Caracas
Agencia dpa

Tras varios años de carecer de voz en los poderes públicos y una creciente invisibilización en los medios, la oposición venezolana obtuvo ayer una contundente victoria en las elecciones parlamentarias que la pone frente al dilema político de cómo gestionar su nuevo poder.

Desde que el expresidente Hugo Chávez (1999-2013) decidiera convocar una Asamblea Constituyente plenipotenciaria para redactar una nueva Constitución y sustituir a los líderes públicos a pocos meses de asumir la presidencia, el chavismo gozó de una posición hegemónica dentro de la estructura del Estado sin ningún contrapeso opositor.

Sin embargo, la victoria de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ayer fue tan amplia que la coalición obtuvo 99 diputados de manera preliminar, frente a los 46 que logró el oficialismo, sobre un total de 167 escaños que se repartieron en la Asamblea Nacional (Congreso unicameral). Esta cifra supera ampliamente la mayoría simple de 84 diputados.

De hecho, a falta de que se oficialicen los resultados de los 22 diputados restantes, la oposición tiene virtualmente asegurada la mayoría calificada de tres quintos (101 escaños), que le permitiría nombrar a la directiva del Parlamento, remover a la fiscal general Luisa Ortega Díaz -quien frecuentemente es acusada de estar subordinada al gobierno- o iniciar un proceso de enmienda constitucional.

Los principales voceros de la oposición, no obstante, proyectan que se habrían obtenido 113 diputados, uno más de los 112 necesarios para obtener la mayoría calificada de dos tercios, que permitiría, entre otras cosas, cambiar a todos los jefes de los poderes públicos, aprobar un proyecto de reforma constitucional (un proceso más amplio que la enmienda) e incluso convocar a una asamblea constituyente.

Una mayoría parlamentaria de dos tercios pondría en las manos de la oposición una «bomba» que de manera paradójica podría abrir una división en el seno de la MUD entre moderados y radicales, siendo los primeros partidarios de los cambios progresivos y los segundos proclives a los cambios rápidos en el menor tiempo posible.

De esa manera, en el pasado reciente el partido Voluntad Popular (VP), que está liderado por el detenido líder Leopoldo López, era partidario de convocar a una asamblea constituyente para reformar la Carta Magna y sustituir a las cabezas de los poderes públicos, es decir, aplicar la misma fórmula que uso Chávez en su momento.

Sin embargo, los opositores moderados se negaron a apoyar esta propuesta y prefirieron enfocar sus energías en ganar las elecciones parlamentarias. Eventualmente, este sector terminó imponiéndose en el debate interno.

Pero estos resultados podrían abrir nuevamente el debate entre aquellos que proponen una constituyente para lograr cambios de fondo en el sistema político actual venezolano y los moderados que prefieren convocar a un referéndum revocatorio contra Maduro, una opción que podría activarse en el mes de abril.

Polémicas aparte, los opositores coinciden en que una de sus prioridades será utilizar el legislativo para sancionar una ley de amnistía que podría beneficiar a los 76 políticos presos -encabezados por López- y permitir el retorno de los exiliados, a pesar de que el gobierno rechaza rotundamente la existencia de prisioneros de conciencia.

Además, se aspira a recuperar la capacidad de control del Parlamento sobre el uso de los recursos públicos o tratar de reducir la galopante inflación, que según analistas privados podría cerrar el año en un 200 por ciento, mediante un mayor escrutinio del presupuesto nacional y el Banco Central de Venezuela (BCV).

Tras años de haber carecido de poder en la estructura del Estado y haber sido invisibilizada o reducida en los medios de comunicación, dirigentes como el diputado electo Freddy Guevara destacaron que la oposición logró sobreponerse a «la campaña más injusta de toda la historia de Venezuela», pero descartó que exista espíritu de revancha.

Por su parte, el también diputado electo Henry Ramos Allup reiteró que la victoria de la oposición en la Asamblea Nacional se enmarca dentro de un plan más amplio que tiene como objetivo lograr un cambio de gobierno.

Por su parte, el presidente venezolano y heredero de Chávez, Nicolás Maduro, reconoció su derrota pero criticó que sus opositores por haber liderado una campaña «desleal» en la que minaron el apoyo popular al gobierno mediante una «guerra económica».

Lejos de hacer un ejercicio de autocrítica, Maduro pidió a sus adversarios cesar en la «guerra económica» que habría causado la marcada escasez de productos básicos o la inflación más elevada del mundo.

Maduro recordó que en el pasado el chavismo estuvo contra las cuerdas y siempre logró recomponerse para salir fortalecido, por lo que vaticinó un «resurgir» de esta fuerza política a pesar de la ofensiva de la «contrarrevolución».

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