Por SUSANNAH GEORGE
AMIRIYAH AL-FALLUJAH / Agencia AP

Mientras la atención política y militar de Irak se centra en el norte en la lucha contra el grupo Estado Islámico, las victorias militares que llevaron a las fuerzas iraquíes a las puertas de Mosul han dejado a su paso ciudades, aldeas y pueblos destrozados en el corazón suní de Irak.

La región de Anbar ha asistido a la fase militar más exitosa hasta la fecha de los combates por tierra contra la milicia radical. Pero en lugar de restaurar el orden gubernamental, los servicios y la seguridad, la liberación a manos de las tropas iraquíes, a menudo respaldadas por la coalición que lidera Estados Unidos, sólo ha trasladado a muchos habitantes de una zona de espera a otra.

_2Para Ali Athab, su recuerdo más doloroso de vivir bajo el régimen del grupo EI en Fallujah fue ver cómo empeoraba la salud de su hija. Nacida con un trastorno neurológico poco común, su hija Zeina había recibido tratamiento en un hospital de la ciudad que ayudaba a controlar sus ataques. Pero una vez el grupo extremista consolidó su poder sobre Fallujah, situada a menos de una hora por carretera de Bagdad, casi todos los médicos huyeron.

«Empezaba a estar mejor, pero ahora ha dejado de hablar», dijo, explicando que a los pocos médicos que se quedaron solo se les permitía atender a combatientes del grupo armado.

Primero se disparó el precio de los medicamentos, y después se hizo imposible conseguir fármacos especializados.

Athab, de 34 años, dijo que había rezado por la liberación, confiando en que una vez la ciudad fuera retomada por tropas del gobierno, su hija podría volver al médico. Pero más de un mes después de la expulsión del grupo EI, la Fallujah sigue siendo una ciudad fantasma y Athab y su familia están varados en un campamento en el límite de la provincia de Anbar.

La familia se sumó este año a más de un millón de habitantes de la región que se han visto obligados a dejar sus hogares desde 2014.

En el pequeño campo construido a toda prisa a las afueras de Amiriyah al-Fallujah, una única clínica portátil ofrece antibióticos y analgésicos. En Bagdad, apenas a 40 kilómetros (25 millas) de distancia, la pequeña Zeina, de 8 años, podría tener acceso al tratamiento que necesita. Pero su familia, residente en Anbar, no tiene los documentos necesarios para cruzar a la provincia de Anbar.

«Se asume que después de derrotar a Daesh se puede recomponer el país, y en esencia crear una nueva nación, pero eso no es lo que estamos viendo en Anbar», dijo un diplomático occidental con sede en Bagdad, empleando un acrónimo en árabe para referirse al grupo extremista EI.

Por el contrario, la industria y la agricultura se han paralizado, las escuelas están cerradas, las redes eléctricas no funcionan y muchas carreteras siguen siendo impracticables. En ese vacío, la política tribal está ganando peso y las familias adoptan hábitos más conservadores, dijo el diplomático, que habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a informar a los medios.

Aunque las fuerzas de seguridad iraquíes gestionan bases de datos para identificar a posibles combatientes del grupo EI entre los civiles, buena parte del proceso de filtrado se ha entregado a autoridades y comunidades locales.

En uno de los campamentos para desplazados más grandes en Amiriyah al-Fallujah, un grupo de mujeres se reunió en torno a un convoy humanitario pidiendo ayuda. Todas tenían hijos que fueron detenidos al huir de Fallujah, y dos semanas después las mujeres desconocían su paradero o quién los retenía.

Los detenidos dicen que las tribus y familias poderosas acusan a sus rivales de ser simpatizantes extremistas para resolver disputas de sangre, deudas impagadas y agravios que se remontan a varias generaciones.

Los vecinos de Anbar dicen sentirse cada vez más alienados del gobierno central, varados en campos para desplazados o hacinados con familiares lejanos. La gran mayoría de la ayuda de la que cada vez dependen más no viene del gobierno central, sino de líderes políticos, tribales o religiosos de la zona.

Athab describió los últimos 13 años de violencia cíclica como agotadores.

«Ésta es la tercera vez que le pasa esto a Fallujah», dijo en referencia a las dos ofensivas que lideró Estados Unidos a mediados de la década de 2000 contra insurgentes de Al Qaeda en su ciudad natal. La batalla contra el grupo EI este año fue la primera que le hizo abandonar la ciudad, y Athab prometió que sería la única.

«Ya no quiero vivir en Anbar», dijo. «Fallujah está acabada, puede quedársela».

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