Por KARIN LAUB y MOHAMMED DARAGHMEH
JERUSALÉN
Agencia/AP
La familia de Ahmad Sub-Laban vive desde hace décadas bajo la amenaza de desahucio en su casa con vistas a la dorada Cúpula de la Roca de la ciudad vieja de Jerusalén. La experiencia ha inspirado a este padre palestino, de 37 años y con dos hijos, a convertirse en investigador para los grupos que combaten los intentos de colonos judíos de instalarse en inmuebles en las zonas árabes del centro de la ciudad.
Ahora, la Corte Suprema israelí prepara su veredicto en la batalla legal final sobre el apartamento, y Sub-Laban ha acudido a su red de contactos para intentar frenar el desahucio poniendo presión sobre el gobierno israelí.
«Construimos una campaña que nadie puede ignorar», dijo Sub-Laban. Al hablar sobre el caso e invitar a diplomáticos occidentales a su casa en el histórico barrio musulmán, también espera llamar la atención sobre las docenas de familias palestinas en peligro de verse expulsados de sus hogares en Jerusalén.
Según de un antiguo marco establecido por Estados Unidos para un acuerdo de paz, Jerusalén quedaría dividida en dos capitales, en la que los barrios judíos pertenecerían a Israel y los árabes a Palestina.
Este complejo acuerdo se vuelve un desafío aún más difícil conforme más judíos se mudan a zonas árabes.
La diplomática estadounidense con sede en Jerusalén Dorothy Shea visitó este mes a los Sub-Laban para expresar su preocupación por su futuro y el «patrón de desahucios».
El consulado estadounidense indicó después que los desahucios de palestinos son «contraproducentes a la causa de la paz». Washington ha planteado esta preocupación a Israel, indicó el comunicado.
El portavoz del gobierno israelí Mark Regev no respondió a esos comentarios y presentó el tema como una simple disputa de bienes raíces.
«Esta clase de disputas sobre propiedades se resuelven en nuestro tribunales, reconocidos por su independencia, imparcialidad y profesionalidad», dijo Regev.
La tensión sobre los asentamientos israelíes en Jerusalén se produce en un momento en el que las posibilidades de reanudar las conversaciones sobre un acuerdo de reparto –que en la práctica se han visto paralizadas desde que el primer ministro Benjamin Netanyahu llegó al poder en 2009– son casi inexistentes debido a la falta de terreno común entre los negociadores más importantes.
Un reciente brote de violencia ha agravado la hostilidad entre ambas partes. Desde mediados de septiembre, 19 israelíes y un estudiante estadounidense han muerto en ataques palestinos, la mayoría apuñalamientos, mientras que 120 palestinos han muerto, 80 de ellos considerados atacantes por Israel y los demás en choques con tropas israelíes.
A diferencia de sus dos predecesores, Netanyahu afirma que el control del este de Jerusalén, capturado por Israel en 1967 y hogar de varios sensibles lugares de culto, no es negociable. El presidente palestino, Mahmud Abás, dijo que no hay acuerdo sin una capital palestina en el este de Jerusalén.
La actividad de colonos en los abarrotados barrios árabes de Jerusalén forma parte de una campaña más amplia de asentamientos muy criticada por Europa y Estados Unidos.
Desde 1967, el gobierno israelí ha construido grandes barrios para judíos en el este de Jerusalén, así como docenas de asentamientos en Cisjordania. Casi 600 mil israelíes viven en las dos zonas, devastadas por las guerras y reclamadas por los palestinos para un futuro estado.
El caso del edificio de 200 años y con tres plantas en el que vive la familia Sub-Laban se remonta décadas atrás y refleja la turbulenta historia reciente de la ciudad.
Durante el gobierno británico sobre la Palestina histórica, antes de la guerra de 1948 por la creación de Israel, el edificio era propiedad de un fondo de Kollel Galicia, un grupo que reunía fondos en la Europa del Este para familias judías en Jerusalén.
Durante la guerra de 1948, Jordania tomó el control de Cisjordania y el este de Jerusalén. Las propiedades judías en la Jerusalén oriental quedaron bajo administración jordana y se arrendaron a familias palestinas como los Sub-Laban, que se mudaron al edificio en 1953. Ahmad nació en el apartamento, al igual que su madre, Nura.
Después de que Israel capturase el este de Jerusalén en 1967, estas propiedades públicas se entregaron a un departamento del gobierno israelí, el Custodio General. Los residentes palestinos se reconocieron como «inquilinos protegidos», siempre que siguieran viviendo en los apartamentos y pagaran un alquiler al Custodio.
Sub-Laban dijo que su familia fue obligada a salir del apartamento entre 1984 y 2001, pero no perdieron su condición de inquilinos protegidos durante ese periodo.
La familia salió en un principio para que comenzaran las reformas ordenadas por la ciudad para arreglar algunos problemas de seguridad. Pero después el Custodio General congeló las obras como una violación del alquiler, explicó. Durante ese tiempo, la familia arrendó un apartamento en otra zona de la ciudad.
En 1987, una familia judía se mudó al edificio y dejó fuera a los Sub-Laban al bloquear la entrada principal, explicó. Un juez ordenó en 2001 que se abriera una segunda entrada, lo que permitió que la familia regresara. Después, en 2010, el Custodio entregó el edificio al fondo, lo que reanudó los esfuerzos por echarlos.
Un tribunal aprobó el año pasado la orden de desahucio, respaldada por una corte de distrito en octubre. El caso está ahora ante el Tribunal Supremo.
No está claro qué decidirá el tribunal, pero entre tanto, los Sub-Laban viven en su pequeño apartamento de dos habitaciones, situado en la planta intermedia del edificio. Las relaciones con las tres familias judías que viven en el edifico son tensas y hostiles, señalan.
Responsables del fondo y de Kollel Galicia declinaron hacer comentarios.
Daniel Luria, portavoz de Ateret Cohanim, un grupo nacionalista israelí que ayuda a judíos colonos en la ciudad vieja, negó que estos asentamientos socaven las posibilidades alcanzar la paz, y afirmó que la paz sólo será posible si judíos y árabes pueden vivir codo con codo en el antiguo corazón de Jerusalén. Ateret Cohanim no tiene relación con el caso de Sub-Laban, añadió.
Otros consideran que los palestinos de Jerusalén, incluidos los Sub-Laban, son víctimas de un uso discriminatorio de la ley inmobiliaria israelí.
Los judíos pueden pedir la devolución de propiedades que poseyeran antes de 1948 en el este de Jerusalén, pero a los palestinos no se les permite reclamar propiedades en el ahora judío oeste de Jerusalén, señaló Ir Amim, un grupo que defiende una solución justa en Jerusalén.
«Hoy hay unas 130 familias en el este de Jerusalén en alguna fase de procesos de desahucio», afirmó el grupo, que contrata a Sub-Laban como investigador. El organismo dijo el miércoles que un anciano había sido desahuciado de una tienda que su familia arrendaba desde antes de 1967.
Unos 1 mil judíos se han mudado a zonas árabes de la ciudad vieja desde la década de 1980. Unos 3 mil colonos viven en barrios árabes cerca de la ciudad vieja.
En algunos casos, como el de los Sub-Laban, quieren reclamar edificios que fueron propiedad de judíos. En otros compran propiedades, ya sea directamente de familias palestinas atraídas por grandes sumas de dinero o a través de intermediarios palestinos que ocultan la identidad de los compradores.
La madre de Ahmad, Nura, dijo tener fuertes lazos emocionales con la casa donde nació y donde dio a luz a sus tres hijos. Seis personas viven ahora en el apartamento: los padres Ahmad, él con su esposa y sus dos hijos pequeños.
«Siento el aliento de hermanos y hermanas, los sonidos de mi padre y mi madre en la casa», dijo Nura.
«Es mi casa, no suya», añadió. «Ellos (los israelíes) intentan desarraigarnos de Jerusalén, roban las casas, los árboles y las piedras de la ciudad».