MANILA
AP

Enfurecidas por la decapitación de un segundo rehén canadiense por parte de extremistas de Abu Sayyaf, tropas filipinas intensificaron el martes su ofensiva contra ese grupo en el sur del país.

A pesar de ello, no parece haber fin para la pequeña pero brutal insurgencia que el nuevo presidente deberá enfrentar cuando asuma el cargo dentro de dos semanas.

Enfrente de la bandera negra que simboliza al grupo que se hace llamar Estado Islámico, guerrilleros Abu Sayyaf decapitaron ayer al canadiense Robert Hall en la isla de Jolo, en el sur, al no recibir el pago que exigían. Tanto el primer ministro canadiense Justin Trudeau como el filipino Benigno Aquino III expresaron su condena al hecho y prometieron llevar los responsables a justicia.

Otro canadiense, el exejecutivo de minerías John Ridsdel, fue degollado por los insurgentes en abril. La suerte de otros dos rehenes, de Noruega y de las Filipinas, que fueron secuestrados junto con Hall y Ridsdel en la isla Samal en septiembre, sigue siendo un misterio, afirman los militares.

«Este crimen despreciable sólo fortalecerá el empeño del gobierno de poner fin a este reino de terrorismo y delincuencia», dijo Aquino según su vocero.

En Ottawa, Trudeau dijo que su gobierno «está más comprometido a cooperar con el gobierno de las Filipinas y otras agencias internacionales para perseguir a los responsables de estos actos despreciables y llevarlos a justicia, no importa cuánto tiempo tarde».

La decapitación ocurrida ayer es la más reciente tragedia en el sur de Filipinas, donde impera la pobreza, la violencia, la anarquía y la desidia oficial.

La región, que es rica en recursos naturales y donde han prosperado compañías nacionales y extranjeras de minerías y de cultivos de piña y bananas, ha estado plagada de insurgencias marxistas e islámicas.

El grupo Abu Sayyaf surgió en la década de 1990, escindido de una agrupación mayor islámica que llevaba décadas luchando y que se llamaba el Frente Moro de Liberación Nacional. Pero Abu Sayyaf poco después de entrar en acción perdió a sus comandantes en batallas, con lo que sus integrantes, en su mayoría jóvenes de zonas rurales, se lanzaron por una vía de delincuencia, asaltos y terrorismo.

Se estima que el grupo hoy en día tiene unos 400 combatientes, y que está compuesto de por lo menos cuatro facciones.

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