Por JACQUES BILLEAUD y ALAN CLENDENNING
PHOENIX, Arizona, EE.UU.
Agencia/AP

Es un hispano espigado de entre 20 y 30 años que conduce por las calles oscuras de ciertos vecindarios de Phoenix, predominantemente latinos y pobres, mezclándose entre la gente mientras selecciona su objetivo. Dispara desde una ventanilla abierta o se baja del automóvil para matar a quemarropa antes de alejarse del lugar.

El llamado «Serial Street Shooter», o Asesino Serial Callejero, ha matado a siete personas y herido a otras dos en nueve ataques desde marzo que han sembrado el temor en Phoenix y han provocado que la policía pida ayuda de la sociedad en un vecindario en el que muchos habitantes son inmigrantes renuentes a hablar por miedo a ser deportados.

Solo ataca tras la puesta del sol y antes del amanecer y, con una excepción, todos sus asesinatos han ocurrido en la sección Maryvale de la ciudad.

Entre las víctimas está una niña de 12 años que fue muerta a disparos junto con su madre y un amigo de la mujer. En su ataque más reciente, el 11 de julio, un hombre y un niño de 4 años resultaron ilesos luego de que disparó hacia el vehículo en el que estaban sentados.

Los investigadores siguen cientos de pistas en un intento por averiguar si los vecinos o las cámaras de seguridad captaron alguna imagen del asesino. Han colocado agentes encubiertos en patrullas adicionales, reciben ayuda del FBI y tienen la esperanza de que alguien que conozca al atacante hable con las autoridades.

«Hay alguien con quien ha hablado sobre esto», dijo el sargento Jonathan Howard, portavoz de la policía de Phoenix. «Este tipo mató a balazos a una niña de 12 años. Esperemos que a alguien le remuerda la conciencia».

Los expertos en asesinos seriales señalan que, dados sus descarados ataques al aire libre, tarde o temprano cometerá un error, si es que aún no lo ha hecho.

A diferencia de otros homicidas seriales, que a menudo se mantienen en las sombras, este ha dejado que algunos testigos capten vistazos de él, permitiéndole a la policía crear un retrato hablado que ya circula. Los detectives también encontraron cartuchos de bala en cuatro escenas del crimen, aunque las autoridades no revelaron los resultados de los análisis balísticos sobre el tipo de arma o armas que fueron utilizadas.

Pese a que Maryvale tiene un índice delictivo superior al de muchos otros vecindarios de Phoenix, las estadísticas policiales demuestran que durante la última década se ha convertido en un lugar más seguro, pero ahora algunos residentes no salen al anochecer, con lo que abandonaron una costumbre del vecindario de sentarse en sus jardines delanteros al anochecer, cuando disminuye el intenso calor de verano.

Mientras se toma un descanso de pintar la casa que está renovando, el empleado de construcción Marco García expresó que está alerta a cualquier actividad sospechosa, pero que el hombre al que busca la policía —joven e hispano–, no llamaría la atención en Maryvale.

Los automóviles que ha utilizado el asesino —descritos por los testigos como un Nissan café de finales de la década de 1990, un BMW negro de esa misma época y un Cadillac o Lincoln blanco— son como muchos de los vehículos que se conducen en Maryvale, dijo García.

«Cualquier persona que pasa por aquí tal vez lo sea y nosotros sin conocer su rostro, pues no sabemos», aseguró.

Otro factor que complica la búsqueda: Muchos habitantes de Maryvale son inmigrantes que están sin permiso en Estados Unidos o no tienen la documentación al día por lo que temen ser deportados si acuden a la policía, informó Maribel Díaz, de un grupo de vigilancia vecinal que entrega panfletos con el retrato hablado del asesino. Esos temores se derivan de la mano dura del jefe de policía Joe Arpaio contra la inmigración y las estrictas leyes migratorias de Arizona.

«Puede ser que alguien haya visto algo y por temor no lo haya reportado», comentó Díaz.

Las autoridades no han revelado la evidencia con la que cuentan, pero sería casi imposible recuperar ADN del atacante en las escenas del crimen, a menos que haya tocado a algunas de las víctimas o dejado un objeto con su ADN, comentó Jack Levin, criminalista de la Universidad Northeastern en Boston.

El primer tiroteo ocurrió el 17 de marzo, cuando el Nissan pasó junto a tres adolescentes en Maryvale y de inmediato dio una vuelta en U. Un reporte de la policía señala que el conductor vestía un sombrero y disparó una pistola, cuyas balas impactaron a un joven de 16 años en el brazo, el abdomen y la cadera. Sobrevivió y describió lo que vio.

El 1 de abril, Diego Verdugo Sánchez, de 21 años de edad, se convirtió en su primera víctima fatal al salir de la casa de la madre de su novia para cerrar la puerta de su camioneta. Recibió cinco disparos en el pecho.

Un testigo aseguró haber visto a una persona en el asiento trasero del automóvil que dejó la escena del crimen, lo que llevó a la policía a advertir que el asesino podría tener un cómplice.

Verdugo Sánchez tenía una condena por robo en propiedad ajena y, de acuerdo con un informe policial, había consumido drogas en el pasado, lo que generó sospechas de que fue blanco del asesino por estar involucrado en actividad delictiva. Sin embargo, la policía descartó esa posibilidad.

El ataque más mortífero fue el 12 de junio, cuando el hombre detuvo su vehículo, se bajó y mató a tiros a Angela Rochelle Liner, Stefanie Ellis y la hija de Ellis, Maleah, de 12 años de edad, mientras estaban sentadas en un automóvil estacionado para escuchar música frente a una casa. Liner tenía en su poder 2 mil 900 dólares, pero el asesino no los tomó.

Hace una década, seis personas murieron por balazos disparados al azar y 19 más resultaron heridas entre 2005 y 2006. Ese caso que aterrorizó a la ciudad se resolvió cuando un amigo de parranda de los dos asesinos informó a la policía.

Es posible que el Serial Street Shooter «se vuelva cada vez más atrevido», agregó Scott Bonn, profesor de criminalística y sociología en la Universidad Drew en Madison, New Jersey. «Pero a la larga cometerá un error».

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