AZUSA, California, EE.UU. Agencia AP

Los chicos del barrio invaden el Azusa Youth Boxin Club apenas abre sus puertas una tarde durante la semana. El viejo gimnasio, que se encuentra en una calle residencial tranquila, apenas de abasto ante tanto fervor juvenil.

Espejos desgastados reflejan los pisos de madera contrachapada, los vestidores oxidados y las bolsas llenas de remiendos que rodean el cuadrilátero donde los muchachos aprenden a pelear.

_Inter20_1bEn el medio de todo, el hermano de Jajaira González no deja de tirarle golpes.

Ella suelta jabs y combinaciones con Joet González, moviéndose en círculos y buscando ambos las debilidades defensivas del otro. Los presentes se detienen por momentos a observar a la adolescente más prometedora del boxeo amateur de Estados Unidos haciendo guantes con un profesional de 22 años.

Jajaira asimila los golpes de Joet, que la incentivan.

«Me gusta salir con moretones», asegura. «Me hacen sentir que hice algo».

La muchacha de 18 años ha alcanzado un nivel superlativo en el boxeo juvenil amateur, con dos títulos mundiales, uno junior y otro juvenil.

Es entrenada por su padre José, mientras que Joet es quien la supervisa todos los días. Otro hermano, Jousce, de 20 años, que aspira también a ir a los Juegos Olímpicos, es un sparring menos compasivo, que le deja viendo estrellas cuando se enoja y la golpea demasiado fuerte.

«No le tienen contemplaciones», afirma José. «No se andan con juegos. Si quieren ayudarla, tienen que darle duro. Ella dice que cuando pelea con las mujeres, no siente sus golpes.

Casi todos los días, cuando José deja su trabajo para un fiador en un tribunal, Jajaira y sus familiares se dirigen al gimnasio de Azusa, a pocos kilómetros de su casa en Glendora, para practicar boxeo y confraternizar. Un tercer hermano, JonJairo, también boxea y su hermano menor Jason los alienta desde la casa a pesar de que sufre de parálisis cerebral.

«Algunos me dicen que no parezco boxeadora. ‘Te ves demasiado bonita’ o ‘eres demasiado buena como para ser boxeadora’. Pero en el cuadrilátero, soy una persona muy diferente», afirmó González.

González ha pasado meses alejada de su familia y de la escuela secundaria, ganando dos campeonatos mundiales juveniles y una medalla de oro en los Juegos Olímpicos Juveniles en los últimos tres años. Asistió a la ceremonia de graduación de la secundaria en mayo, dos días después de haber regresado de Taiwán, donde había participado en una competencia.

Todo lo hecho hasta ahora fue en preparación para el torneo preolímpico de la semana que viene en Memphis.

La ganadora de cada una de las tres categorías femeninas avanzará a otro preolímpico internacional.

Joet reboza confianza.

«Yo creo que las chicas de esta eliminatoria no están listas», comentó el boxeador, que ha ganado sus 11 peleas como profesional y se prepara para su cuarto combate en siete meses. «Todas saben quién es ella y sienten que no están en su nivel. Sospecho que va a ser un paseo para ella».

José González fue boxeador en su Guadalajara natal, pero no se propuso encaminar a sus hijos por la misma senda cuando se vino a Estados Unidos. En una ocasión, durante una época de vacaciones, no obstante, él y su esposa decidieron dejar que los muchachos practicasen boxeo solo por el ejercicio.

Un par de años después, Jajaira, de ocho añitos, fue al gimnasio con sus hermanos porque José no tenía con quién dejarla. Cuando un niño le dijo que las mujeres no podían pelear, Jajaira lo desafió a boxear y le dio una paliza tal que el muchacho nunca volvió.

«No quería meterse en esto», cuanta Joet. «Era el bebé de la familia, una niñita. Pero le dio una tunda a ese chico y le gustó».

A José y su esposa inicialmente no les atrajo mucho la idea.

«Nos dijimos, ‘¿qué le va a pasar a su cara tan bonita?»’, relata José. «Pero le dije a mi esposa que si yo la entrenaba para que pelease como se debe pelear, nadie la podría tocar. Y lo hice. Nadie la toca y tampoco resisten sus puños».

González disfruta los rigores a que la somete su familia, lo mismo que su compañía y su apoyo.

«No les importa si un día estoy mal», cuenta. «Mi padre siempre me dice, ‘prefiero verte llorar en el gimnasio y no en una pelea’. Es lo más grande que hay».


KICK BOXING

Tiene sus orígenes en el muay thai, también llamado thai boxing. Osamu Noguchi era hijo de un campeón de los Pesos pesados en Boxeo. Desde niño había practicado dicho deporte hasta que sufrió una lesión en la espalda y tuvo que abandonarlo. Se convirtió en promotor y organizador de peleas de boxeo en Japón y realizó varios viajes a Tailandia dónde conoció a Naront Siri, maestro de muay thai. Al tener también buenas relaciones con Masutatsu Ōyama, fundador del que sería el karate estilo kyokushinkai, decide organizar una pelea entre los thai-boxers y los karatekas de Oyama, entre los que se encuentra Kenji Kurosaki, mano derecha del propio Oyama. Una vez en Tailandia, se suceden tres combates; dos de los cuales los ganan los japoneses y el propio Kurosaki pierde contra el rival tailandés por un golpe de codo descendente. En ese momento, Noguchi comienza a planear la adaptación del muay thai en Japón; por lo que a principios de los años 60, Kurosaki, Siri y Noguchi llaman al nuevo deporte «Karate Boxing», sin mucho éxito en Japón. No es hasta 1968 cuando al nuevo deporte se le llama kick boxing y se funda la primera federación en el mundo, en Japón.

Al principio, los lanzamientos y otros golpes propios del karate tradicional japonés, eran técnicas válidas en el kick boxing, así como; las técnicas de talonazos a las pantorrillas y de retención de los brazos para golpear con los codos y rodillas, que son válidas en el muay thai. Posteriormente, estas técnicas dejaron de ser usadas y consideradas como no válidas, en la nueva disciplina, de carácter puramente deportivo y competitivo.

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