Madrid
DPA

Los socialistas españoles celebra este fin de semana un cónclave crucial para su futuro y el de España, en el que tendrán que decidir si facilitan un Gobierno del conservador Mariano Rajoy, poniendo fin a un bloqueo político de más de diez meses, o lo rechazan y abocan al país a unos nuevos comicios.

Con el partido dividido en dos y sumido en una profunda crisis, todo apunta a que resultará vencedor el sector que apuesta por abstenerse en el hipotético proceso de investidura de Rajoy, quien ganó las elecciones de diciembre y las de junio sin mayoría absoluta.

El Comité Federal, uno de los órganos más importantes del Partido Socialista (PSOE), debatirá y votará la postura a adoptar a pocos días del final del plazo establecido para formar Gobierno en España, que expira el 31 de octubre. Se espera que, si el PSOE decide abstenerse, la sesión de investidura se celebre en los días previos.

Eso pondría fin a más de diez meses de bloqueo político en España, en los que los partidos fueron incapaces de ponerse de acuerdo para formar Gobierno y en los que se celebraron dos citas electorales: las primeras, el 20 de diciembre; las segundas, el 26 de junio.

En ambas resultó vencedor el Partido Popular (PP) de Rajoy, tradicional adversario del PSOE, que quedó segundo en las urnas. Los dos partidos gobernaron de forma alterna España desde los años 80.

Ahora, una parte de los socialistas ve como una traición ayudar al PP a formar Gobierno, mientras que otra considera que es «un mal menor» ante la posible repetición de elecciones, las terceras en un año.

El debate provocó un cisma sin precedentes en un partido que obtuvo en las recientes elecciones los peores resultados de la historia, pese a mantenerse por delante de las llamadas «nuevas» formaciones, la izquierdista Podemos y la liberal Ciudadanos.

En septiembre, un grupo de dirigentes socialistas trató de forzar la retirada de su líder, Pedro Sánchez, quien había defendido contra viento y marea un «no» rotundo a Mariano Rajoy, planteando un Gobierno alternativo con apoyos de otras fuerzas políticas.

El secretario general, que fue elegido directamente por la militancia en 2014, hizo frente a sus críticos y propuso unas elecciones internas con el fin de que fueran las bases las que decidieran en última instancia la postura a adoptar ante la investidura de Rajoy.

La reunión para votar este planteamiento se convirtió, en la sede nacional del PSOE, en Madrid, en una guerra abierta con gritos, enfrentamientos e incluso lágrimas. Decenas de militantes se concentraron ante las puertas para apoyar a Pedro Sánchez, quien dimitió ante la falta de apoyos de sus compañeros.

Casi tocado de muerte y sumido en una extrema debilidad, el partido quedó en manos de una gestora. Su presidente, Javier Fernández, ha sido desde entonces el interlocutor de Rajoy y el que ha llevado la batuta de las negociaciones externas e internas.

Sin embargo, se apunta como principal impulsora del golpe de mano contra Sánchez a Susana Díaz, presidenta de la región de Andalucía -el mayor granero de votos del PSOE en España- y su máxima rival interna. La federación andaluza, la más importante del partido, se declaró por primera vez hace unos días a favor de la abstención.

En el otro lado, el PSOE de Cataluña reitera su rechazo a dejar gobernar a Rajoy, hasta el punto que ha llegado a amenazar con incumplir la disciplina de voto en la votación de investidura. Su recién reelegido líder, Miquel Iceta, se ha convertido en uno de los grandes defensores de Sánchez y de su «no» a un Gobierno del PP.

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