Por Denis Düttmann
Agencia dpa
Codrington,

La localidad sobre la costa se asemeja a un campo de escombros. Maderas, partes de techos y utensilios domésticos están esparcidos por todo el lugar, mientras que de los árboles ya no cuelga ni una sola hoja. Solo desde el aire se alcanza a apreciar la verdadera dimensión de la devastación en Barbuda.

Con vientos de casi 300 kilómetros por hora, el huracán «Irma» golpeó frontalmente a la pequeña isla caribeña. Las sencillas chozas quedaron destruidas por completo, a ras del piso. Un grueso mástil telefónico se vuelca como una brizna de hierba.

En el aeropuerto, la tormenta tropical arrastra pesados contenedores de acero hasta 30 metros por el aire. La isla se encuentra en gran parte bajo el agua, incluso las zonas alejadas de la costa.

«Nuestra casa fue levantada, las puertas y las ventanas arrancadas y debimos salir», relata Henrietta Hopkins por el canal de televisión ABS. «¿Cómo seguiremos viviendo ahora? Todo está destruido, ya no tenemos casa», dice una mujer joven con la voz partida. «Toda mi casa se ha desplomado. Le agradezco a dios aún estar con vida», cuenta Loreen Baltimore.

«Al menos el 95 por ciento de los edificios resultaron dañados. En algunos casos fueron arrancados los techos, en otros los edificios quedaron completamente destruidos», se lamenta el primer ministro Gaston Browne, luego de analizar la situación desde un helicóptero.

«Es desgarrador. Toda la isla está bajo agua. En este momento Barbuda es prácticamente inhabitable. Al menos el 60 por ciento de sus habitantes se quedaron sin techo».

«Irma» dejó una estela de devastación a su paso por el Caribe. También en el territorio de ultramar británico Anguila y en la isla francoholandesa de San Martín el huracán de la máxima categoría, cinco, ocasionó graves daños. Al menos diez personas fallecieron.

«Esto es una catástrofe. El 95 por ciento de la isla está destruida», afirma el presidente del Consejo Territorial de San Martín, Daniel Gibbs, a la emisora de radio RCI.

Imágenes desde el aire de la parte holandesa de la isla muestran casas sin techo, chozas destruidas, árboles arrancados de raíz. «Irma dejó la devastación tras de sí», dice el primer ministro holandés, Mark Rutte. «No hay electricidad, ni agua corriente, ni combustible».

«Irma» es una de las tormentas más fuertes jamás registradas en la región con vientos máximos de hasta 295 kilómetros por hora. Y directamente detrás ya se está formando el huracán «José». Ahora el miedo se ha instalado en la región: el fenómeno climático podría tomar la misma ruta que «Irma» y volver a castigar a las islas ya devastadas de las Antillas Menores.

Los expertos miran con preocupación sobre todo al empobrecido Haití. El país más pobre de América aún no se recuperó del terremoto en 2010 ni del huracán «Matthew» del año pasado y está mal preparado para hacer frente a una tormenta de enormes dimensiones.

«Muchos siguen viviendo como antes en moradas precarias y se teme que muchas personas se queden sin techo por ‘Irma'», advierte Lisiane Harten, de la Cruz Roja Alemana (DRK) en la capital haitiana, Puerto Príncipe.

«Matthew» atravesó Haití en octubre de 2016 y devastó amplias zonas del sur. Más de 540 personas murieron entonces solamente en Haití, decenas de miles perdieron sus pertenencias. Ahora los haitianos tiemblan ante «Irma».

«Este huracán trae lluvias e inundaciones a Haití, donde el sector más pobre de la población aún sufre las consecuencias de la tormenta, entre ellas malnutrición crónica», alerta Ascensión Martínez, de Save the Children.

Organizaciones humanitarias de todo el mundo ya se pusieron en marcha. «Llevaremos 300 metros cúbicos de víveres y kits de higiene así como utensilios domésticos a la región», anunció Georg Dörken de la alemana Welthungerhilfe.

Un equipo de Oxfam, en tanto, está preparado en Cap-Haïtien e inmediatamente tras el paso del huracán partirá a las zonas más gravemente afectadas.

«Es de esperar que las calles sean intransitables por las caídas de árboles y los deslizamientos de tierra», analiza Harten, de la Cruz Roja Alemana. «Por esa razón ya almacenamos artículos de higiene, bidones de agua y paquetes con lonas y sogas en el norte», comenta.

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