Washington
DPA

Cuando el vicepresidente Joe Biden recoja sus cosas en su despacho los próximos días, se marchará el hombre que más estrechamente ha trabajado con el presidente Barack Obama durante estos últimos ocho años y con quien mantiene una profunda amistad.

Al político de 74 años le hubiese gustado ser presidente, pero no lo consiguió. Su lengua en ocasiones demasiado suelta puso en compromiso al mandatario en más de una ocasión, como cuando respaldó el matrimonio homosexual obligando al mandatario a pronunciarse sobre ello.

Obama se decidió por Biden como su compañero de fórmula sobre todo por su experiencia. Tras 36 años en el Senado de Estados Unidos, Biden demostró tener algo de lo que Obama carecía cuando llegó a la Casa Blanca: un tesoro de conocimientos en materia de política exterior y de seguridad.

Y en esas áreas el jurista tuvo un papel clave como asesor de Obama. Biden visitó decenas de países y el presidente consideró ante todo mérito suyo haber logrado que el Senado aprobase el nuevo Tratado START con Rusia para la reducción de misiles de largo alcance.

Nacido en el seno de una familia obrera católica en Pennsylvania, en 1973 ingresó por primera vez en el Senado como el quinto miembro más joven en esa cámara en la historia de Estados Unidos.

Considerado un orador brillante, durante sus muchos años allí, se convirtió en un peso pesado en la política y desempeñó una labor desatacada en los comités de Justicia y Exterior.

En el ámbito privado, Biden sufrió duros golpes del destino. Su primera mujer y su hija de un año murieron en 1972 en un accidente de tráfico, en que sus dos hijos sufrieron heridas graves.

Crió a sus dos hijos solo, para lo cual viajaba todos los días en tren ida y vuelta entre Delaware y Washington, ya que entonces ya era senador.

En 1977 se casó con la pedagoga Jill Jacobs. Y en 1988 superó un aneurisma cerebral que había puesto en riesgo su vida.

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