Por MARÍA VERZA y ANDREA RODRÍGUEZ,
CIUDAD DE MÉXICO
Agencia AP

Los mexicanos votaban hoy en unas elecciones que podrían suponer un giro radical en la manera de hacer política en un país sacudido por la violencia y los escándalos de corrupción.

El favorito, Andrés Manuel López Obrador, aseguró que si gana su victoria supondrá una transformación tan profunda y radical como la independencia o la revolución, pero sin derramamiento de sangre. Pero sus rivales lo acusan de ser un populista y querer regresar a las políticas proteccionistas y las grandes empresas desconfían.

Un total de 89 millones de mexicanos están llamados a las urnas en las elecciones más grandes en la historia de México, porque además de presidente se elige al jefe de gobierno de la capital y ocho gobernadores, se renuevan la Cámara de Diputados y el Senado y se vota por miles de cargos locales.

Pero por encima de ideologías y de partidos políticos -se han multiplicado los disidentes en todos los grupos y las coaliciones contra natura- los comicios se han convertido en una suerte de referendo popular sobre la corrupción de funcionarios que han desviado recursos del Estado y sobre la violencia, que mantiene su goteo diario de muertos.

Este fin de semana, entre otros homicidios, se destacó el asesinato por motivos todavía desconocidos de un periodista del estado de Quintana Roo que trabajaba para varios medios locales.

Además el sábado, en plena jornada de reflexión, hubo varias denuncias de intentos de compra y coacción al voto y robo o quema de boletas en algunos municipios del país.

Por eso la palabra más repetida por todos ha sido “cambio” y la previsión es que se supere el 62% de la participación registrada en 2012. Un ejemplo es que casi 100.000 mexicanos en el extranjero, la mayoría en Estados Unidos, mandaron ya su voto, más del doble que en 2012.

Para López Obrador, de 64 años, este es el tercer intento de llegar a la presidencia. Lo hace al frente de la coalición “Juntos haremos historia”, liderada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), y para muchos es la culminación de 12 años de campaña electoral en los que ha recorrido todo el país, arremetido insistentemente contra lo que considera “la mafia del poder” que ha gobernado México y se ha erigido como el candidato que trabajará a favor de los pobres.

“Hoy la gente va a decidir entre más de lo mismo o un cambio verdadero”, dijo López Obrador a periodistas mientras aguardaba para votar. A su vez pidió a los representantes partidarios en las casillas de votación que “estén hasta el último cómputo… hay que tener todas las actas aunque nos lleve toda la noche”.

Sus palabras y su carisma han conseguido mucho apoyo -las encuestas le dan más de 20 puntos de ventaja sobre sus rivales- pero algunos de los que dicen que votarán por él y lo vitoreaban en sus mítines como Juan Carlos Enríquez, un joven de 30 años de la capital, no le dan un cheque en blanco. “Claro que quiero que gane, pero tiene que cumplir sus promesas y no convertirse en uno como los demás”, indicó.

En un centro de votación de la Ciudad de México Hugo Carlos, de 73 años, adelantó que votaría por López Obrador -popularmente conocido como AMLO- “porque este país está muy revuelto. Hay que romper el esquema de ejercicio del poder… hay mucha desigualdad, mucha violencia y esa cosa hay que cambiarla”, dijo a The Associated Press.

Frente a él el conservador Ricardo Anaya, que encabeza una singular coalición entre el derechista Partido Acción Nacional (PAN) y su otrora rival Partido de Revolución Democrática (PRD, de izquierda), ha intentado atraer el voto de los jóvenes y de todos aquellos que temen un giro populista.

Por su parte, el oficialista José Antonio Meade ha tenido que luchar contra el descontento que ha suscitado la administración de Enrique Peña Nieto pero confía en que la gran maquinaria del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con más de cinco millones de afiliados, pueda evitar que el otrora partido hegemónico logre el que podría ser peor resultado de su historia.

De hecho, el PRI confía todavía en mantener una presencia importante en la Cámara de Diputados y el Senado.

Tras emitir su voto, Meade dialogó brevemente con la prensa y sostuvo que “estamos celebrando una gran fiesta democrática… seguros de que todos van a poder ejercer su voto con absoluta libertad” al tiempo que se mostró confiado en que “el día terminará con un triunfo para mí”.

El doctor Román Acosta, del estado de Morelia, votó por Meade. Dijo que no estaba seguro de quién votaría hasta tarde en la campaña después de leer todas las propuestas de los candidatos. Acosta admitió que la administración actual cometió errores pero señaló que México tiene estabilidad económica y dijo que las reformas estructurales hechas por Peña Nieto mostrarán sus resultados en los próximos años. «José Antonio Meade es la mejor persona para darle continuidad a lo que sirve y quitar lo que no sirve», dijo a AP en una casilla de la capital mexicana.

El cuarto en la contienda es el independiente Jaime Rodríguez que con una intención de voto de solo 3% previsiblemente quedará como la nota exótica de la campaña por su hablar coloquial y sus propuestas, como cortar las manos a los que roben.

Miles de efectivos de seguridad estatales y federales y más de 30.000 observadores de México y el extranjero -además de los puestos por los partidos- se han desplegado para garantizar que la votación se desarrolle con tranquilidad.

La violencia preocupa sobre todo en estados como Tamaulipas (en el norte) o Guerrero (en el sur) y en aquellos que votan por gobernador (Jalisco, Guanajuato, Veracruz, Puebla, Morelos, Tabasco, Yucatán, Chiapas y la Ciudad de México).

Regiones como el Estado de México, un feudo del PRI y el estado más poblado del país con más de 10 millones de electores, serán clave en estas votaciones en las que el fantasma del fraude permanece. Por mucho que el Instituto Nacional Electoral diga que no será posible, los ciudadanos siguen sin confiar del todo en sus instituciones.

López Obrador consideró que les robaron las elecciones tanto en 2006, cuando Felipe Calderón del PAN ganó por una diferencia de 0,56% de los votos, como en 2012, aunque solo en la primera ocasión la denuncia provocó sonadas protestas que bloquearon la capital durante meses.

Para evitar crispar los ánimos, el Instituto Nacional Electoral ha pedido a candidatos y partidos actuar con responsabilidad desde el cierre de las casillas previsto para las 6 de la tarde (2300 GMT) y no pronunciarse sobre eventuales victorias hasta que se ofrezcan los primeros resultados oficiales, en torno de las 11 de la noche (0400 GMT).

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