CROSBY, Texas, EE.UU.
AP

Los ojos de Silvia Casas se llenaron de lágrimas el viernes mientras examinaba los daños causados por Harvey en el que en su día fue un vecindario de clase obrera y mayoría hispana cerca de Crosby, Texas.

Grandes árboles, ahora con las raíces al aire, fueron arrancados de la tierra por las inundaciones provocadas por el fenómeno. Las casas rodantes quedaron arrugadas como latas. Viviendas enteras se desplazaron unos seis o nueve metros (entre 20 y 30 pies) de su ubicación original, dejando pilas de madera, escombros y tuberías de PVC saliendo del suelo como el único recordatorio de esos hogares.

Cerca de un montón de escombros de casi nueve metros de alto (30 pies) con estructuras que en su día fueron casas y pertenencias personales apiladas junto a un poste telefónico, alguien colgó un cuadro de la Virgen de Guadalupe en la rama de un árbol. A la vuelta de la esquina, un socavón, que ahora está lleno de agua y lodo, se tragó dos autos.

Un perro callejero del vecindario, a quien todos alimentaban, sobrevivió subido al tejado de Casas. Su casa de bloques fue una de las pocas estructuras que no fueron arrastradas por el agua. En el interior, muebles y pertenencias astilladas formaban una pila en medio de suelo, bajo un techo de pintura despegada.

Casas se paró a revisar la cocina exterior que solía estar a un lado de la casa y donde se reunían varias generaciones.

«Aquí era donde reuníamos como una familia», dijo antes de derrumbarse. «Voy a echar de menos este lugar».

Casas y su familia están entre los miles de personas que regresaron a sus devastadas viviendas por primera vez una semana después de la llegada de Harvey a Texas. Se estima que 156.000 viviendas del condado de Harris, más del 10% de todas las estructuras registradas en la región donde se ubica Crosby, sufrieron daños por las crecidas, según responsables del distrito.

La comunidad donde vive Casas no tiene un nombre oficial. Está a unos 10,5 kilómetros (6,5 millas) al suroeste de la planta química Arkema Inc. de Crosby que se inundó antes esta semana, provocando un incendio y una explosión que obligó a evacuar un radio de cerca de 2,4 kms (1,5 millas) alrededor de las instalaciones.

Según Silvia y Rafael Casas, su familia no recibió ninguna orden oficial de evacuación cuando comenzaron las inundaciones el pasado viernes. Les dijeron que se fueran cuando fallase la electricidad, pero las luces seguían encendidas. Su casa está en la zona afectada por la descarga de agua de dos represas que tenían peligro de desbordamiento.

«El viernes, alguien, quizás funcionario de la ciudad, vino y le dijo a mis padres que iban a abrir la presa, y eso fue todo. Se suponía que iban a regresar y avisar a la gente cuando la abriesen (la represa), pero nunca lo hicieron”, contó Rafael Casas.

Esa persona le dijo que alguien regresaría y les diría si tenían que desalojar o cortarían la electricidad en toda esa zona, lo que les indicaría que debían salir, agregó.

«Pero nunca regresaron y nunca cortaron la electricidad”, lamentó.

Por suerte, la familia decidió marcharse de todas formas.

Robey Bartee estaba feliz de abandonar el centro de convenciones George R. Brown el viernes tras pasar seis días allí con miles de evacuados más. Bartee metió sus pertenencias en el auto de un familiar para recorrer los casi 18 kilómetros (11 millas) hasta la antigua casa de madera donde vivía con su fallecida esposa en East Houston.

Lo que se topó fue peor de lo que esperaba. La casa olía a carne podrida que se estropeó cuando se cortó el suministro eléctrico. Cada paso sobre la moqueta sonaba como un chapoteo. Una marca de hierba y escombros dejó constancia del pie de agua que cubrió su sala de estar y anegó una habitación. Los muebles estaban mojados y la pared estaba blanda.

La vivienda ya había sufrido las inundaciones del huracán Rita en 2005, dijo asegurando que los daños de Harvey fueron peores.

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