Teherán
DPA

El sistema democrático no es precisamente impecable en Irán pero pese a ello, los iraníes tienen la posibilidad, dos veces cada cuatro años, de manifestar su opinión en las urnas, que sin embargo no suele reflejar lo que los ciudadanos quieren, sino más bien lo que no quieren.

Y una vez más, por segunda ocasión en menos de tres años, volvieron a enviar el mismo inequívoco mensaje en las urnas: un claro «no» a los conservadores seguidores de la línea dura y a las tensiones con el resto del mundo.

En 2013, los iraníes rechazaron a un político de esa línea, Mahmud Ahmadineyad, como presidente y como alternativa escogieron al clérigo moderado Hassan Rohani para presidir el país. Y en 2016 han enviado un mensaje similar en las elecciones parlamentarias.

La élite de los conservadores de línea dura en Teherán perdió ya totalmente los comicios en la primera vuelta y el resto fueron derrotados en la segunda celebrada el viernes.

Los expertos entendían estas dos rondas electorales como un referéndum para decidir si los iraníes querían o no la apertura del país. Y en ello desempeñó un importante y simbólico papel el acuerdo nuclear firmado por Irán y la comunidad internacional en julio del año pasado, que entró en vigor en enero.

«En las elecciones parlamentarias los iraníes han vuelto a defender la reconciliación y a posicionarse en contra de nuevas tensiones con el mundo», comentó el presidente Rohani a interpretar los resultados.

Pero como en Irán no hay un clásico sistema de partidos, no está claro exactamente cómo se repartirán los 290 escaños del Parlamento. Especialmente en las ciudades pequeñas incluso los analistas electorales locales desconocen las ideas políticas de los diputados.

Pero según apuntan fuentes conocedoras, la coalición articulada en torno a Rohani, integrada por reformistas y conservadores moderados, se hizo con el 60 por ciento de los escaños, frente al 30 por ciento que irá a parar a manos de los seguidores de la línea dura y el 10 por ciento de los independientes.

Un hecho importante es que el total de los 30 escaños por Teherán fueron a parar a manos de los reformistas.

Y ello pese a las buenas cartas que tenían los consevadores antes de las elecciones: numerosos reformistas habían sido descalificados y descartados de los comicios por el gremio de supervisión electoral, cercano a los conservadores, por motivos ideológicos.

Además, en los medios controlados por ellos pudieron publicar sin límites propaganda a su favor y contra el sector pro Rohani. Pero el mensaje no pareció calar entre los electores, como tampoco lo hicieron sus críticas al acuerdo nuclear, en parte con razón, especialmente en lo referente a los fallos en su implementación.

El levantamiento de las sanciones a Irán concedido como contrapartida a las limitaciones en el desarrollo del programa nuclear iraní, es hasta ahora una realidad sólo en el papel y desde enero no se ha plasmado aún en beneficios económicos para el país. El motivo son las sanciones aún vigentes de los bancos occidentales.

Para la derrota de los conservadores fue decisiva en esta ocasión la alianza entre los reformistas y el ala moderada de los conservadores. Al contrario que en las legislaturas anteriores, estos últimos prefirieron a los reformistas que a los conservadores radicales para forjar una alianza.

«Simplemente pienso de forma diferente», señalaba antes de los comicios en influyente presidente del Parlamento, Ali Lariyani. El principal candidato de los conservadores respaldaba así a Rohani tras el acuerdo nuclear.

Su derrota electoral no significa sin embargo que los seguidores de la línea dura no sigan teniendo influencia en el país. «Pero deben aceptar el hecho de que no están en sus puestos porque hayan sido elegidos por los ciudadanos, sino porque han sido designados por el sistema», señala un politólogo en Teherán.

Con esta nueva constelación en el Parlamento, la reelección de Rohani en mayo de 2017 se da casi por seguro.

Y es que tras la derrota en las presidenciales, a los seguidores de la línea dura no les queda otra que enviar al expresidente Mahmud Ahmadineyad.

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