WASHINGTON
AP

Quince años después del inicio de una guerra de la que ya pocos estadounidenses hablan, las condiciones en Afganistán están empeorando y evitan la salida limpia que el presidente Barack Obama esperaba lograr antes de dejar la Casa Blanca.

La violencia va en aumento, los talibanes lanzan nuevas ofensivas, el grupo extremista Estado Islámico quiere asentarse en el país y las perspectivas de paz son escasas.

Afganistán sigue siendo una zona de peligro. Su débil economía lastra la confianza de la ciudadanía en el nuevo gobierno. La policía y los soldados nacionales luchan por mantener unido el país 13 meses después de que la coalición liderada por Estados Unidos redujese su presencia en un 90%.

La consecuencia: Por segunda vez, Obama reconsidera su plan de reducir el tamaño del contingente estadounidense de 9 mil 800 a 5 mil 500 soldados antes de dejar el cargo en enero de 2017.

«No veo ninguna reducción» en el futuro cercano, dijo James Dobbins, ex enviado especial de Obama para Afganistán y Pakistán. Predijo que Obama dejaría la decisión a su sucesor.

«Están esperando que las cosas se sostengan y no tener que enfrentar una decisión sobre si poner en práctica realmente la reducción del contingente de la que estaban hablando hasta finales de verano, principios de otoño, cuando este gobierno esté en sus últimos días», agregó Dobbins.

Altos cargos del ejército, así como republicanos y demócratas en el Congreso, creen que volver a rebajar la presencia militar durante la presidencia de Obama es una mala idea. El senador republicano por Arizona John McCain, presidente del Comité de Servicios Armados, dijo el jueves que Afganistán está en una «situación de crisis».

Inicialmente, Obama anunció planes para reducir el número de soldados en el país a 5 mil 500 a finales del año pasado, y a mil a finales de 2016. El pasado otoño cambió de idea alegando que la situación seguía siendo demasiado frágil para la salida del ejército estadounidense. Anunció su intención de mantener el tamaño actual de la fuerza, unas 9 mil 800 personas, durante la mayor parte de 2016, no para entrar en combate sino para continuar con sus labores contra el terrorismo y asesorar a los cuerpos afganos que combaten la insurgencia talibán.

Este ha sido un año complicado en suelo afgano.

Soldados y policías afganos – financiados por 4 mil 100 millones de dólares de contribuyentes estadounidenses – lucharon virtualmente solos por primera vez desde la invasión de Estados Unidos en 2001. Oficiales de la OTAN dijeron a The Associated Press que las tropas locales muestran más destreza aunque han sufrido importantes pérdidas – un 28% más de bajas en 2015 que antes del final de la misión internacional de combate en diciembre de 2014.

El teniente general John «Mick» Nicholson, el elegido por Obama para ser el nuevo comandante estadounidense en Afganistán, dijo en su sesión de confirmación en el Senado el jueves que las fuerzas de seguridad afganas hacen «más que mantenerse frente a la insurgencia», pero todavía no son «autosostenibles».

Preguntado por si los esfuerzos de Estados Unidos en 2015 habían sido un éxito o un fracaso, Nicholson respondió: «Los talibanes atacaron a las fuerzas de seguridad afganas con más intensidad quizás de la que anticipamos. Debido a eso, no hicimos los avances que (…) pensábamos que haríamos».

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