JEREMIE, Haití
AP

Jislene Jean-Baptiste y sus vecinos tenían poco antes del paso del huracán Matthew por Haití, y ahora tienen mucho menos.

_Inter26_1bJean-Baptiste, una abuela que vive con sus tres hijas y sus nietos en una casa de una sola habitación en la devastada localidad de Jeremie, buscaba ayer entre los restos de su vivienda tres días después de que el meteoro arrasara el suroeste del país.

No quedaba demasiado. La marejada provocada por la tormenta superó la carretera y anegó todo lo que tenía en un agua salada que le llegó hasta la cintura, estropeando el arroz y el azúcar que vende en el mercado para mantener a su familia. Después, el viento arrancó el tejado de la vivienda.

«La tormenta fue lo más aterrador que nos ha pasado nunca aquí», dijo.

Muchos de sus vecinos atraviesan una situación tan precaria como la suya tras el paso del huracán, que además causó cientos de muertos. Se estima que al menos 350 mil personas necesitan algún tipo de asistencia en la que quizás sea la peor crisis humanitaria en el país desde el devastador terremoto registrado en enero de 2010.

Katrina Legner, de 23 años y madre de dos hijos, vio también cómo la tormenta destruía su pequeña casa de bloques de concreto antes de huir a casa de un primo, que también se inundó. «Tenemos muy poca comida y me estoy preocupando», dijo.

En medio del sufrimiento, la ayuda comenzó a llegar a la localidad costera de Jeremie, donde miles de viviendas quedaron afectadas o destruidas y muchos se enfrentan a la escasez de comida y a un riesgo cada vez mayor de un brote de cólera. Docenas de jóvenes acudieron a la pequeña pista de aterrizaje junto a la costa para ver cómo un helicóptero descargaba cajas de alimentos y agua.

«Mi casa está totalmente destrozada y escuché que estaban trayendo comida», dijo Richard David, de 22 años y uno de los que acudió al aeropuerto. «Hoy no he tomado nada más que agua y tengo hambre».

La Agencia de Protección Civil del país dice que la cifra de víctimas mortales se mantiene en 300 personas, pero funcionarios reconocen podría ser mayor porque el gobierno central no recibió todavía reportes de gran parte de la región de Grand Anse ya las comunicaciones con la región montañosa y rural siguen cortadas.

Saint-Victor Jeune, funcionario de Protección Civil en Beaumont, en las montañas próximas a Jeremie, apuntó que las autoridades no registraron los 82 cuerpos hallados por su equipo por las malas comunicaciones. La mayoría parecía haber muerto por el impacto de escombros arrastrados por los vientos de 235 kilómetros por hora (145 millas/hora) que barrieron la zona el martes.

«Aun no tuvimos ningún contacto con Puerto Príncipe y hay lugares a los que todavía no hemos llegado», señaló Jeune mientras registraba la zona con sus compañeros, todos equipados con chalecos naranjas.

El huracán dejó signos de devastación en toda la península suroccidental. En las afueras de Jeremie, las casas en ruinas se sucedían una tras otra. Drew Garrison, un misionario asentado en Haití que voló a la región el viernes, dijo que varias localidades de pescadores estaban anegadas y que pudo ver cadáveres flotando en el agua.

«Todo lo que no era de concreto estaba arrasado», manifestó Garrison, cuya organización Mission of Hope Haití, con sede en Austin, Texas, movilizó una barcaza carga de productos de emergencia el sábado. «Había varios pueblos pequeños de pescadores que parecían desolados, sin vida».

La Organización Panamericana de la Salud y otros advirtieron de un aumento en los casos de cólera por las graves inundaciones provocadas por el meteoro. La enfermedad ha matado a aproximadamente 10 mil personas en todo el país y más de 800 mil más se infectaron desde 2010, cuando se originó el brote en una base de Naciones Unidas donde residían cascos azules de Nepal y pasó al mayor río de Haití.

En el hospital de Jeremie hay al menos 18 casos de cólera, apuntó Sophia Cheresal, coordinadora médica adjunta de Médicos sin Fronteras en Haití. «(La situación) empeora y probablemente algunas personas mueran», agregó.

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