Por SARAH EL DEEB
GAZIANTEP, Turquía
AGENCIA/AP

Llevan años tratando de derrocar al presidente sirio Bashar Assad. Pero en la actualidad los rebeldes sirios no libran demasiados combates pues les cuesta encontrar su lugar en un campo de batalla confuso, con varias guerras simultáneas y mucha injerencia extranjera.

Golpeados por derrotas y divisiones, intentan encontrar aliados en los que puedan confiar mientras las potencias internacionales forjan sus propias alianzas e impulsan sus intereses.

Sus opciones son limitadas. Una es alinearse con Turquía, que recluta gente para librar su propia guerra en Siria, mayormente contra los curdos sirios, pero también contra la organización Estado Islámico.

Otra posibilidad es aliarse con grupos alineados con al-Qaida. A pesar de sus diferencias con Washington, todos buscan el respaldo de Estados Unidos. Pero sienten que Washington los ha abandonado, apostando a los curdos sirios.

La Associated Press habló con varios rebeldes que se mueven entre Siria y Turquía y comprobó que necesitan desesperadamente recursos y apoyo, pero de todos modos están dispuestos a seguir peleando por años.

EL COMBATIENTE CON TATUAJES

Nada altera la determinación de Tarek Muharram a pelear contra Assad. Ni la pérdida de su amada ciudad de Alepo, reconquistada por fuerzas del gobierno. Ni las horas que él y sus compañeros pasan en un pequeño departamento de Gaziantep, ciudad del sur de Turquía, viendo televisión, fumando y esperando la próxima batalla.

Dejó su trabajo en un banco en el Golfo para sumarse a la rebelión en el 2011. Ha peleado con distintos grupos.

La caída de Alepo fue un momento traumático. Los rebeldes se quedaron sin su principal bastión, sin recursos y sin viviendas.

«Parecía el fin», dice Muharram, quien tiene 39 años.

Ahora él y su grupo, Noureddine el-Zinki, se han aliado con Hayat Tahrir al-Sham, una organización vinculada con al-Qaida. Muchos abandonaron el grupo ante esa alianza. Pero Muharram cree que cualquier otra opción hubiese conllevado demasiadas concesiones, incluida la aceptación de alguna forma de continuidad de Assad.

Afirma que tiene muchas diferencias con al-Qaida. No reza y fuma. Tiene la cabeza de un lobo tatuada en su brazo, algo que no es bien visto por esa organización.

La alianza con al-Qaida, sin embargo, les permite seguir combatiendo a Assad y les dará más recursos y apoyo.

REBELDE SIN TIERRA

Defendió por años su pueblo, Daraya, en las afueras de Damasco, del asedio de las fuerzas de Assad.

Cuando finalmente fue tomado, el capitán Saeed al-Nokrashi y otros 700 combatientes de Shuhada al-Islam –una de las agrupaciones rebeldes apoyadas por Estados Unidos– se vieron obligados a irse a la provincia de Idlib, al norte.

Los caudillos de al-Qaida en Idlib de inmediato secuestraron a algunos de sus mejores combatientes.

«Querían presionarnos para que nos uniésemos a ellos», dice al-Nokrashi desde su casa en Reyhanli, al sur de Turquía, mientras sostiene a su hijo de seis años, nacido durante el asedio a Daraya.

Los combatientes fueron librados, pero el episodio refleja lo complicado que es el mundo en que viven.

«En Daraya peleábamos contra el gobierno. Ahora es todo mucho más complejo», señaló.

Están también el Estado Islámico y los curdos de Siria, que tratan de «crear un estado separado en el norte», según al-Nokrashi. Y no hay que olvidarse de las milicias chiítas y de las fuerzas pro Assad e Irán.

Los combatientes de al-Nokrashi languidecen en Idlib, tratando de sobrevivir y concentrándose en sus familias. Algunos abrieron restaurantes con platos de Damasco. Otros se unieron a la agrupación vinculada con al-Qaida.

EL ENEMIGO DE AL-QAIDA

El teniente coronel Ahmed al-Saoud recorre la ciudad costera de Iskenderun, en Turquía, escoltado por otro vehículo con guardaespaldas sirios.

Vive casi permanentemente en Turquía desde que fue atacado por una agrupación vinculada a al-Qaida en Siria el año pasado. Intentó regresar en abril, y lo emboscaron. Sobrevivió, pero en el ataque murió uno de sus comandantes.

Desertor del ejército de Assad, al-Saoud recibe ayuda de Occidente. Ha luchado incesantemente contra grupos extremistas que intentan ganar presencia en Maaret Numan, su ciudad, en Idlib.

Pero se siente defraudado ahora que Estados Unidos está jugando todas sus fichas a las milicias sirias curdas.

«No podemos ser aliados temporales, para cierta coyuntura, y después hacernos a un lado o darnos apoyo cuando les plazca», se quejó.

Sospecha que el apoyo de Estados Unidos alimentará los deseos de los curdos de un país independiente, dando paso a una división de Siria y generando mayor respaldo a al-Qaida entre los suníes árabes.

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