CIUDAD JUÁREZ
AP

El Papa Francisco arribó a la cárcel de la fronteriza Ciudad Juárez donde saludó a familiares de internos en ese centro de readaptación social.

El Pontífice llegó a las diez de la mañana al aeropuerto donde fue recibido por el gobernador del estado de Chihuahua, César Duarte y otros funcionarios locales.

Antes de salir de los hangares, el Papa se detuvo unos minutos a saludar a la gente que lo esperaba en una tribuna.

_Inter26_1bEsta tarde, su Santidad irá a un colegio para un encuentro con trabajadores de esta ciudad.

El Pontífice también organizó una reunión con trabajadores mexicanos, grupos de base y empleadores, un encuentro en el que es probable que reitere su mantra sobre la necesidad de trabajo digno para todos y de «tierra, techo y trabajo».

Hoy fue recibido en el aeropuerto por cientos de personas que agitaban pañuelos blancos y cantaban «Cielito lindo».

Los últimos actos cierran una atareada visita de cinco días que se centró en las injusticias que afrontan los más pobres, oprimidos y vulnerables en México ante la violencia instigada por las drogas. El Pontífice intentó ofrecer consuelo al tiempo que reclamó a los líderes políticos y religiosos que no han cumplido con su pueblo.

El Papa insiste en ir a prisiones en casi todos sus viajes al extranjero, algo que forma parte de su antigua costumbre de atender a los presos en su creencia de que lo más bajo de la sociedad merece dignidad.

También ha criticado el abuso de la detención pendiente de juicio, descrito las cadenas perpetuas como una pena de muerte encubierta e instado a un abandono global de la pena capital. Como Papa ha mantenido contacto con presos argentinos a los que atendió como arzobispo de Buenos Aires.

En sus encuentros en penales suele pedir a los reos que no pierdan la esperanza y les dice que también él ha pecado y sido perdonado. Además critica la superpoblación de las prisiones, el lento avance de la justicia y la falta de rehabilitación.

Pero también dice a los presos que no dejen que su sufrimiento lleve a la violencia, un mensaje que podría repetir tras el mortal motín de la semana pasada en la prisión de Topo Chico, en Monterrey, donde 49 reos murieron en una riña entre bandas rivales que se enfrentaron con martillos, garrotes y cuchillos improvisados. Otros ocho presos resultaron heridos el martes en una pelea en otra prisión.

La prisión número 3 de Ciudad Juárez está relativamente tranquila estos días, pero ha registrado choques violentos en el pasado que reflejan el caos que hay fuera de sus muros.

Hasta no hace mucho Juárez era considerada la capital mundial del asesinato, ya que la guerra entre cárteles del narcotráfico elevó la tasa de homicidio a 230 por cada 100 mil habitantes en 2010. Una epidemia de asesinatos de mujeres, muchas de ellas trabajadoras pobres de fábricas que simplemente desaparecían, atrajo la atención internacional.

Los tiempos han cambiado. El año pasado, la tasa de homicidios de la ciudad fue de unas 20 por cada 100 mil personas, más cerca de la media nacional mexicana de 14 por cada 100 mil y muy por debajo de lo que registran ahora otros puntos de intensa violencia por el narcotráfico como la ciudad turística de Acapulco, en la costa del Pacífico, y el estado de Guerrero.

Tras visitar el penal se reunirá con trabajadores y grupos activistas en un estadio deportivo donde se espera que hable sobre la pobreza y la desigualdad.

Francisco también tiene previsto visitar la frontera con El Paso, Texas, donde se espera que haga una parada en la cerca y ofrezca una bendición en honor de los migrantes al otro lado, además de rezar por los que murieron tratando de llegar a Estados Unidos.

Su visita culminará con una misa multitudinaria al aire libre que se retransmitirá en varias pantallas gigantes al otro lado del río Bravo (conocido como río Grande en Estados Unidos) en el Sun Bowl Stadium, donde las autoridades estadounidenses esperan un público de al menos 30 mil personas.

La migración es un tema importante para él. En el pasado ha pedido que los países den la bienvenida a los que huyen de la pobreza y la opresión y ha criticado lo que describe como la «globalización de la indiferencia» hacia los migrantes.

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