Por ALMUDENA CALATRAVA y DEBORA REY
BUENOS AIRES / Agencia AP

Argentina se prepara para un fuerte cimbronazo político en la segunda ronda de las elecciones presidenciales el domingo, en la que el conservador Mauricio Macri aparece como favorito para derrotar al candidato oficialista y poner fin a doce años de gobierno kirchnerista, el ciclo más largo en la historia del país.

El líder del frente opositor Cambiemos se enfrentará al peronista Daniel Scioli, del gobernante Frente para la Victoria, partidario de mantener el modelo populista vigente aunque con algunas correcciones.

El ganador sucederá el 10 de diciembre a la presidenta Cristina Fernández, líder del movimiento de centroizquierda que creó junto a su antecesor y fallecido marido Néstor Kirchner (2003-2007) dentro del peronismo. Sus gobiernos estuvieron caracterizados por una fuerte intervención estatal en la economía, programas de asistencia a los necesitados y un estilo personalista de ejercer el poder que provocó confrontaciones con varios rivales políticos.

Macri, de 56 años y actual alcalde de Buenos Aires, llega con mayor impulso a la contienda luego de que en la primera ronda del 25 de octubre quedara tan solo tres puntos por debajo del oficialista, un resultado inesperado que fue leído como una victoria para su causa.

El opositor ha capitalizado el descontento de una parte mayoritaria de la sociedad con el kirchnerismo, reflejado en el triunfo de Cambiemos en la gobernación de la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral con 37% del padrón y bastión tradicional del peronismo, donde Scioli gobierna desde hace ocho años.

Según Analía del Franco, directora de la consultora Analogías, el estilo kirchnerista «agotó, especialmente la manera de gobernar».

«Cambiemos… sin tener propuestas definidas, apela a lo emocional, que baje la tensión, que no haya más gritos», afirmó la analista a corresponsales extranjeros.

Consciente de esta sensación de hartazgo, Scioli, de 58 años, ha intentado diferenciarse de Fernández, aunque no lo suficiente como para captar el voto mayoritario de los seguidores de otras fuerzas políticas opuestas al kirchnerismo.

Los planes de ayuda social que se multiplicaron en la década ya no bastan para conformar a una comunidad que se queja de la corrupción e ineficacia estatal, traducidas en deficientes servicios sanitarios y medios de transporte así como en la falta de viviendas, seguridad y empleos de calidad.

El politólogo Roberto Chiti, de la consultora Diagnóstico Político, señaló que después de la crisis de 2001 «hubo una reinserción de distintos sectores a la economía formal e informal, y eso que fue visto bueno luego de los años produjo un desgaste. La gente se pregunta, ‘¿siempre voy a seguir así?».

Pedro Aguilera, de 54 años y empleado en una empresa de seguridad privada, apoya a Macri porque opina que «los planes sociales están manteniendo a vagos».

«Tienen que cambiar eso; que pongan empresas, que den trabajo a la gente», sostuvo a la AP.

Ambos candidatos son conscientes de cuáles son los males. Una inflación de al menos 27% anual que estiman los economistas privados, las restricciones a la compra de dólares, el retraso cambiario, el estancamiento del crecimiento, la inseguridad y el avance del narcotráfico.

Las correcciones a los desequilibrios económicos no deberán alterar las conquistas sociales del periodo kirchnerista para evitar protestas como las del 2001, cuando millones de argentinos cayeron en la pobreza a raíz de la aplicación de políticas de ajuste.

Macri propone una intervención acotada del Estado en la economía y una eliminación inmediata de las restricciones a la adquisición de dólares, lo que para sus críticos generará una «megadevaluación» y el consiguiente rebote de la inflación. El peronista, que ofrece «cuidar lo que haya que cuidar y corregir lo que haya que corregir», es partidario de levantar el «cepo cambiario» de forma gradual y considera que el Estado tienen que mantener un papel preponderante.

Pero los candidatos no han dado muchas precisiones más sobre cómo resolver los problemas.

Las esperanzas de Scioli, de 58 años, quedaron libradas al éxito que pueda tener su campaña para presentar a Macri como una amenaza para las conquistas sociales.

El conservador asegura que no privatizará empresas estatales ni eliminará los programas sociales. «No creemos que el futuro de Argentina esté en recetas del pasado», dijo a corresponsales extranjeros.

«Nuestra ideología es resolver, es hacer, lo definiría como un desarrollismo moderno del siglo XXI», señaló.

Los candidatos tampoco explican cómo despejarán el principal obstáculo de Argentina para atraer inversiones, que es el litigio con bonistas que exigen cobrar una deuda millonaria por bonos en cese de pagos.

Macri promete que si gana pedirá la expulsión de Venezuela del Mercosur en represalia por la detención de opositores y confía que su triunfo fortalecerá a la oposición de países vecinos con gobiernos de centro-izquierda.

También se mostró a favor de la derogación del polémico acuerdo de Argentina con Irán para esclarecer el atentado contra un centro judío en Buenos Aires en 1994, por el que hay varios iraníes imputados.

Scioli no dio precisiones al respecto y se rodea del apoyo de los mandatarios de Brasil, Ecuador y Bolivia.


Scioli, el equilibrista

Simpatizantes y detractores definen a Daniel Scioli como un equilibrista al explicar su llegada a la segunda vuelta electoral de las presidenciales en Argentina como candidato del oficialismo, un espacio que nunca terminó de cobijarlo.

«Scioli siempre fue un equilibrista. Juega en los dos roles, cerca y lejos de la presidenta (Cristina Fernández de Kirchner)», lo describió la directora de la consultora Management&Fit, Mariel Fornoni.

Scioli, gobernador de la populosa provincia de Buenos Aires, fue el único candidato del oficialista Frente para la Victoria (FpV), donde a diferencia de los partidos opositores no tuvo que luchar con ningún otro postulante en las elecciones primarias de agosto.

«Fue elegido porque era el que mejor medía (en las encuestas) y tenía ese plus que atrae a los no K (los anti kirchneristas)», dijo Fornoni, al analizar por qué Scioli es candidato del FpV después de haber tenido marcados distanciamientos con su propio partido, que no tuvo reparos en cuestionarlo con crudeza.

Scioli, de 58 años, estudió marketing en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y, tras haber dejado la carrera, se graduó tres semanas antes de las elecciones presidenciales del 25 de octubre.

Su desembarco en la política fue desde el deporte. En las décadas de 1980 y 1990 brilló en la motonáutica. En 1989 perdió el brazo derecho durante una competición, le colocaron una prótesis y siguió ganado títulos: en total, fue ocho veces campeón mundial.

«La población le ve transparencia, honestidad y humildad, (como un hombre) que ha superado cosas muy difíciles. Scioli tiene las virtudes de un deportista. Es el mejor yerno para toda suegra», lo definió el analista Ricardo Rouvier.

A inicios de 1990 el entonces presidente Carlos Menem (1989-1999) convocó a figuras populares del deporte y el espectáculo para formar parte del Partido Justicialista (PJ). Así, el ex piloto de automovilismo Carlos Reuteman llegó a ser gobernador de la provincia de Santa Fe, mientras que el cantante y actor Ramón «Palito» Ortega fue gobernador de la provincia de Tucumán.

Pero el que más lejos llegó fue Scioli: elegido diputado en 1997 y reelegido en 2001, fue secretario de Deportes y Turismo (2002-2003) durante la presidencia de Eduardo Duhalde.

Luego, el fallecido ex mandatario Néstor Kirchner (2003-2007) eligió a Scioli ?como su vicepresidente, cargo que ocupó entre 2003 y 2007, cuando se convirtió en gobernador de la provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más importante, que concentra el 37 por ciento del total de los votantes a nivel nacional.

Los más leales al kirchnerismo desconfían de Scioli por su trayectoria menemista. Las mayores críticas dentro de su propia fuerza política surgieron públicamente cuando en 2012 manifestó su ambición de llegar a la presidencia.

El gobernador aclaró que su intención era siempre que Fernández de Kirchner no modificara la Constitución para poder concurrir a un tercer mandato, algo que no sucedió.

Lo que sí ocurrió luego fue el maltrato al que lo sometió la jefa de Estado y el gobernante FpV. El vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, lo tildó de «irresponsable».

Luego el gobierno nacional ahogó financieramente a la provincia recortando recursos y Fernández de Kirchner cuestionó a Scioli por su gestión. Hubo tensión, una reunión y la aprobación de una partida millonaria para enfriar las cuentas públicas.

De todos modos, el maltrato de la presidenta se mantuvo. A inicio de 2013 atacó a Scioli por tener «sus ahorros en dólares». El gobernador aclaró que no pesificaba sus ahorros porque necesita dólares para el tratamiento en su brazo en el exterior.

Pero el ex motonauta, al que definen como «un corcho que flota» por su capacidad de mantenerse, nunca rompió relaciones con la presidenta, quien apoyó su candidatura con cierta tibieza e, incluso, frialdad, según los analistas.

Finalmente, Fernández de Kirchner eligió a Scioli como el candidato de su partido, aunque le colocó a Carlos Zannini, hombre de su extrema confianza, como candidato a vicepresidente.

«Siempre ejercí la plena autonomía y las facultades constitucionales en cada responsabilidad que ocupé en estos años», dijo Scioli en una entrevista con dpa en las últimas semanas, rechazando a quienes creen que, si finalmente es presidente, será un títere de la mandataria y del movimiento kirchnerista La Cámpora.


Macri, un liberal

El liberal Mauricio Macri está a un paso de alcanzar el sueño que acarició desde que dejó la dirección del club de fútbol Boca Juniors para poner un pie en la política, ser el presidente de Argentina.

El candidato presidencial de la coalición opositora Cambiemos sorprendió con un importante caudal de votos en las elecciones generales y para muchos sondeos es el favorito en la segunda vuelta presidencial del domingo para suceder a Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada.

El fútbol, el deporte más popular del país, catapultó a Macri a la política y su gestión como jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires durante ocho años fue el trampolín en la carrera hacia la Casa Rosada.

Macri, de 56 años, tuvo una temprana pero intensa experiencia en la actividad privada como ejecutivo de varias empresas de uno de los principales grupos económicos del país, Socma, creado por su padre Franco Macri.

Y con la popularidad que le dio su exitosa gestión entre 1995 y 2008 como presidente de Boca Juniors, uno de los clubes de fútbol más populares del país, se lanzó a conquistar la capital argentina.

El camino no fue sin embargo tan sencillo porque perdió en las primeras elecciones a las que se presentó en 2003 como candidato a alcalde porteño por Compromiso por el Cambio.

Entre medio fue elegido diputado nacional, con un criticado paso por el Parlamento; fundó en 2005 el partido de centroderecha PRO y debió esperar hasta 2007 para ganar por fin las elecciones para jefe de Gobierno de Buenos Aires. Cuatro años más tarde obtuvo un segundo mandato, a lo largo del cual consolidó su candidatura presidencial.

Macri nació el 8 de febrero de 1959 en la localidad bonaerense de Tandil, en el seno de una familia de inmigrantes que tejió una fortuna en el sector industrial y de la construcción. Fue a un exclusivo colegio inglés de la zona norte de las afueras de Buenos Aires, se graduó como ingeniero civil en la Universidad Católica Argentina y amplió su formación en centros de estudios estadounidenses.

Su padre es el ítalo-argentino Franco Macri, quien a los 85 años es reconocido tanto como uno de los empresarios más ricos del país y como por su buena relación con distintos gobiernos peronistas. Esas buenas relaciones son una de las grandes espinas del candidato del PRO. «En él conviven dos personas, una que me ama y la otra que me boicotea», confesó recientemente el candidato.

Mauricio Macri vivió una de sus peores pesadillas en 1991, cuando estuvo secuestrado durante 12 días y recuperó su libertad tras el pago de un rescate millonario. Fue una experiencia traumática de la que no suele hablar, pero que lo marcó para el resto de su vida.

Casado con Juliana Awada y padre de cuatro hijos, cuenta con un fuerte apoyo en la ciudad de Buenos Aires, que tiene la mayor renta per cápita del país y una de las más elevadas de la Latinoamérica.

Se alió en la campaña presidencial con la Unión Cívica Radical (UCR), histórico y centenario partido debilitado desde la crisis que sacudió al país en 2001. La UCR le dio sin embargo a Macri la cobertura federal que el PRO no llegó a construir a lo largo de todo el país, ya que se erigió como un fenómeno capitalino.

A la hora de definir su ideología, Macri prefiere proclamarse como «un emergente de la crisis de 2001», según declaró a la agencia dpa.

«Creemos en los valores que representa la justicia social (una de las banderas del peronismo) como creemos en los valores republicanos que ha impulsado siempre el radicalismo y todas las defensas de las libertades que sentimos representar desde el PRO», expresó. Su compañera de fórmula, la senadora Gabriela Michetti, es una antigua amiga del papa Francisco desde que Jorge Bergoglio ejercía como arzobispo porteño.

El político, que llegó a la carrera por la Casa Rosada procesado en la Justicia por supuestas escuchas ilegales, basó su campaña en el lema: «Pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y la unión de los argentinos». Aspira a establecer reglas de juego claras para atraer nuevas inversiones y profundizar las relaciones con socios estratégicos como Brasil, Estados Unidos y la Unión Europea, después de doce años en que el kirchnerismo priorizó los vínculos con países como Venezuela, Rusia y China.

Macri debió enfrentar estas últimas semanas una agresiva campaña en su contra de su rival Daniel Scioli y todo el kirchnerismo, que lo identificó como un político decidido a aplicar políticas neoliberales, impulsar una devaluación del peso argentino y eliminar subsidios, entre otras medidas poco populares en una sociedad que en 2001 y 2002 sufrió una profunda crisis económica.

Consciente de que no contará con mayorías propias en el Congreso, Macri anticipó que en caso de llegar a la presidencia su primera medida será convocar a todos los sectores a un pacto de gobernabilidad.

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