Santiago de Chile/dpa
El Papa Francisco aceptó hoy la renuncia de otros dos obispos chilenos, con lo que ya ha confirmado la salida de siete miembros de la Conferencia Episcopal de Chile, en medio de la grave crisis que vive la Iglesia católica de ese país por los casos de abusos a menores.
Se trata de los obispos Carlos Eduardo Pellegrín Barrera, de Chillán, y Cristián Enrique Contreras Molina, de San Felipe. En su reemplazo, el Papa nombró administradores apostólicos (una especie de obispo interino) a Sergio Hernán Pérez de Arce Arriagada y al actual vicario judicial de Santiago, Jaime Ortiz de Lazcano Piquer.
La información aparece en el boletín de renuncias y nombramientos de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Los dos obispos a los cuales el Papa les aceptó hoy su renuncia están siendo investigados por la Justicia. Pellegrin está siendo indagado por presunto abuso sexual y por presunto encubrimiento de abusos sexuales, mientras que Contreras está involucrado en una causa rotulada como de “delitos contra el orden de las familias, la moralidad pública y contra la integridad sexual”.
En junio pasado, el pontífice ya había confirmado la salida de los obispos de Osorno, Puerto Montt, Valparaíso, Rancagua y Talca, después de que le pidiera en mayo a toda la conferencia episcopal chilena que pusiera sus cargos a disposición. Todo eso por el escándalo por los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes a menores.
La actual tormenta que enfrenta la Iglesia chilena comenzó con la visita del Papa Francisco al país sudamericano en enero pasado, cuando le brindó apoyo total y público al entonces obispo de Osorno, Juan Barros, y descalificó a quienes acusaban al prelado por haber supuestamente encubierto los crímenes del sacerdote Fernando Karadima.
Sin embargo, días después el pontífice dio un paso atrás y envió al arzobispo de Malta, Charles Scicluna, a Chile para que investigara y elaborara un informe sobre la situación de los abusos en la Iglesia chilena. Tras conocer ese documento, en abril el papa reconoció que había cometido errores, convocó a todos los obispos chilenos a Roma e invitó a la Santa Sede a tres denunciantes de Karadima.
La reunión con los obispos se llevó a cabo en mayo, ocasión en la que Francisco le pidió la renuncia a toda la conferencia episcopal, en un hecho inédito en la historia de la Iglesia católica en el mundo.