Por MAURICIO SAVARESE y PETER PRENGAMAN,
Agencia AP
La presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff, dijo a los senadores el lunes que las denuncias en su contra carecen de méritos y que la historia juzgará al país si la destituyen.»Sé que seré juzgada, pero mi conciencia está limpia No he cometido delito», dijo Rousseff al iniciar su alegato.
Rousseff recordó a los senadores que fue reelegida en 2014 por 54 millones de votantes. Añadió que en todo momento se atuvo a la constitución e hizo lo mejor para el país.
En sus palabras, «no puedo sino sentir la amargura de la injusticia de este proceso».
La presidente izquierdista, que está en la mitad de su segundo período, es acusada de violar normas fiscales para ocultar problemas del presupuesto. Ella sostiene que no ha violado norma alguna y que sus adversarios están llevando a cabo un «golpe de estado».
Durante su alegato de 30 minutos, Rousseff sostuvo que a principios de 2015 la oposición en el Congreso empezó a generar un clima de inestabilidad al negarse a negociar y arrojar «bombas fiscales» en momentos que disminuía la recaudación.
Dijo que el proceso ha exacerbado la recesión en la economía más grande de Latinoamérica, en respuesta a un argumento frecuente de la oposición según el cual ella debe ser destituida para que mejore el clima financiero.
Rousseff fustigó al presidente interino Michel Temer como «usurpador». Temer, su vicepresidente convertido en su némesis, asumió la presidencia interina en mayo, cuando el Senado votó suspenderla durante 180 días mientras se preparaba el juicio. En caso de destitución, Temer cumplirá el resto del período, que finaliza en 2018.
Rousseff ha dicho que los brasileños nunca hubieron elegido a un hombre que formó un gabinete exclusivamente de hombres blancos en un país en que más del 50% de la población no es blanca. El gabinete instalado por Temer en mayo ha recibido fuertes críticas por su falta de diversidad. Tres de sus ministros tuvieron que renunciar en menos de un mes al ser acusados de corrupción.
Rousseff dijo que el proceso fue iniciado por Eduardo Cunha, el ex presidente de la cámara baja, acusado de corrupción. Dijo que él trató de «extorsionarla» para que el Partido de los Trabajadores votara contra una investigación en su contra por faltas éticas.
Rousseff dijo que era una «ironía de la historia» que gente acusada de crímenes graves la juzgara por crímenes que no cometió.
«Les pido que sean justos con una presidenta honesta», dijo con voz alterada por la emoción hacia el final de su alegato.
La comparecencia de Rousseff en su juicio político es la culminación de un enfrentamiento que se remonta a fines del año pasado, cuando la oposición presentó la moción de destituirla. En los próximos días, el Senado, en su carácter de juez, decidirá si la destituye.
Varios cientos de manifestantes concentrados frente al Congreso la aplaudieron a su arribo. Frente al Congreso se erigió un gran muro para separar a partidarios de Rousseff de los activistas a favor de la destitución.
Rousseff compareció el cuarto día del juicio, después de sesiones en las que hubo insultos, gritos y una declaración del presidente del Senado, Renan, Calheiros, de que «la estupidez es infinita».
El juicio es presidido por el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, quien antes del discurso advirtió que los senadores y espectadores debían guardar silencio.
Al finalizar el alegato, muchos senadores aplaudieron, y Lewandowski suspendió inmediatamente la sesión.
«Esto es un juicio, no un debate político», dijo.