Ciudad Juárez
Agencia dpa

Una cruz, una frontera, un Papa. A escasos metros de la línea que divide México y Estados Unidos, Francisco pidió un «corazón abierto» ante el drama de los migrantes que al intentar cruzar son víctimas de violencia, malos tratos e indiferencia.

«¡No más muerte ni más explotación!», exclamó el pontífice en la misa que celebró en Ciudad Juárez, última parada de una visita de cinco días a México. Bajo el intenso sol de un sitio conocido como El Punto, más de 200 mil personas lo aplaudieron.

Muchos de los presentes eran migrantes que han vivido en carne propia la dramática experiencia que supone «cruzar al otro lado», como dijo el Papa en su homilía en el atardecer del miércoles.

Ahogados en el Río Bravo o deshidratados y hambrientos en el desierto, son muchos los que han muerto en el afán de buscar las oportunidades que muchas veces se les niega en su propio país.

«Un paso, un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son frutos del negocio del tránsito humano», ilustró Francisco el drama de miles de mexicanos y centroamericanos que intentan cruzar la línea fronteriza.

En una suerte de paralelismo Francisco ofició una misa en Ciudad Juárez, como lo hizo en Lampedusa en 2013 cuando se reunió y conversó con migrantes procedentes en su mayoría de África, que buscan llegar a Europa con la misma ilusión de quienes quieren traspasar la frontera norte de México.

«Por eso es una bendición que él esté aquí», dijo a dpa con los ojos húmedos Norma Padilla, nacida en Ciudad Juárez pero residente en California desde que a los 10 años cruzó la frontera con su padre y otro grupo más de mexicanos.

Ahora, con 33 años y sus papeles en regla, Padilla regresó a su ciudad natal sólo para ver al Papa y escuchar su «mensaje de amor y esperanza».

«Somos 34 migrantes que vinimos de California. Todos somos mexicanos y estamos seguros de que él hará el milagro para Juárez y recordará a los ‘mártires’ mexicanos», manifestó con voz emocionada.

Junto con mexicanos y centroamericanos, entre los migrantes que llegan a Ciudad Juárez hay sudamericanos, asiáticos y africanos. Además del riesgo de ahogarse en el río o morir en el desierto, son acechados por grupos criminales de tráfico de personas, e incluso son víctimas de los propios policías.

Por todos esos «mártires», Francisco fue a orar por pocos minutos hasta la Cruz del Migrante, ubicada justo en el límite que separa a México de su vecino del norte.

El tema de la migración va más allá de las terribles condiciones a las que se enfrentan en su travesía por México quienes quieren cruzar la frontera.

En Estados Unidos, la campaña electoral por la presidencia se ha visto empapada por los insultos racistas del magnate Donald Trump, candidato por el Partido Republicano, quien entre sus propuestas incluye la construcción de una «muralla china» para separar su país de México.

«No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas», dijo Francisco en la misa, transmitida en simultáneo en la vecina ciudad estadounidense El Paso. «Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global», manifestó.

«El mensaje es importante. Espero que en Estados Unidos lo escuchen», agrega Padilla.

A su lado, su abuela de 98 años, sentada en una silla de ruedas, sostenía fuertemente un rosario de madera con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Casi no podía hablar, pero repetía el nombre de Francisco en voz baja.

«Lo ha hecho desde que empezó la misa. Ella está muy tocada por su visita», explicó su nieta.

El mensaje de Francisco caló hondo en Ciudad Juárez, hasta hace unos años considerada la ciudad más peligrosa del mundo, con un alto índice de homicidios que ahora ha disminuido considerablemente.


Papa Francisco parte rumbo a Roma desde Ciudad Juárez

El Papa Francisco partió ayer hacia Roma desde el aeropuerto internacional de Ciudad Juárez, donde fue despedido por el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa al finalizar un viaje de cinco días a México.

Una banda militar tocó los himnos de México y el Vaticano, y el papa saludó uno por uno a los obispos y miembros del gabinete. Durante la visita estuvo en seis localidades y levantó la voz por excluidos, indígenas y migrantes.

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