Por MARTÍN MEJÍA
LIMA
AGENCIA/AP
Amanece frío bajo el cielo plomizo de Lima, pero en el barrio El Porvenir el ambiente está caliente a la expectativa del inicio de «El Mundialito», el campeonato de fútbol callejero más famoso del país.
Desde el día anterior la gente acampa en improvisadas tribunas alrededor de la calle donde se juegan los encuentros del torneo que desde hace más de medio siglo se celebra a inicios de mayo. Los que no tuvieron suerte pueden alquilar por dos dólares una ventana en un edificio cercano y así no perderse ningún partido de este campeonato también conocido como «la fiesta del pueblo».
La costumbre de jugar entre los vecinos de El Porvenir empezó en la década de 1950 como un desafío a la dictadura militar de Manuel Odría (1948-1956), que prohibió jugar en las calles durante su gobierno.
El torneo tiene un gran atractivo en Perú, un país que no clasifica a una Copa Mundial desde 1982.
«Aquí se juega a patada limpia, esto es para machos y ser árbitro es para locos», dice a The Associated Press Teodoro Aquino mientras toma unas cervezas con amigos antes del primer partido del día. Aquino ha sido testigo por cuatro décadas de este campeonato al que asisten los habitantes de los barrios plagados por la delincuencia de Lima.
Cada uno de los 56 equipos viene con sus simpatizantes para defender cada gol, así sea a golpes, por lo que medio centenar de policías antidisturbios custodian los alrededores de la cancha. Los agentes van contra los aficionados que intentan invadir el campo durante las pausas entre los juegos, mientras vendedores se mueven entre las multitudes para vender gelatina y papas al horno.
Los árbitros reciben un cuidado especial porque parte del medio millar de asistentes nunca está de acuerdo con sus decisiones y les arrojan botellas, huesos de pollo y otros residuos. Pero los referís no se quedan en silencio y responden con palabras duras para mostrarse inmunes a la presión de las tribunas.
Los jugadores rezan antes de entrar al campo y los aficionados encienden bengalas desde las orillas.
Al final de la jornada en la que se juegan unos 30 partidos el equipo «Purito Barrios Altos» se lleva una copa que imita a la de la FIFA, un premio equivalente a 2 mil 500 dólares y 12 pares de botines.