MANILA
AP

El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, canceló una orden de alto el fuego anunciada hace unos días, luego de que la guerrilla comunista mató a un miliciano del gobierno y se negó a declarar su propia tregua antes del plazo impuesto, que se cumplió hoy.

Fue la primera brecha en lo que había sido una relación floreciente entre Duterte, que se hace llamar un presidente de izquierda, y los guerrilleros maoístas, que han estado librando una de las insurgencias comunistas más viejas de Asia.

Ambas partes habían acordado reanudar las conversaciones de paz el próximo mes en Noruega y no quedó claro por el momento si los últimos hechos afectarán los planes de las conversaciones.

Después de retirar su orden de cesación de hostilidades, Duterte emitió un comunicado anoche diciendo que había ordenado a todas las fuerzas del gobierno declararse en estado de alerta y «continuar ejerciendo sus funciones normales y neutralizar todas las amenazas a la seguridad nacional, proteger a la ciudadanía, hacer cumplir las leyes y mantener la paz nacional».

Duterte, quien fue juramentado el 30 de junio, declaró la tregua el lunes durante su discurso a la nación, una señal de sus fuertes relaciones con los rebeldes maoístas. Dos días después, sin embargo, los rebeldes mataron al miliciano e hirieron a otros cuatro en la provincia sureña de Davao del Norte, lo que enfureció a Duterte.

El presidente exigió a los rebeldes una explicación del ataque y les dio hasta las 5 de la tarde de hoy para que declararan su propio alto el fuego. Los rebeldes no declararon la tregua para cuando se cumplió el plazo, pero dijeron que harán un anuncio hoy por la noche.

Los milicianos atacados regresaban a sus bases después de una misión de seguridad tras la declaración de tregua de parte de Duterte cuando fueron atacados por los rebeldes, dijo el ejército.

Duterte voló a Davao del Norte ayer para asistir a los funerales del miliciano. Visiblemente molesto, le preguntó a los rebeldes si iban a igu alar su alto el fuego.

La insurgencia comunista ha dejado cerca de 150 mil combatientes y civiles muertos desde que estalló a finales de la década de 1960. Asimismo, ha impedido el desarrollo económico, especialmente en el campo, donde los insurgentes maoístas están activos.

No quedó claro por el momento si las diferencias que surgieron entre Duterte y los insurgentes afectarían la planeada reanudación de las conversaciones de paz, previstas del 20 al 27 de agosto en Oslo, la capital noruega.

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