POR MARK STEVENSON/AP
Huixtla, México
Poco a poco, las enfermedades, el miedo y el acoso policial están mermando la caravana de migrantes que viaja hacia la frontera de Estados Unidos y muchos de los entre 4 mil y 5 mil que acamparon durante la noche bajo lonas de plástico en una ciudad del sur de México se quejaron de agotamiento.
El grupo, en el que viajan muchos niños e incluso bebés en carritos, tenía previsto salir de Mapastepec al amanecer de hoy para recorrer parte de los más de mil 600 kilómetros (1 mil millas) que tienen por delante para intentar llegar a suelo estadounidense.
Pero en los últimos días, unos cientos aceptaron la oferta del gobierno para llevarlos de vuelta a sus países.
LOS QUE DESEAN VOLVER
José David Sarmientos Aguilar, un estudiante hondureño de 16 años de San Pedro Sula, era uno de los al menos 80 migrantes que esperaban en la plaza de Huixtla, de donde el resto de la comitiva partió ayer por la mañana, para tomar uno de los cuatro buses que los llevaría de vuelta a Honduras.
La naturaleza espontánea de la caravana, a la que muchos se sumaron sin pensarlo y rumores sobre migrantes muertos hicieron desistir a Sarmientos Aguilar.
Se unió a la marcha “sin pensar en lo que podría pasar y en las consecuencias que tendría”, apuntó, añadiendo que el fallecimiento de una persona que se cayó de un camión el lunes y los rumores de otros dos asesinados en Huixtla, fueron decisivos en su caso.
«Han pasado muchas tragedias, no es necesario ir perdiendo más vidas para llegar allá (Estados Unidos)», dijo. «Me encuentro un poco mal de salud, del pecho. Tengo tos, entonces creo que arriesgarme a que me vaya a enfermar más y que me suceda algo, mejor me regreso a mi casa».
Carlos Roberto Hernández, de la provincia de Yoro, en Honduras, tenía una tos ronca. Para él, el detonante para dejar marchar la caravana fue el calor abrasador durante el día y las lluvias por la noche.
«Nos cayó una lluvia y desde entonces para acá hemos tenido una gripe”, señaló Hernández. Preguntado por si volvería a intentar llegar a la frontera estadounidense, contestó rotundo: «No. Voy a hacer mi vida en Honduras».
En el caso de Pedro Arturo Torres, la nostalgia habría quebrado su determinación de llegar a Estados Unidos.
«Uno no sabe el camino que le espera», manifestó Torres. «Queremos regresar a nuestro país. Que sea que vives con unos frijolitos, pero puedes sobrevivir, con nuestra familia, tranquilos”.
OTRO FACTOR: EL GOBIERNO FEDERAL MEXICANO
La actitud del gobierno federal mexicano también ha sido decisiva para reducir a la caravana.
Toda la comida, prendas viejas, agua y medicamentos que se da a los migrantes son donaciones privadas, de grupos religiosos o funcionarios locales que empatizan con ellos.
El ejecutivo mexicano no ha entregado a los migrantes ni una sola comida, baño o botella de agua. Esas consideraciones básicas están reservadas únicamente a quienes solicitaron visas o ser deportados en oficinas de inmigración. Casi mil 700 personas abandonaron la caravana y solicitaron asilo en México, dijeron las autoridades.
Pero en alguna ocasión, la policía federal interfirió en la caravana.
En al menos una ocasión The Associated Press vio como agentes federales pararon a media docena de camionetas de pasajeros y obligaron a los conductores a echar a los migrantes mientras dejaban a los mexicanos a bordo. Con un clima en el que el calor hace casi imposible caminar a mediodía, este tipo de tácticas podría tener consecuencias sobre la salud de los inmigrantes.
En Mapastepec, donde el grueso del grupo se alojó anoche, parecía que el tamaño de la caravana había disminuido ligeramente. Naciones Unidas estimó a principios de semana que en la marcha participaban 7 mil personas. El Ejecutivo mexicano dijo ayer que había “aproximadamente 3 mil 630» personas.
PERO OTROS SIGUEN CON DETERMINACIÓN
Los padres dicen que siguen caminando por el futuro de los hijos y el miedo a lo que podría pasarles si regresan a Honduras, controlado por las pandillas violentas que fueron, a su vez, la razón por la que decidieron irse en primer lugar.
«Ellos no pueden andar solos… con peligro siempre», dijo Ludin Girón, una vendedora ambulante hondureña que realiza la complicada ruta con sus tres hijos. «Cuando ellos (las maras) miran una niña ya bonita, ya la quieren para ellos. Si ven un varón ya quieren meterlo a la droga».
Negarse a cualquiera de las dos opciones puede tener consecuencias letales. Honduras tiene una tasa de homicidios de alrededor 43 por 100 mil habitantes, una de las más elevadas del mundo en un país sin guerra.
Ayer Girón se apiñaba con sus tres hijos -Justin y Nicole de 3 años y Astrid, de 5- el asiento de una moto taxi diseñado para dos pasajeros. A bordo del cargado vehículo iban también Reyna Esperanza Espinosa y su hija de 11 años Elsa Araceli.
Espinosa, una cocinera de tortillas, de Cortés, Honduras, apuntó que en su país no hay trabajo. “Por eso decidimos venir para acá, para darle un mejor futuro a nuestros hijos”, dijo.
EL PAPEL DE TRUMP EN ESTO
Este tipo de caravanas suelen celebrarse de forma regular, aunque a una escala menor, desde hace años, pero el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se aprovechó del fenómeno este año y lo convirtió en un llamamiento a la base republicana antes de las elecciones de mitad de legislatura del 6 de noviembre.
El mandatario culpó a los demócratas por las leyes de inmigración “débiles” y afirmó, sin pruebas, que pandilleros de la MS-13 y desconocidos de Medio Oriente se esconden entre la multitud. Trump reconoció más tarde que no había «ninguna prueba» de que habitantes de Medio Oriente formaran parte de la marcha, pero ayer advirtió en Twitter que «tenemos fronteras fuertes y nunca aceptaremos que personas ingresen ilegalmente a nuestro país».
Periodistas de la AP que vieron a multitud de hondureños, guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses, pero a nadie de Oriente Medio. Muchos eran jóvenes que viajaban con sus familias y, una vez más, apuntaron a la pobreza y la violencia en sus países como sus motivos para emigrar.
Otra marcha más pequeña, organizada a principios de año, disminuyó notablemente a su paso por México y solo 200 migrantes llegaron a la frontera en California. Los que consiguen cruzarla enfrentan dificultades para poder quedarse en el país: las autoridades no consideran la pobreza, que muchos citan como motivo para emigrar, en el proceso para solicitar asilo.
Trump dice que sacará a los militares en la frontera sur
POR ROBERT BURNS/AP
WASHINGTON
Se prevé que el secretario de Defensa de Estados Unidos firme en las próximas horas una orden de enviar 800 efectivos militares o más para reforzar la seguridad en la frontera con México, informó un funcionario hoy.
El secretario Jim Mattis estaría respondiendo a un pedido del presidente Donald Trump, de “sacar a los militares” para enfrentar lo que considera es una emergencia nacional en la frontera sur.
El funcionario habló bajo la condición de anonimato porque faltaban detalles por definir.
Las fuerzas adicionales proveerán lo que un funcionario llamó apoyo logístico a la Patrulla Fronteriza, con vehículos, carpas y equipo.
Unos 2 mil efectivos de la Guardia Nacional ya se encuentran en la frontera de acuerdo con disposiciones anteriores del Pentágono.
Hoy el presidente Trump dijo en Twitter que llevaría a los militares a la frontera con México.
Los culpables son los demócratas, cuyas leyes dificultan frenar a la gente en la frontera, dijo Trump, y añadió que quienes intenten entrar a Estados Unidos “¡serán frenados!”.