Por CHRISTINE ARMARIO
LIMA
Agencia (AP)

El presidente de Perú, Martín Vizcarra, inauguró ayer la VIII edición de la Cumbre de las Américas denunciando la corrupción generalizada e instando a los líderes regionales a unir sus fuerzas para aumentar la transparencia e impulsar a la sociedad civil.

En su discurso ante los líderes del hemisferio occidental en un auditorio con un notable número de asientos vacíos, el nuevo dirigente peruano señaló que en lugar de aceptar la corrupción como una lacra enquistada imposible de eliminar, los gobiernos deberían adoptar medidas concretas que evitasen que ocurra.

Vizcarra abogó por construir un continente en que los ciudadanos sean los primeros.

En los últimos meses, los escándalos de corrupción han acabado con las carreras de algunos de los políticos más destacados de América Latina. Hace apenas una semana, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva se convirtió en el primer líder en la historia moderna de su país que entra en prisión para cumplir una condena de 12 años por corrupción.

En Perú, casi todos los presidentes de las dos últimas décadas han sido acusados de ese mismo delito. El propio Vizcarra asumió el cargo hace tres semanas luego de que el escándalo desatado por la constructora brasileña Odebrecht salpicase al expresidente Pedro Pablo Kuczynski, quien no había desvelado los pagos recibidos por su consultora de parte de la firma.

Estos escándalos han sembrado una creciente desconfianza en los políticos en toda la región y erosionaron la fe en las instituciones democráticas.
El secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, dijo a los delegados que la plaga de la corrupción no es sintomática de un fallo en los gobiernos democráticos y que las naciones deberían “luchar contra la enfermedad, no contra el sistema”.

Tras el inicio de la cumbre, Vizcarra recibió a los jefes de Estado en la escalera de entrada al palacio de gobierno, el mismo lugar donde Kuczynski se despidió de su personal tras dimitir el mes pasado.

La cumbre es una de las de menor perfil de los últimos años, lo que planteó dudas sobre el futuro de la iniciativa impulsada en 1994 por el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, para afianzar la influencia estadounidense en la región.

El actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, canceló el que hubiera sido su primer viaje a Latinoamérica como mandatario para abordar la respuesta de Washington a un aparente ataque con armas químicas a civiles en Siria. Al menos siete presidentes más se ausentaron, algunos de ellos en solidaridad con Venezuela, a quien se le retiró la invitación, y otros pro problemas en sus naciones.

Raúl Castro, que se prepara para dejar la presidencia de Cuba, y el nicaragüense Daniel Ortega, así como los jefes de estado de El Salvador, Guatemala y Paraguay, enviaron suplentes.

En reemplazo de Trump viajó el vicepresidente Mike Pence, que se espera que emplee la visita para promover las relaciones comerciales y presionar a sus socios regionales para aislar al gobierno de Nicolás Maduro, que según Estados Unidos estaría implantando una dictadura en Venezuela. Poco después de su llegada, Pence anunció que Washington proporcionará cerca de16 millones de dólares en ayuda humanitaria para los venezolanos que huyen del país.

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