Por Matthias Röder
Viena
DPA

Con el 26 por ciento de los votos obtenido en las elecciones legislativas celebradas el domingo en Austria, el partido ultraderechista FPÖ reivindica el papel de fiel de la balanza en las negociaciones para formar un nuevo Gobierno, que estará encabezado por el conservador ÖVP y su joven estrella, Sebastian Kurz, de 31 años, el gran vendedor de la cita con las urnas.

«Estaremos allí donde podamos lograr el mayor cambio», afirmó el secretario general del FPÖ (Partido de la Libertad de Austria), Herbert Kickl. Efectivamente, no hay muchas diferencias entre los programas electorales del FPÖ y el ÖVP (Partido Popular de Austria).

En materia de migración, Kurz ha virado tanto hacia la derecha al ÖVP, que ganó las elecciones con el 31,6 por ciento de los votos, casi ocho puntos porcentuales más que en los anteriores comicios, que el líder del FPÖ, Heinz-Christian Strache, no tuvo empacho en sumar los votos conseguidos por los dos partidos: «Casi el 60 por ciento ha elegido el programa del FPÖ», dijo eufórico poco después de conocerse los resultados provisionales de la votación.

Sin embargo, el FPÖ tiene un recuerdo traumático de una coalición con el ÖVP. La primera alianza negro-azul (por los colores de los dos partidos), formada hace 15 años, fue empujando a los populistas de derecha hacia el abismo.

Errores estratégicos, la falta de profesionalidad, escándalos y finalmente una escisión del partido -el líder histórico del FPÖ, Jörg Haider, fundó tras una fuerte disputa interna su propio partido- mermaron de forma dramática el apoyo entre el electorado al FPÖ, que en 2006 cayó al 11 por ciento de los votos.

Por su parte, el Partido Socialdemócrata (SPÖ) no parece estar decidido a pasar sin más a la oposición, pese a haber perdido los comicios para quedar relegado al segundo lugar con el 26.9 por ciento de los votos, justo delante del FPÖ. «Queremos asumir responsabilidad. Ya veremos cómo», dijo el líder del SPÖ y actual jefe de Gobierno, Christian Kern.

Con el apoyo de algunos sindicatos y gobiernos regionales, Kern expresó hoy su disposición a iniciar conversaciones para formar un Gobierno de coalición tanto con el ÖVP como con el FPÖ. Sin embargo, un fuerte contrapeso para ello es el poderoso alcalde de Viena, Michael Häupl, quien rechaza cualquier tipo de cooperación con los populistas de derechas.

Una resolución adoptada hace 30 años por el SPÖ prohíbe una cooperación de los socialdemócratas con el FPÖ a nivel federal. El SPÖ puso fin en 1986 a una coalición con el FPÖ después de que Haider, una figura sumamente controvertida, se convirtiera en líder de los populistas de derechas.

En materia de política social existen importantes coincidencias entre el SPÖ y el FPÖ. Y la posibilidad de que se forme una coalición entre el segundo y el tercer partidos más votados que deje en la cuneta al ganador de las elecciones no es una novedad en Austria. En 1999, el SPÖ, entonces liderado por Viktor Klima, había ganado las elecciones con una gran ventaja pero después no logró ponerse de acuerdo con el ÖVP para formar Gobierno.

Finalmente, los conservadores forjaron una coalición con el FPÖ que mandó al partido ganador a la oposición.

Por motivos tácticos, Kurz, el líder del ÖVP, se muestra tranquilo y seguro y asume un perfil bastante independiente. No se cansa de poner sobre la mesa la opción de un Gobierno en minoría. Si nadie quiere colaborar con él, buscará como futuro jefe de Gobierno mayoría puntuales, asegura.

«Para muchos proyectos se necesita el apoyo de una mayoría de dos tercios, es decir que se necesita el apoyo de más de un solo socio de coalición», argumenta el joven hombre en el que muchos austriacos han depositado su deseo de un cambio de estilo político combinado con una gestión gubernamental eficiente.

A finales de la semana, el presidente austriaco, Alexander Van der Bellen, encargará oficialmente a Kurz la formación del nuevo Gobierno. «La guerra de nervios continúa», vaticinó el diario «Kronen Zeitung» de Viena.

 

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