Por JOYCE M. ROSENBERG
NUEVA YORK
Agencia/AP

Ya no corre la bebida y hay muchas puertas cerradas en los bares de barrio de todo el país. Los que quedan, tratan de ingeniárselas para sobrevivir.

Uno de cada seis bares de barrio cerró entre el 2004 y el 2014, según la firma investigadora de mercado Nielsen. Cada mes cierran más de 600 y abren solo 334 a nivel nacional.

Ocurre que ahora la gente prefiere los restaurantes y los cavernosos bares deportivos, que ofrecen numerosas pantallas grandes de televisión. También van a cervecerías o incluso se reúnen a beber y ver partidos en sus casas.

Además de una creciente competencia, los bares de barrio encaran otros desafíos, incluido el aumento de los costos, sobre todo los alquileres.

Por ejemplo, hace siete años se duplicó el alquiler de Mumbles en la ciudad de Nueva York y a su propietario David Feldman le costó mantenerse a flote. Las reservas online y la toma de órdenes limitaron sus ganancias y a fines de enero, después de 22 años de existencia, Mumbles tuvo que cerrar.

«Cada vez cuesta más», se lamentó Feldman, quien todavía tiene dos restaurantes en Manhattan. «Los restaurantes grandes tienen mucho dinero. Vamos en esa dirección», agregó.

CAMBIANDO LOS HÁBITOS

La cantidad de bares de barrio disminuye al compás de un cambio de hábitos de la gente, según Lester Jones, de la Asociación Nacional de Vendedores de Cerveza. Leyes más severas para restringir el consumo de bebidas por parte de menores y combatir a los conductores borrachos han hecho que se reduzca el consumo.

La popularidad de los programas deportivos también se ha hecho sentir. Antes pocas casas tenían cable y la gente iba a los bares a ver encuentros que no podía ver en sus viviendas. Hoy por hoy, sin embargo, no hace falta ir al bar de la esquina para ver un partido.

Los bares nuevos, por otro lado, son sitios a los que puede ir un padre con su hijo. Y cada vez hay más de ellos: Buffalo Wild Wings tenía 370 locales en el 2005 y el año pasado contaba con 1 mil 136.

COSTOS MÁS ALTOS

Los crecientes costos conspiran contra los bares de barrio.

En años recientes han aumentado mucho los alquileres, sobre todo en zonas urbanas de moda. En una faja de la calle Broadway no muy lejos de donde estaba Mumbles, los alquileres subieron un 42% entre el otoño del 2014 y el del 2015, de acuerdo con el Real Estate Board de Nueva York.

En otras ciudades ha habido aumentos similares. En Miami los alquileres subieron casi un 33% entre el 2011 y el año pasado, según Cushman & Wakefield, firma que ofrece servicios relacionados con los bienes raíces.

Los alquileres no son los únicos costos que aumentan.

Las empresas grandes, con numerosos locales, pueden comprar cerveza, licores y comida a precios rebajados porque hacen grandes órdenes. Además, los salarios mínimos han subido, lo mismo que los seguros, destaca Tess Collins, que administra McGeary*s en Albany, estado de Nueva York.

BARES PEQUEÑOS LUCHAN POR SOBREVIVIR

A menudo los dueños de bares de barrio tienen que pasar los aumentos en los costos al cliente o comprar alimentos más baratos.

Cuando le aumentaron el alquiler, Scott Drake, copropietario de Moe’s and Joe’s, un bar que funciona desde hace 70 años en Atlanta, tuvo que transferir los incrementos a los clientes. Drake dice que la principal amenaza son los alquileres.

Pero agrega que los bares pequeños ofrecen una experiencia más íntima, de barrio, que los grandes no pueden repetir. Por eso no está tan preocupado.

«Puedes venir un día y te encuentras con obreros de la construcción, tal vez un par de jueces prominentes y un par de personas del sector bancario… todo tipo de gente», comentó Drake. «Quiero conversar con alguien en un bar… pero creo que en los bares grandes la gente no puede hacerlo».

Uno de los clientes habituales de Moe’s & Joe’s, John Webster, lleva décadas frecuentando el bar.

«Es como un par viejo de jeans, muy cómodo. Sabes lo que te espera», expresó. «Conoces a la gente, al personal, a los bartenders».

Jim Wiste, propietario de Campus Lounge, en Denver, está de acuerdo.

La relación entre Wiste, un exjugador profesional de hockey sobre hielo, y sus clientes es parte del atractivo del bar. Los ayuda a conseguir entradas para los partidos y ofrece el bar para reuniones.

Wiste instaló 15 pantallas para competir con los bares más grandes, pero Campus Lounge sigue siendo un sitio al que pueden ir las familias los fines de semana, según dijo.

«Es como los viejos bares de la esquina, un sitio donde te sientes un poco más cómodo», afirmó.

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