Por Ernesto Ramírez/dpa
San José

Los resultados de los comicios presidenciales celebrados ayer en Costa Rica, que dieron como ganador en la primera ronda a un pastor evangélico profundamente conservador, Fabricio Alvarado, convirtieron al país en un manicomio político, donde aún hay incredulidad en muchos sectores sobre lo acontecido.

Hace un mes, pocos hubieran hecho una mínima apuesta por Alvarado, un periodista y cantante de música cristiana de 43 años de edad que entonces solo tenía un tres por ciento de intención de voto en las encuestas.

Y menos se hubiera apostado por el candidato oficialista Carlos Alvarado, comunicador, politólogo y cantante de rock, que una semana antes de los comicios también aparecía muy rezagado en las encuestas.

Hoy, expertos y analistas políticos se rascaban la cabeza, tratando de entender el comportamiento del electorado costarricense.

EL CONTEXTO EN EL QUE SE REALIZARON

Los comicios en Costa Rica, una sociedad profundamente conservadora, tuvieron como antesala una campaña marcada en la recta final por el tema de la corrupción, en primer lugar, y de los derechos de la comunidad LGTBI (lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales).

Este último tema fue atizado por una resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos del 9 enero que ordenó a sus Estados miembros, incluido Costa Rica, garantizar los derechos de esos grupos, incluido el matrimonio.

La resolución, emitida en respuesta a una opinión consultiva realizada por el Gobierno costarricense, al que pertenece Carlos Alvarado, desató un verdadero polvorín, especialmente entre los sectores religiosos fundamentalistas y la Iglesia católica.

En ese contexto, el asunto se convirtió en el principal caballo de batalla del predicador Alvarado, factor que, según los analistas, lo catapultaron, en un abrir y cerrar de ojos, a la cima de las encuestas.

Curiosamente, el elemento que habría propulsado al actual diputado colocó en la acera de enfrente a quien será su rival en la segunda vuelta, en la que los dos políticos se disputarán la presidencia el 1 de abril, domingo de Resurrección.

LA CORRUPCIÓN EN DEBATE

La corrupción, un flagelo que ha provocado que muchos costarricenses hayan perdido la fe en la clase política y gobernante, también fue eje central en los primeros meses de la campaña electoral.

La contienda estuvo marcada durante varias semanas por un gran escándalo de tráfico de influencias, relacionado con la aprobación de un millonario crédito de un banco estatal a un importador de cemento chino, que salpicó a activistas, especialmente de partidos tradicionales, al Gobierno, al Parlamento y hasta al Poder Judicial.

Los resultados de los comicios de ayer dejaron un mensaje que parece claro. Un duro castigo, por segunda elección consecutiva, para el Partido Liberación Nacional (PLN), socialdemócrata, que lanzaba como candidato al empresario Antonio Álvarez Desanti, quien contaba con el apoyo decidido del expresidente y Premio Nobel de la Paz Óscar Arias.

Por otro lado, también dejó en evidencia un voto de castigo hacia el socialcristianismo, que junto con el PLN ha dominado durante muchas décadas un sistema bipartidista, que en el transcurso del tiempo fue golpeado por escándalos de corrupción.

Con los resultados de ayer será la primera vez en más de seis décadas que dos partidos no tradicionales se disputen una elección presidencial en Costa Rica.

 

 

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