ALLENTOWN, Pennsylvania
AP
Hace unos días, un pastor pidió a Marie Jarrah, nacida en Siria y propietaria de un restaurante, que donara comida para un acto de bienvenida para refugiados sirios recién llegados. Jarrah, que dijo que suele ayudar a personas necesitadas, declinó la propuesta.
Como muchos de los sirios establecidos en Allentown, no cree que sea una buena idea llevar refugiados a la ciudad. Y tenía esa opinión antes incluso de los atentados terroristas en París. «Habrá problemas», dijo Jarrah, copropietaria del restaurante Damascus en una zona con gran presencia de personas de origen sirio.
Conforme se intensifica el debate sobre el plan del gobierno federal de aceptar 10 mil refugiados más de una Siria devastada por la guerra, en Allentown se produce una discusión similar, pero con un cariz religioso.
La tercera ciudad más grande de Pennsylvania acoge a una de las mayores comunidades sirias del país. Casi todos son cristianos, y no pocos apoyan al presidente Bashar al Assad, algo que hace que algunos se opongan a la reubicación de refugiados musulmanes y que dicen huir de la violencia cometida por el régimen de Assad.
Aziz Wehbey, vendedor de autos y presidente de la American Amarian Syrian Charity Society, teme que algunos refugiados sirios puedan haber participado en los combates en la guerra civil siria y tengan «sangre en las manos».
«Necesitamos saber a quién recibimos en nuestra sociedad», dijo Wehbey, que inmigró a Estados Unidos hace un cuarto de siglo y obtuvo la ciudadanía.
El gobierno de Obama dice que los refugiados deben pasar un estricto proceso de evaluación que puede durar años. Sin embargo, la Cámara de Representantes votó de forma abrumadora el jueves a favor de complicar la entrada de refugiados sirios e iraquíes en el país.
Los refugiados dicen ser conscientes de la oposición de algunos de los sirios de Allentown a su presencia, pero que no han visto episodios de hostilidad abierta o discriminación. Tres refugiados hablaron con Associated Press bajo condición de anonimato porque temen que el gobierno de Asad tenga informantes en la ciudad, de unos 120.000 habitantes —la creencia está extendida entre los sirios de la zona, tanto cristianos como musulmanes— y pueda tomar represalias contra sus familias en su país.
Los refugiados dicen que han llegado para labrarse una nueva vida, no para causar problemas. Han formado su propia red de apoyo en miniatura, donde los que llegaron primero ayudan a los recién llegados. Docenas de personas se han instalado en Allentown desde marzo, y se espera que lleguen varias docenas más.
«Algún día espero ser un ciudadano de este gran país», dijo un hombre, casado y con cuatro hijos.
La Asociación Musulmana de Lehigh Valley, que abarca una mezquita y una escuela fuera de Allentown, trabaja con los refugiados para integrarlos a nivel social, organizar donaciones de ropa, electrodomésticos y material escolar y apuntarles a clases de inglés.
«Hay mucha retórica, pero intentamos ni siquiera registrar la retórica, porque ahora mismo hay una crisis», dijo Sherrine Eid, coordinador de refugiados en la asociación. «Tenemos cosas mucho más importantes que hacer».
Los refugiados se suman a una comunidad siria que se remonta a finales de la década de 1800. Ahora suponen unas 5.200 personas en la zona del valle de Lehigh, y los sirio-estadounidenses están muy integrados en la vida política y corporativa de Allentown. El jefe retirado de la policía local, de origen sirio, fue elegido este mes como jefe de policía del condado.
Algunos sirios cristianos dicen dar la bienvenida a los refugiados.