JERUSALÉN
AP
La furiosa reacción del gobierno israelí a la adopción del Consejo de Seguridad de la ONU de una resolución que se opone a los asentamientos judíos en territorio ocupado pone de relieve su fundamental y acérrima disputa con la comunidad internacional respecto al futuro de Cisjordania y Jerusalén oriental.
El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu insiste que no hay nada malo en su controversial política de construir poblados judíos en áreas ocupadas que los palestinos, con un abrumador apoyo mundial, reclaman para su Estado. Pero el reproche de la Organización de las Naciones Unidas fue un severo recordatorio que el resto del mundo lo considera un crimen.
El controvertido líder está ahora depositando sus esperanzas en el gobierno entrante de Donald Trump, el cual está desarrollando como el primer actor principal que acogerá a la derecha nacionalista de Israel y a sus asentamientos en Cisjordania.
En una serie de declaraciones, Netanyahu ha criticado al gobierno de Barack Obama por permitir que se aprobara el viernes la Resolución 2334 al abstenerse de votar, y utilizó un lenguaje sin precedentes que ha convertido un desacuerdo de política en una venganza personal.
«De la información que tenemos, no tenemos duda de que el gobierno de Obama la inició, la respaldó, coordinó la redacción y exigió que fuera aprobada», dijo ayer Netanyahu a su gabinete respecto a la resolución.
Al dirigir su enojo hacia el más cercano y más importante aliado de Israel, Netanyahu ha minimizado la vergüenza de que todos los otros 14 países miembros del Consejo de Seguridad votaron a favor de la medida. Esos votos provinieron de naciones de las cuales Netanyahu gusta jactarse de cultivar relaciones, incluyendo Rusia y China y otros países en el mundo en desarrollo.