Por PETER PRENGAMAN
RÍO DE JANEIRO
AGENCIA/AP

Mientras hacía campaña en procura de la alcaldía de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, un obispo pentecostal retirado, aseguró que su fe no interferiría con su manejo de la ciudad.

_17 BEste excantante de música religiosa y misionero, figura importante de una de las iglesias evangélicas más influyentes de Brasil, sacó el 59% de los votos y asumió el 1 de enero. No ha cumplido dos meses en el cargo y ya enfrenta una dura prueba con la llegada del carnaval, caracterizado por los excesos, con mucha bebida, drogas, bailes las 24 horas y relaciones sexuales libres.

La alcaldía dijo que Crivella probablemente no participe en las festividades, que arrancaron ayer.

Muchos se preguntan hasta qué punto estará involucrado con esta fiesta típica de Río. Por ejemplo, ¿entregará las llaves de la ciudad al ‘Rei Momo’, el rey de la fiesta y de los deleites carnales, como es la tradición? ¿Se lo verá en fotos junto a una escuela de samba y a voluptuosas mujeres casi desnudas?

La perspectiva de que no participe en la máxima atracción de la ciudad, que se espera genere mil millones de dólares en ingresos, tiene a muchos rascándose la cabeza y a otros exasperados.

A la luz de la crisis económica que enfrenta Río, «no presentarse al carnaval no parece algo inteligente», dijo Bernardo Mello Franco, columnista del diario Folha de Sao Paulo. «Nadie le pide que abrace a una mujer medio desnuda. Su función es protocolar».

«El alcalde debe participar en el carnaval», sostuvo Haroldo Costa, historiador cultural de Río. «Es el anfitrión».

La oficina de Crivella se abstuvo de programarle entrevistas y no dijo qué hará durante el Carnaval si es que no participa. Medios locales han dicho que viajaría a Israel.

En una declaración a Associated Press, un portavoz de Crivella dijo que el alcalde era responsable de «asuntos relacionados con la administración y la infraestructura de Río de Janeiro» y que su fe «no es un tema relevante para la ciudad ni para la fiesta» del carnaval.

Muchos cariocas, sin embargo, no parecen de acuerdo. El diario O Globo, el más grande de la ciudad, recapituló lo que hicieron otros alcaldes durante el carnaval y dijo que si Crivella no va, sería el primer alcalde de la era moderna que no participa de la ceremonia inaugural, al menos en su primer año en el cargo.

Su aparente indiferencia contrasta con la actitud del exalcalde Eduardo Paes, que participó prominentemente en el carnaval durante sus ocho años de gestión.

Josue Valandro Jr., pastor de una iglesia bautista de Río que participa en algunos aspectos folclóricos tradicionales del carnaval, dijo que hay que respetar lo que decida hacer Crivella.

«La sociedad siempre dice que los evangélicos son moralistas», expresó Valandro. «Crivella no está obligado a entregar la llave (de la ciudad). Hay que aprender a respetar a los demás».

La participación en el carnaval no sería algo nunca visto entre los evangélicos, algunos de los cuales organizan fiestas callejeras y usan la fiesta para reclutar fieles.

Los evangélicos están muy involucrados en la política de un país que registra un extraordinario crecimiento de sus iglesias y es al mismo tiempo la nación con más católicos del mundo.

El 22% de los brasileños se identifican hoy como cristianos evangélicos, comparado con el 17% de 1970. Una escasez de curas católicos combinada con la disposición de los evangélicos a trabajar en las favelas, abrumadas por el tráfico de drogas y la violencia, ayudó a movilizar a los votantes.

El «bloque evangélico» del Congreso suma una quinta parte de las bancas en las dos cámaras y es una fuerza política que incidió en la destitución de la presidenta Dilma Rousseff el año pasado y que impulsa políticas conservadoras.

De todos modos, muchos brasileños rechazan la fe evangélica y consideran que va en contra de la actitud de «vive y deja vivir» predominante en el país. Fue así que Crivella, quien fue elegido dos veces senador nacional, aprendió a ampliar su base.

Cuando se postuló a la alcaldía el año pasado, este integrante de la Iglesia Universal del Reino de Dios, de 59 años, prometió que no se metería con los grandes eventos de la ciudad, como el carnaval o el desfile gay anual. También ofreció disculpas por unos comentarios que hizo sobre los gays, el catolicismo y las religiones afrobrasileñas en un libro sobre su trabajo como misionero en África.

Para el único legislador gay de Brasil, Jean Wyllys, representante de Río, de no participar, Crivella estaría diciendo que «solo gobierna para los evangélicos».

«En ese caso», agregó, «no debería haberse postulado para alcalde».

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