Washington
DPA

Barack Obama lo dio todo para convencer a los británicos de que no abandonaran la Unión Europea. Se mostró sorprendentemente duro y claro en Londres junto a un confiado David Cameron para hacer campaña en contra del «Brexit», pero no sirvió de nada. Ahora, al Presidente de Estados Unidos sólo le queda decir a los británicos que, «pese a todo», ambos países seguirán manteniendo una «relación especial».

Lo cierto es que esa special relationship entre Reino Unido y Estados Unidos podría acabar siéndolo mucho más. Pues el resultado del referéndum en la antigua potencia colonial es para Washington un pájaro de mal agüero de cara a las elecciones de noviembre.

Con un gran sentido de la oportunidad, Donald Trump felicitó ayer desde Escocia a los británicos. Se mostró tranquilo, amable y confiado, con su gorra blanca en la que se leía Make America Great Again (Hagamos de nuevo grande a EE. UU.). Su mensaje venía a decir que, igual que los británicos habían «recuperado su país», él haría lo propio en Estados Unidos.

Los paralelismos son claros: una población ampliamente confundida por la hiperglobalización; votantes blancos de mediana edad que se sienten apartados y solos; salarios que se estancan en medio de la controvertida cuestión de la inmigración; un populismo descarado, que juega con el resentimiento racista ignorando los datos mientras las élites quedan apartadas del resto de la población. Y todo ello coronado por la sensación sanadora de que es necesario romper con algo.

Y hay más: sólo pensar en el llamativo cabello que comparten Boris Johnson y Donald Trump y la posibilidad de que el primero acabe como premier británico y el segundo, como presidente de Estados Unidos, hace que la «relación especial» entre ambos países cobre un nuevo cariz.

La amenaza de lo desconocido domina el statu quo y, como apunta «The New York Times», el cambio lleva la voz cantante: Si «¡lo importante es cambiar!» continúa siendo el lema del año electoral estadounidense, los demócratas tendrán las cosas difíciles el 8 de noviembre.

Hillary Clinton tendrá que atraerse rápidamente a los muchos millones de simpatizantes de Bernie Sanders si no quiere acabar siendo una fría mujer de Estado chamuscada por las brasas que enciende Trump. Y es que el izquierdista Sanders abordaba justo los problemas que han desempeñado un papel determinante en Reino Unido.

A los estadounidenses les interesa sólo de manera relativa lo que ocurre fuera de sus fronteras, pero la salida de Reino Unido de la UE sí ha tenido un efecto notable. El resultado influirá en las negociaciones del tratado de libre comercio TTIP y también tendrá que revisarse la colaboración de los servicios secretos.

Estados Unidos y Reino Unido están culturalmente próximos, son estrechos aliados militares y apreciados socios económicos, vinculados desde por sus mercados financieros hasta sus sistemas de pensiones. «Los británicos han perdido todo el derecho a afirmar que los estadounidenses son más estúpidos que ellos», escribía el New Yorker tras el referéndum. Sólo queda esperar, añadía, que en noviembre esto no sea así.

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