Washington
POR DPA
Donald Trump ha llegado a las puertas de las elecciones en Estados Unidos sin haber pronunciado una sola frase en español, algo desconocido en un país en el que todos los candidatos republicanos de los últimos tiempos se han preocupado por acercarse a una población hispana que no ha dejado de cobrar fuerza.
La primera vez que se le escuchó decir una palabra en español al magnate neoyorquino fue en el tercer y último debate electoral contra Hillary Clinton, la noche del miércoles en Las Vegas. Y fue eso literalmente: una palabra, y además con connotación peyorativa.
«Tenemos algunos hombres malos (en Estados Unidos) y vamos sacarlos», proclamó Trump, pronunciando el término «hombres» en español. El hashtag #badhombres se convirtió en trending topic en Twitter inmediatamente, con unas 134 mil menciones.
Trump hablaba sobre inmigración, sobre el muro que quiere construir en la frontera con México, sobre sus planes de expulsión de los más de 11 millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, la mayor parte de origen hispano y, dentro de estos, la mayoría mexicanos. A estos los ha llamado «violadores» y «criminales». Esos son los «hombres malos» de los que habló en español la noche del miércoles.
A lo largo de más de año y medio de campaña, Trump se ha mantenido fiel a la frase que lanzó contra Jeb Bush durante las primarias demócratas. «Este es un país en el que hablamos inglés, no español», espetó a su contrincante y ex gobernador de Florida, a quien buena parte de la opinión pública estadounidense contemplaba entonces como el probable candidato a enfrentarse con Hillary Clinton en las urnas.
El texano Bush, que vivió en México y Venezuela y cuya mujer es mexicana, habla un español casi perfecto y lo emplea mucho y contra eso arremetió justamente el multimillonario.
Trump ha sido el primer candidato republicano en 20 años que no ha usado ningún tipo de comunicación electoral en español, excluyendo a la comunidad que más ha crecido en los últimos años. Ya son 55 millones de hispanos los que viven en Estados Unidos.
Casi 24 millones de personas de origen latino, un 11 por ciento del censo, tienen derecho a votar en los comicios del 8 de noviembre. Los cálculos de los institutos demoscópicos apuntan a que lo harán unos 13 millones. Trump no ha gastado un solo dólar en dirigirse a ellos en español.
LA ESTRATEGIA DEMÓCRATA
Enfrente está Hillary Clinton, cuya campaña emite continuamente anuncios en español y una cuarta parte de cuyo equipo, según informaba CNN recientemente, habla esa lengua.
Esta semana, el compañero de fórmula de Clinton, el aspirante a vicepresidente Tim Kaine, pronunció un mitin en Miami íntegramente en español. El ex misionero jesuita en Honduras concedió también esta semana una entrevista a Telemundo en la que sólo habló en esta lengua.
Para los periodistas hispanoparlantes en Estados Unidos, comunicarse en español con un portavoz demócrata es algo habitual. En el caso de la campaña de Trump, es prácticamente imposible lograr tal cosa.
El único gesto que ha hecho Trump a los latinos a lo largo de su campaña fue crear un consejo asesor hispano en agosto, cuando parecía que podía querer intentar enderezar su relación con esta comunidad.
Sin embargo, no había pasado ni un mes cuando varios miembros anunciaron su dimisión. «Nos ha usado como atrezo», dijo Jacob Monty, uno de ellos, tras el duro discurso sobre inmigración, aderezado con proclamas incendiarias, que Trump pronunció en Arizona pocas horas después de su visita al presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Todas las encuestas coinciden en que Trump, gane o pierda los comicios presidenciales, se convertirá el 8 de noviembre en el candidato republicano con menos apoyo de los hispanos.
El récord hasta ahora lo tenía Mitt Romney, que recibió un 27 por ciento en los comicios de 2012 frente a Barack Obama, una cifra muy baja en comparación con el 44 por ciento de George W. Bush. Las encuestas dan a Trump como mucho un 19 por ciento de respaldo latino.
¿Quedó Trump fuera de carrera?
Ya quedaron atrás tres debates electorales entre la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump y por delante quedan apenas tres semanas para las elecciones presidenciales en Estados Unidos. ¿Podrá Clinton ponerse a elegir ya el mobiliario para la Casa Blanca? A continuación, algunas claves:
¿Cómo es la situación después de los tres debates?
Hillary Clinton se impuso en los tres duelos televisivos, según encuestas realizadas al término de los mismos. Después del último encuentro, celebrado la pasada noche en Las Vegas, la preparación y estrategia de la candidata demócrata fue evaluada como ejemplar. «Clinton lo destrozó», escribió el Portal Vox.com, en referencia al efecto causado sobre el republicano.
¿Qué queda en limpio después del tercer debate?
Sobre todo la frase en la que Trump apunta que todavía no puede decir si reconocerá el resultado electoral del 8 de noviembre. Esto es algo que nunca había pasado y para muchos estadounidenses es simplemente un escándalo. La opinión preponderante es que está bien luchar con fervor, pero que se debe reconocer la derrota cuando se pierde, especialmente si se trata de la Presidencia de Estados Unidos. Sería la primera vez que un candidato no reconoce su derrota en las elecciones presidenciales.
¿Cómo influye esto en el resto de la campaña electoral?
Es difícil de decir qué hará Trump ahora. Si insiste en la teoría de fraude electoral y en que las elecciones le fueron arrebatadas, podría dividir aún más las aguas. Pero también parece poco probable que cambie de rumbo. Todo apunta a que Trump no está preparado para afrontar una derrota, sino más bien que buscará destruir aquello que no pueda conseguir.
¿En qué estado está la campaña actualmente?
En todas las encuestas, Trump está por detrás de Clinton. El magnate, de 70 años, parece haber salido golpeado de todos los sitios donde fue, incluso en estados que son decisivos para definir los resultados electorales. Probablemente esto tuvo mucho que ver con el primer debate televisivo, que fue cuando gran parte del electorado pudo hacerse una primera imagen del candidato. Trump dejó ahí mucho que desear y no causó buena impresión.
¿Entonces está prácticamente claro que Clinton será presidenta?
Por el momento es difícil de determinar cómo seguirá la carrera electoral. Lo cierto es que aún hay lugar para sorpresas. Por ejemplo, nadie sabe si la plataforma Wikileaks podría llegar a dañar de alguna forma a la candidata demócrata, de 68 años. Incluso puede pasar que la candidata se enferme nuevamente o que tenga lugar un ataque terrorista. Todo puede pasar y todo impactaría en la campaña electoral.
¿Qué pasará en las semanas que quedan hasta el 8 de noviembre?
Clinton buscará por todos los medios llegar a puerto seguro. Está mejor organizada que Trump y tiene más dinero que él para la campaña. Por lo pronto, intentará no dar ningún paso en falso. En cambio, Trump apuntará a aumentar la pasión de su electorado, ya que con su táctica apenas puede ampliarlo. Ya ha dicho que un Donald Trump nunca pierde.
Los tres debates presidenciales de EE. UU. en tres párrafos
En Las Vegas los candidatos presidenciales Donald Trump y Hillary Clinton se enfrentaron en el último debate presidencial televisado. ¿Qué queda en limpio de los tres encuentros de 90 minutos entre ambos?
Primer debate, 26 de septiembre, Hempstead:
Trump tuvo un buen comienzo y acorraló a Clinton. Luego perdió la iniciativa y se volvió agresivo. Clinton fue concreta y profesional, salió victoriosa en los sondeos más importantes.
Segundo debate, 9 de octubre, St. Louis:
Escenario abierto, una especie de campo de batalla. Acusaciones personales, un Trump desbocado, una Clinton inofensiva, y un nivel de discusión muy bajo. En uno de los puntos más bajos de la cultura política de Estados Unidos, un asistente se transforma en héroe al hacer una pregunta simple y objetiva sobre la política energética.
Tercer debate, 19 de octubre, Las Vegas:
Trump está mejor preparado que en los debates anteriores, pero no puede marcar una diferencia decisiva frente a una Clinton soberbia. Una gran falta de reconciliación caracteriza el último duelo, con un rechazo personal notorio. El momento decisivo del debate: Trump no dice si reconocerá el resultado final de la elección.








