Por Stefanie Järkel
Ramala
agencia/dpa

El presidente palestino, Mahmud Abbas, tiene una agenda apretada estos días. El miércoles fue recibido en la Casa Blanca por Donald Trump, el próximo martes se reunirá en Ramala con el presidente alemán, Frank-Walter Steinmaier, y el jueves se verá en Sochi con el presidente ruso, Vladimir Putin.

Abbas, de 82 años, aboga ante los líderes internacionales por una solución de dos Estados para el conflicto palestino-israelí. Pero a nivel interno vive cada vez bajo una mayor presión, y no solo por el conflicto con la organización radical palestina Hamas.

«Creo que los retos a los que se enfrenta Abbas son muy graves», apunta el politólogo Ghassan Jatib. «La situación interna es miserable».

Abbas gobierna en Cisjordania con el partido moderado Al Fatah y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), mientras que Hamas controla la Franja de Gaza, con dos millones de habitantes, y Occidente apoya políticamente a Abbas.

Pero las disputas internas debilitan la posición negociadora de Abbas en el conflicto con los israelíes. Durante la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel conquistó Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza, aunque posteriormente se retiró de esta última.

Los palestinos quieren crear un Estado independiente con esos territorios y con Jerusalén Este como capital, algo impensable para Israel, que además bloquea la Franja de Gaza e impide su desarrollo económico.

La última ola de ataques palestinos dejó desde 2015 más de 40 israelíes muertos, muchos de ellos en ataques solitarios llevados a cuchilladas. En el mismo periodo murieron unos 300 palestinos, la mayoría de ellos abatidos por las fuerzas de seguridad israelíes mientras intentaban atacar.

Hamas, por su parte, niega el derecho de existencia de Israel y está considerada como organización terrorista tanto por este último como por la Unión Europea (UE) y Estados Unidos. Domina la Franja de Gaza tras las últimas elecciones parlamentarias, en 2006, y las conversaciones que hubo hasta ahora para intentar reunificar a Hamas y Al Fatah no tuvieron éxito. Eso hace que a Abbas le resulte difícil hablar en nombre de todos los palestinos, a pesar de su reconocimiento internacional.

Antes de reunirse con Trump, Abbas amenazó a Hamas con «medidas inéditas» para obligarles a ceder poder. Amenazó con no seguir pagando a Israel por la electricidad que consume la Franja. La población de Gaza vive desde hace años una gran crisis energética y últimamente sólo cuenta con seis horas de electricidad al día. Además, la organización humanitaria Oxfam advierte de que podría producirse una peligrosa crisis sanitaria y de abastecimiento de agua.

Hamas aseguró que no cedería ante las exigencias de Abbas. «El presidente Abbas no puede presionar más a la Franja de Gaza, si no le estallará en la cara y en todas direcciones», advirtió a finales de abril un importante miembro de Hamas, Jalil al Hajah. En su nuevo programa político presentado hace unos días, Hamas apenas hacia mínimos acercamientos a Al Fatah.

En tanto, dos tercios de los palestinos quieren la dimisión de Abbas, según una encuesta de la fundación conservadora alemana Konrad Adenauer Stiftung. Casi el 80 por ciento de los habitantes consideran que bajo su mandato la ANP está corrompida. Muchos le acusan de no querer preparar la llegada de un sucesor.

«Creo que bajo el liderazgo de Abbas la ANP se aisla cada vez más», advierte el politólogo Jatib. «La principal razón es que no hay elecciones», añade, algo que se debe sobre todo a la disputa entre Hamas y Al Fatah. Al menos el 13 de mayor se celebrarán elecciones locales en Cisjordania.

Muchos confían en el político palestino Marwan Barghouti, encarcelado por asesinato en Israel y considerado uno de los principales líderes de la primera y la segunda intifada. «Marwan Barghouti es un héroe, cuenta con una gran credibilidad entre los palestinos», afirma Omar Shaban, director de la organización PalThink para Estudios Estratégicos en Gaza.

Barghouti, de 57 años, está en una prisión israelí desde 2004. A mediados del pasado abril encabezó una huelga de hambre a la que se unieron más de mil presos para protestar por sus condiciones carcelarias.

«Israel, la potencia ocupadora, violó el derecho internacional en muchos aspectos durante 70 años y hasta ahora nunca fue sancionada por sus actos», escribió en un artículo para «The New York Times». Según la sentencia, Barghouti todavía tendrá que permanecer décadas en prisión.

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