SIMI VALLEY, California, EE.UU.
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Más allá de la polémica en torno a Donald Trump, la carrera para la nominación republicana a la Casa Blanca dio un giro sustancial y serio en el debate de anoche, con los candidatos discutiendo sobre inmigración, matrimonio homosexual y política exterior.

El cambio de política acalló a Trump, el impetuoso multimillonario que ha sacudido el campo republicano, durante largos períodos de un debate que superó las tres horas y que parecía ser un alivio para otros candidatos que han luchado para abrirse paso hacia la nominación presidencial.

Carly Fiorina, la única mujer que aspira a convertirse en candidata republicana a la presidencia de Estados Unidos, lanzó una emotiva petición para retirar la financiación a Planned Parenthood, hizo alarde de su experiencia en el mundo empresarial y cargó contra Trump por los comentarios despectivos que hizo sobre su apariencia. El exgobernador de Florida Jeb Bush, que entró en el debate enfrentando dudas sobre si tenía agallas para combatir a Trump, también se enzarzó en un diálogo directo con el magnate inmobiliario al tiempo que intenta cumplir su promesa de realizar una campaña alegre.

En un intercambio que sirve de ejemplo para la batalla que se vive dentro del Partido Republicano, Bush y Trump se enfrentaron por la influencia de los grandes donantes que han ayudado al exgobernador de recaudar más de 100 millones de dólares. Trump, que en gran medida autofinancia su campaña, dijo acerca de estos contribuyentes: «Entiendo el juego, he estado en el otro lado toda mi vida y tienen mucho control sobre nuestros políticos».

En otro momento de la noche, Bush presionó Trump para que pidiese disculpas por sus comentarios sobre la esposa de origen mexicano de Bush. Trump se negó y dijo que el exgobernador era «débil en materia de inmigración».

El inesperado y duradero ascenso de Trump en las encuestas es visto como un reflejo de la frustración de los votantes con Washington y los políticos tradicionales. Como hijo y hermano de presidentes, Bush, más que cualquier otro candidato, es considerado un representante del status quo.

Fiorina, ex ejecutiva de Hewlett-Packard, busca también sacar provecho a su condición de recién llegada a la política. Esta fue su primera aparición en la primera plana del debate republicano tras una sobresaliente actuación en actos menores en los últimos meses.

El tercer candidato ajeno a la política tradicional — el tranquilo neurocirujano retirado Ben Carson — se presentaba con grandes expectativas tras una reciente subida en las encuestas que le dio la llave para participar en el debate. Pero su propuesta quedó en un segundo plano en un escenario repleto de aspirantes.

El senador de Florida Marco Rubio trató de sacar el máximo partido a sus intervenciones, recordando a los votantes su cautivadora historia personal, incluyendo el viaje de sus padres desde Cuba a Estados Unidos. También argumentó que era más cualificado para ser comandante en jefe ante un panorama internacional turbulento.

En política exterior, los precandidatos se mostraron divididos sobre la ruptura del pacto nuclear del presidente Barack Obama si llegan a la Casa Blanca. El senador de Texas Ted Cruz argumentó en favor de desestimar el acuerdo, a pesar de haber sido negociado junto con los aliados de Washington. El gobernador de Ohio, John Kasich, adoptó una postura más comedida apuntando que quien quiera anularlo no está preparado para ser presidente.

En la conversación sobre matrimonio homosexual y libertad religiosa, el ex gobernador de Arkansas Mike Huckabee se mostró claramente a favor del derecho de la funcionaria del condado de Kentucky Kim Davis a desafiar la decisión del Tribunal Supremo sobre la legalización de los enlaces entre personas del mismo sexo. «Pensaba que todo el mundo aquí había aprobado civismo en noveno grado. Los tribunales no pueden legislar», señaló.

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