NUEVA YORK
Agencia AP
La primera reunión formal en más de dos años entre el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y el presidente ruso, Vladimir Putin, comenzó con un incómodo estrechón de manos y terminó sin avances significativos sobre Siria, una crisis que ha complicado su ya tensa relación.
En cuando a su principal fuente de discrepancias en Siria -la situación del asediado líder Bashar el Asad-, Obama y Putin se fueron de su reunión del lunes exactamente donde empezaron. Estados Unidos sigue insistiendo en que el futuro de Siria no puede incluir a Asad, mientras que parece que Putin sólo quiere reforzar la posición de su antiguo aliado, al que presenta como la mejor defensa contra los milicianos del grupo Estado Islámico.
Aun así, los dos líderes parecían interesados en que sus reuniones en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas puedan ofrecer algún progreso para terminar la guerra civil siria tras cuatro años y medio. Después de su encuentro de 90 minutos en la sede de Naciones Unidas, tanto Putin como los miembros del gobierno estadounidense que describieron la reunión desde el punto de vista de Obama hablaron de la necesidad de cooperación.
«Por extraño que parezca, hubo muchos puntos en común», dijo Putin a la prensa. «También hubo discrepancias en las que acordamos trabajar juntos. Espero que este trabajo sea constructivo».
Los miembros de la comitiva estadounidense dijeron que los dos mandatarios habían acordado formas de buscar una resolución de la crisis, en la que han muerto más de 250.000 personas, aunque dejaron claro que Obama no había cedido en su insistencia de que Asad no debe formar parte de la solución.
La crisis cobró una nueva urgencia ante el reciente refuerzo militar ruso en Siria. Putin ha presentado el envío de tropas y equipamiento militar ruso a la zona como parte del esfuerzo por derrotar al grupo EI, y el lunes sugirió que Rusia podría realizar ataques aéreos contra los milicianos.
«Estamos pensando en ello y no descartamos nada», dijo.
Es improbable que Putin vaya a unirse a la coalición que dirige Estados Unidos y que ya bombardea a los extremistas en la zona. El presidente dijo que Rusia sólo tomaría ese paso siguiendo la ley internacional y criticó a Estados Unidos y sus aliados por atacar en territorio sirio sin autorización de la ONU.
La reunión del lunes fue otro capítulo en la historia de Obama y Putin de encuentros tensos y con anécdotas. Ambos plantearon el escenario para su reunión en dos discursos rivales en Naciones Unidas y después se vieron obligados a sentarse juntos en la comida, intercambiando frías miradas mientras entrechocaban sus copas de champán durante un brindis. Hicieron una breve aparición ante la prensa antes de reunirse, en la que se estrecharon rápidamente las manos y no hicieron declaraciones.
El hecho de que se reunieran apunta a que Obama acepta el papel cada vez más destacado de Moscú para resolver la crisis en Siria. El presidente de Estados Unidos se ha resistido a conceder a Putin la legitimidad de un encuentro bilateral formal después de las provocaciones de su homólogo ruso en Ucrania. Pero la Casa Blanca determinó que merecía la pena ceder en ese aspecto por la oportunidad de evaluar en persona las motivaciones de Putin en lo referente a Siria.
El encuentro también subrayó la capacidad de Putin de atraer la atención y desviarla de Ucrania. El frágil plan de paz para la ex república soviética se ve inestable como poco, pero la crisis fue apenas una nota al pie de la reunión de la ONU.
En cambio, la atención giraba en torno a qué diría Putin sobre Rusia y Asad cuando llegó a Nueva York para su primera Asamblea General de la ONU en una década. En las semanas previas a su llegada, Putin reforzó su presencia militar en Siria y cerró un acuerdo para compartir información de inteligencia con Irán, Siria e Irak, otro país que lucha contra el grupo EI.
Ambas cosas tomaron a las autoridades estadounidenses por sorpresa.
Putin tampoco tardó en aprovechar el fracaso de los esfuerzos estadounidenses para equipar y entrenar a rebeldes moderados sirios, un programa del Pentágono valorado en 500 millones de dólares que se suponía entrenaría a más de 5.000 combatientes, pero que sólo tiene un puñado de hombres en activo que completaron el programa. El presidente ruso hizo referencia a estos problemas en su comparecencia el lunes ante la Asamblea General.
El escenario global se ve muy diferente de lo que esperaban algunos en Washington este año.
Tras el éxito de las negociaciones nucleares con Irán, que ofrecieron un alineamiento poco habitual entre Rusia, China y Occidente, algunos miembros del gobierno plantearon si ese acuerdo podría servir como modelo para abordar otras crisis, como Siria. Algunos sugirieron que había motivos para ser optimista porque Putin estuviera perdiendo la paciencia con Asad.
En privado, algunos miembros del gobierno dicen que siguen pensando que Putin podría estar dispuesto a cooperar con Washington para alejar a Asad del poder. Y han planteado la posibilidad de que el aumento de la presencia militar rusa en Siria no sea sólo para reafirmar a Asad, sino también para ganarse el favor de quien pueda sucederle.
Pero tras el último encuentro entre Putin y Obama, determinar quién podría sustituir a Asad -o si habrá un traspaso de poder en primer lugar- sigue pareciendo un gran desafío.