Por Maher Abukhater y Sara Lemel
Jerusalén, Agencia dpa

¿Guardianas de la mezquita de Al Aqsa o peligrosas provocadoras? Alrededor de 20 mujeres palestinas de más de 50 o 60 años se sientan cada día en sus sillas de plástico ante la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Los palestinos las veneran, pero para Israel no son más que provocadoras que hostigan a los visitantes judíos que llegan al lugar. Por eso, el Estado judío ha ilegalizado su actividad.

Vestidas de forma tradicional, estas mujeres que proceden en su mayoría de Jerusalén oriental se hacen llamar «murabitat», en árabe algo así como «centinelas» de un lugar sagrado.

«Venimos todos los días para garantizar que nuestra mezquita no sufra daños», dice una que se identifica como Um Bader. «Es nuestro santuario y tenemos derecho a rezar aquí siempre que queramos», dice la mujer de 62 años. «Nada puede pararnos».

Además de sus rezos diarios, las mujeres se parapetan en sus sillas para vigilar cualquier suceso sospechoso en unos de los lugares más sensibles del mundo.

Porque el «Al Haram al Sharif», el «santuario sagrado», con la mezquita de Al Aqsa y la Cúpula de la Roca, considerado el tercer lugar más sagrado para el islam, es también un lugar de veneración para los judíos, pues alberga las ruinas del templo bíblico con el Muro de las Lamentaciones, el lugar más importante de oración judía. Algunos extremistas incluso hicieron un llamamiento a reconstruir el templo, provocando las suspicacias de los palestinos.

Las mujeres no se identifican por sus verdaderos nombres, por miedo a ser sancionadas, pues Israel declaró ilegal hace dos semanas las organizaciones de «murabitat» y «murabitun», su variante masculino. Um Bader incluso asegura que la policía israelí la golpeó en varias ocasiones cuando intentaba acudir al lugar, fuertemente vigilado.

El Estado de Israel garantiza la libertad de religión a todos sus habitantes, alega el ministro de Defensa israelí, Moshe Yaalon. «Pero no permitiremos a provocadores violentos que pongan en peligro la seguridad de los fieles en un lugar sensible y sagrado como el Monte del Templo».

El lugar se ha convertido en un polvorín que puede explotar a la más mínima de las chispas. Administrado por Jordania y la organización islámica Waqf, recientemente ha vuelto a ser escenario de nuevas confrontaciones entre musulmanes y judíos.

El gobierno israelí se vio obligado a prometer que mantendría el statu quo después de que se difundieran los rumores de que el gobierno pretendía aumentar su influencia sobre el lugar, en el que en principio sólo les está permitido rezar a los musulmanes.

Para evitar que visitantes judíos acudan a rezar, las «murabitat» acuden desde primera hora de la mañana, donde permanecen hasta por la tarde. Si consideran que hay extremistas, los siguen e interrumpen sus rituales al grito de «Allahu Akbar» (alá es el más grande). Por eso los judíos han denunciado lo que consideran hostigamiento y acoso.

Los visitantes judíos y guardianas han llegado a insultarse, empujarse e incluso escupirse, una confrontación que suele escalar en septiembre y octubre por la estación vacacional judía, en la que aumentan las visitas de judíos.

Recientemente se han registrado enfrentamientos entre la policía israelí y jóvenes enmascarados palestinos que lanzaron piedras o petardos desde dentro de las mezquitas contra los visitantes y su escolta policial. A raíz de ello el gobierno israelí ordenó a la policía una actuación más dura e incluso aumentó el número de francotiradores.

Las tensiones llevan en aumento desde la ruptura del proceso de paz en abril de 2014.

Según una encuesta del centro de sondeos e investigación política palestino y de la fundación Konrad Adenauer en Ramalá, la mitad de los palestinos cree que Israel quiere destruir los lugares sagrados para los musulmanes en la Explanada y levantar un templo judío. El 57 por ciento de los encuestados incluso defiende una nueva insurgencia armada.

El líder palestino Mahmud Abbas describe la situación como incendiaria y advierte del caos y del «brote de una nuevo levantamiento palestino que no queremos», asegura.

«No confiamos en las intenciones israelíes» de mantener el status quo, apunta Safwar Amr, un estudiante de periodismo de 21 años y uno de los jóvenes «murabitun».

«Nos quieren quitar nuestro lugar más sagrado», dijo una de las mujeres, Um al Abed, de 65 años. «Nunca lo conseguirán mientras vivamos».


GRUPOS

Los grupos paralelos, Morabiton hombres y Morabitat mujeres, crearon la rama norteña del grupo islamista, el movimiento islámico en Israel en 2012. Según Haaretz, su propósito es «para» hostigar a los judíos al visitar el Monte del templo. Los grupos ejecutan un servicio diario entre la concentración de los pueblos árabes como Umm al-Fahm Tayibe), que se llama el triángulo, así como formar el Neguev y la Galilea al Monte del templo. Según funcionarios de seguridad israelíes, antes de que los grupos masculinos y femeninos fueran prohibidos, activistas pagaron 3 mil -4 mil shekels ($771-$1.028) por mes, con algunos de los fondos provenientes de los Estados del Golfo. En agosto de 2015, los activistas fueron prohibidos en el Monte del templo por el Ministro israelí de seguridad pública, Gilad Erdan, durante horas de visita. Antes, la Liga Árabe condenó el plan para prohibir al grupo.
El 08 de septiembre de 2015, el Ministro de Defensa Moshe Yaalon firmó una orden que declara el grupo Murabitat como una organización ilegal. Jeque Azzam al-Khatib, jefe de la Waqf islámico de Jerusalén que administra el Monte del templo y llamó la decisión, «totalmente inaceptable», afirmando que el gobierno de Israel «no tenía derecho» a intervenir.

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