Por ALMUDENA CALATRAVA Y LUIS ANDRES HENAO
BUENOS AIRES
Agencia/AP
Un cartel cercano al recinto donde está confinada Sandra explica el significado de orangután: «Hombre del bosque» en idioma malayo. Pero la simia de pelo rojizo permanece todavía dentro de su obsoleto encierro en el antiguo zoológico de Buenos Aires y es posible que nunca llegue a conocer la selva que habitaron sus ancestros.
Sandra está en un limbo a la espera de que se decida su suerte: el traslado a una reserva natural o su permanencia en el recinto que habita desde hace más de 20 años en el viejo zoo, recientemente convertido en Ecoparque. Para esa segunda opción, sus condiciones de vida deberán mejorar ostensiblemente, coinciden autoridades, funcionarios judiciales y biólogos.
El Ecoparque, creado por el gobierno capitalino con la idea de transformar el centenario y obsoleto zoológico porteño rodeado de edificios y del ruido de la ciudad, en un parque ecológico de preservación de la biodiversidad, pretende liberar a decenas de animales a reservas naturales. Y para aquellos que deban permanecer a causa de su longevidad, limitaciones físicas y las dificultades para su traslado, busca convertirse en un lugar de resguardo, donde su bienestar esté asegurado.
«Sandra está con su piedra atada al cuello», se lamentó a The Associated Press la jueza de Buenos Aires Elena Liberatori. La magistrada fue artífice de un fallo en 2015 que, en sintonía con otro de un tribunal penal nacional de un año antes, consideró a la orangutana sujeto no humano de derechos que merecía mejor trato y ser liberada. Fue en respuesta a una demanda de la Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales, que alertaban que la simia habitaba en un lugar inadecuado.
Sandra, de 32 años, se hizo famosa fuera y dentro de Argentina. Y su destino incierto es motivo ahora de preocupación para el Ecoparque y la justicia, que coinciden en qué hay que mejorar su estado. La cuestión es cómo.
La AP pudo observar días atrás a la simia de tierna mirada en un espacio cerrado, enrejado y de aspecto más bien lúgubre. Luego se trasladó a otro contiguo a cielo abierto, donde se tapó la cabeza con cartones, una conducta habitual en estos primates, para después llevarse a la boca pequeñas hojas que recogió del suelo. Cerca había unas pocas rocas y una estructura hecha con palos de madera y sogas. Parecía tranquila y curiosa ante las miradas ajenas.
Liberatori parece estar resignada con la posibilidad de que el animal continúe en esa residencia debido a las pocas opciones que tiene de ser trasladada.
Por un lado, explicó, existen normativas sanitarias muy estrictas de ingreso a otros países; por otro, acostumbrada a un largo confinamiento, que se remonta a su nacimiento en cautiverio en Alemania, Sandra podría sufrir un trauma con su eventual traslado a un lugar más salvaje. Además, es un híbrido de orangutanes de las islas de Sumatra y Borneo y eso implica un problema a la hora de volver a esas zonas naturales, donde no se adaptaría bien.
Liberatori debe velar porque el gobierno capitalino garantice a la orangutana la mejor atención. Así lo dispuso en junio un tribunal de alzada que, sin entrar a debatir si la simia es sujeto humano, resolvió que por lo menos es un «ser sintiente» al que hay que mejorar las condiciones de vivienda, nutrición, actividades de entretenimiento y cuidados clínicos.
La magistrada, quien a los 14 años decidió hacerse abogada para cuidar a los animales, dijo entre lágrimas que está decidida a «empujar» lo que sea necesario para proteger a Sandra, de la que tiene un retrato colgado en su despacho.
«Tengo una base, la del ‘ser sintiente’, para cambiar ese lugar de cautiverio por uno de resguardo, de vida un poco más digna», dijo. Acotó que «desearía que Sandra tuviera pasto, plantas, árboles» reales y no «un árbol de palos de madera» como al que se sube en la actualidad.
Mientras mejora el lugar que habita Sandra, el gobierno capitalino está facultado para decidir si la traslada, siempre que asegure su bienestar. La vivienda actual está constituida por tres espacios a los que se hicieron pequeñas mejoras como la instalación de sogas para que se cuelgue y transporte en altura, conseguidas por la propia jueza. Pero deberían ser agrandados y contar con elementos que le permitan elegir distintas opciones para aprender y entretenerse.
Rosario Espina, directora general de Biodiversidad en Ecoparque, dijo a la AP que este centro coincide «con las intenciones de la jueza de mejorar las condiciones de Sandra en términos de infraestructura y enriquecimiento ambiental».
Indicó que se evalúa la posibilidad de que el animal sea derivado a la reserva privada de Sorocaba, en Brasil, habitada por distintos primates, pero para ello es necesario solicitar la opinión de las autoridades brasileñas y de biólogos.
Existen algunos problemas para que esa opción se concrete. Sandra goza de buena salud pero, antes de cualquier traslado, habría que someterla a análisis clínicos que obligarían a anestesiarla, lo que pondría en riesgo su vida.
El etólogo Ricardo Ferrari consideró que con Sandra se tiende a la «sobre simplificación» ya que por un lado están los que opinan que «los animales no tienen derecho a la vida» y aquellos que sostienen que «son personas», lo que considera apreciaciones excesivas de ambos lados.
Ferrari, consultado por la jueza, dijo que la simia «tiene una conducta plástica, reacciona» y no muestra «movimientos estereotipados», es decir repetitivos y sin un fin determinado, que hagan temer que sufra. Pero su ambiente debe ser mejorado «con variadas estructuras donde elegir lo que hace y cómo», explicó. «Hay que colocar más estructuras en altura y zonas donde ella puede interactuar, que le presenten problemas y los resuelva».
El canadiense Shawn Thompson, autor de «The Intimate Ape; Orangutans and the Secret Life of Vanishing Species» (La intimidad del simio; orangutanes y la vida secreta de las especies en extinción), opinó que debe tener asegurados el derecho a la privacidad y el de socializarse cuando quiera y con quien desee.
«Sabemos que los orangutanes son seres inteligentes…deberíamos tratar a una ‘persona’ inteligente como Sandra con humanidad y reconocer que goza de ciertos derechos básicos relacionados con la calidad de su vida».