la base para evitar tener que viajar a su casa todos los días.
Los migrantes declaran a las autoridades que viajan hasta la frontera en autobuses desde Guatemala durante cuatro o cinco días, un marcado contraste con rutas más tradicionales que toman de 25 a 30 días para llegar a la frontera con Estados Unidos y que incluyen paradas en escondites a lo largo del camino, de acuerdo con McAleenan.
No está claro por qué los guatemaltecos eligen ingresar por un sitio tan remoto, pero McAleenan dijo que tal vez sea más barato. Estados Unidos está investigando con México las razones de este fenómeno, con la esperanza de encaminar el tráfico hacia las ciudades más cercanas, El Paso y Nogales, en Arizona.
Desde mediados de octubre están llegando familias en grandes grupos una o dos veces a la semana y la tendencia se aceleró en las últimas semanas, indicó McAleenan.
Generalmente los migrantes buscan agentes de inmigración para entregarse, lo que causa perplejidad, ya que si ese era el objetivo, podían haberlo hecho en ciudades grandes más cercanas. A lo largo de toda la frontera los migrantes se entregan a las autoridades y piden asilo u otras formas de protección.
Estados Unidos asignó más personal médico y más vehículos a los puestos de Lordsburg y de Antelope Wells para hacer frente al fenómeno.
“Un grupo de 250 personas va a tener problemas médicos”, dijo McAleenan. “Va a haber gente engripada, gente con sarna, piojos u otros problemas en la piel. Estamos revisando a todos los que llegan”.
Unos 30 vehículos ingresan diariamente a Estados Unidos por Antelope Wells, comparado con las decenas de miles que lo hacen por el cruce de San Ysidro, en San Diego, que es el más activo del país. McAleenan dijo que los autobuses generalmente dejan a los guatemaltecos cerca de Antelope Wells y que los migrantes cruzan la frontera por zonas con alambres de púas.
McAleenan les dio un paseo por la zona a miembros del bloque hispano demócrata de la Cámara de Representantes. El representante Joaquín Castro dijo que habían visto a muchos menores con sus padres en el lugar y pidió una investigación legislativa de las condiciones en la instalación y de la muerte de la niña.
Se espera que el cadáver de Caal sea trasladado a Guatemala y llevado a su pueblo, San Antonio Secortez. Su muerte desató una tormenta. Los agentes de la Patrulla de Fronteras dicen que hicieron todo lo posible por ayudar a la menor, quien parecía saludable cuando la encontraron con su padre. Pero no está claro si hubo algún problema con las traducciones. Los agentes de la Patrulla de Fronteras le hablaba en español a su padre, como se las ha instruido hacerlo, pero la lengua madre de padre e hija es el q’eqchi, un dialecto maya.
Abogados que representan al padre de la menor criticaron a los agentes por pedirle que firmase un documento respondiendo a preguntas con un “sí” o un “no”. Una casilla para incorporar comentarios escritos a mano decía: “Dice que está bien de salud”.
No se ha dado a conocer la causa de la muerte de la menor.
La familia cuestiona asimismo versiones de las autoridades de que la niña había caminado por días en el desierto sin comer ni beber. Los abogados del padre afirmaron que Caal había cuidado a su hija y le había dado suficiente agua y comida, y que ella parecía gozar de buena salud.