Peer Körner y Theresa Münch
Bienenbüttel, Alemania, Agencia dpa

Una bonita casa con jardín a la orilla del río, Malvarrosas detrás de una valla blanca de madera. «Bienvenidos», dice un cartel de hojalata en la puerta de la casa. El idílico paraje de Bienenbüttel, en Baja Sajonia, será el nuevo hogar durante los próximos meses de Adham Mussa al Dawar y su familia.

_Inter16_1bDetrás se esconde una forma de ayuda a los refugiados más directa que cualquier otra: una pareja de empresarios conoció a cuatro sirios durante sus vacaciones en Budapest y decidieron acogerlos en su casa.

«Recorrimos Rumanía con el Landrover», explica Stefan Deerberg, que regenta una empresa de venta por correo de ropa natural y zapatos.

«En el camino de vuelta vimos la horrible situación en la estación de Budapest. Estábamos conmocionados. Delante de la estación sólo había tres retretes para cerca de 2 mil refugiados», agrega el empresario de 55 años.

«Las personas estaban cansadas y desesperadas», recuerda. «Repartimos fruta allí. De repente, una familia se puso a nuestro lado y el padre nos imploró que por favor los lleváramos con nosotros a Alemania».

Al Dawar y su mujer Hawasen al Adhab llevaban cuatro semanas de odisea a sus espaldas. Junto a su único hijo de un año de edad, Talal, y Matheus, un joven de 15 años, salieron de Damasco huyendo de la guerra y el terror. Matheus era el hijo de los vecinos. Sus padres se lo confiaron a Adham. Hasta la guerra civil, la familia del profesor de árabe había vivido en Al Rakka.

«Vivir en Al Rakka era demasiado peligroso», comenta el hombre de 30 años. «Los islamistas asesinaron a muchas personas y las bombas caían en la ciudad».

Sin embargo, en Damasco tampoco se sintieron mucho más seguros. Adham debía unirse a las tropas de Bashar al Assad, algo que no quería. «La gente no quiere unirse a los islamistas ni con Al Assad».

Los cuatro huyeron a Turquía, pero allí no se sintieron bienvenidos. «Ya en la frontera nos dispararon», recuerda Adham. Por ello continuaron su viaje con un bote neumático desde Izmir hasta la isla griega de Samos, un destino habitual entre los turistas alemanes.

«Estuvimos ocho horas en el mar», relata Adham sobre una travesía que a punto estuvo de terminar antes de tiempo cuando a unos kilómetros de la costa se les acabó la gasolina. Sin embargo, la guardia costera griega les ayudó.

Los refugiados tuvieron que pagar 1.250 dólares (1.122 euros) por persona para viajar 45 adultos en un pequeño bote. Un ferry los llevó a Atenas, atravesaron Macedonia en tren hasta llegar a Serbia y desde allí continuaron a pie hasta pasar la frontera de Hungría.

En Budapest conocieron a Stefan Deerberg y su mujer, Anne-Katrin. «Buscábamos a alguien que hablara inglés y así fue como dimos con Adham», recuerda la mujer de 32 años. «Sin embargo, fue el pequeño Talal quien estableció el primer contacto al tirarle de la manga a Stefan», señala.

No obstante, los Deerberg no podían llevarse a los cuatro refugiados en su auto, algo penado con diez años de cárcel, les alertaron los voluntarios húngaros.

La pareja decidió darles su dirección y número de teléfono. Al día siguiente el teléfono sonó en Bienenbüttel, en el norte de Alemania. Los cuatro sirios estaban en Múnich. Habían conseguido salir de Hungría e iban a continuar su viaje hacia Hamburgo.

«Allí nos esperaron Stefan y su mujer y nos llevaron a casa», cuenta Adham sobre su nuevo hogar en el sur de Hamburgo. Juntos llevaron a cabo todos los trámites burocráticos ante las autoridades de inmigración.

Cómo continuará la vida de su familia y Matheus es algo que aún desconoce Adham. Lo que tiene claro es que quiere conseguir un futuro pacífico y seguro, sobre todo, para su hijo. «Tenemos una pequeña casa en nuestra patria en Al Rakka», comenta triste. «Deseo la paz para Siria». Sin embargo, el fin de la guerra no parece estar cerca.

_Inter16_1c«Primero debo aprender alemán», indica consciente de la importancia del idioma para integrarse. «Me gustaría trabajar como profesor o traductor, pero puedo hacer también cualquier otro tipo de trabajo». También su mujer espera encontrar un empleo. La joven de 21 años trabajaba en una guardería en Siria.

«Queremos acoger a la familia con nosotros hasta que encuentren un lugar donde vivir», asegura Deerberg. «Deben sentirse protegidos y seguros en casa, aunque esto pueda durar meses. Nos gustaría también animar a otras personas a ayudar de manera directa a los refugiados».

Deerberg lo ve como una obligación. «Tenemos sitio en casa y tenemos todo lo que estas personas necesitan y lo queremos compartir», agrega.

DIFICULTADES PARA TRABAJAR EN ALEMANIA

Berlín, Tiene 40 años y es Ingeniero Industrial, con cinco años de carrera, una buena nota final y varios años de experiencia laboral. Hace siete meses, este hombre de profundos ojos marrones tuvo que huir de Siria. Ahora busca un trabajo en Alemania, de lo que sea. «Yo puedo trabajar en todo», escribió en su currículum.

Es consciente de que apenas tiene posibilidad alguna de obtener un trabajo como Ingeniero Industrial. De acuerdo con la Oficina Federal de Empleo, existen más que suficientes Ingenieros Industriales en Alemania.

Los solicitantes de asilo se enfrentan a una larga lista de obstáculos para poder acceder al mercado laboral. Los municipios se encuentran desbordados ya sólo con la tarea de encontrarles un lugar donde dormir y organizar mantas y ropa para los refugiados. Por lo que darles un futuro, es decir, un trabajo, es aún mucho más complicado.

Esto podría ser mucho más sencillo, pensaron dos estudiantes berlineses. Solicitantes de empleo aquí, trabajo allí, sólo hay que ponerlos en contacto. David Jacob y Philipp Kühn crearon una bolsa de empleo en Internet como parte de su trabajo final de carrera en diseño de comunicación.

Tanto empresas como solicitantes pueden colgar sus perfiles en la web www.workeer.de creada por los dos jóvenes. Los refugiados escriben su profesión, lugar de residencia y conocimientos de idiomas. Las empresas cuelgan sus vacantes y el sueldo. Muchos ofrecen el salario mínimo alemán (8,5 euros la hora) o prácticas no remuneradas. Sin embargo, también hay empleos como en una farmacia en Sauerland: trabajo fijo, 3.600 euros al mes, «¡Nos encantará contar con usted!».

En la web se pueden encontrar actualmente más de 640 solicitudes y 780 puestos de trabajo. Sin embargo, ni Jacob ni Kühn pueden decir cuántos contratos laborales se han cerrado realmente gracias a la plataforma. «No podemos valorar realmente si finalmente se alcanzó un acuerdo», explica Jacob. Algunas veces oyen acerca de entrevistas de trabajo, pero no sobre cómo han transcurrido finalmente.

También una empresa sueca quiere ayudar a los refugiados en su búsqueda de un trabajo con una aplicación parecida a la famosa de citas Tinder. Si la persona que busca un empleo y la persona que lo oferta cuadran, entonces pueden abrir un chat para establecer contacto. Hasta ahora sólo existe en idiomas escandinavos, en inglés, en alemán y en español.

Pronto los refugiados también podrán colgar sus currículums en sus idiomas maternos. «También se traducirá el chat», apunta Martin Tall, presidente de la plataforma llamada «Selfiejobs». Está previsto que las nuevas funciones comiencen a mediados de diciembre.

No obstante, a pesar de estas ayudas, la búsqueda de empleo es complicada. Si bien los refugiados pueden trabajar después de tres meses mientras transcurre su proceso de asilo con la aprobación previa de las autoridades locales de migración, el conocido como «control de prioridad» no se levanta hasta pasados 15 meses.

Esta medida establece que si hay un alemán o un ciudadano de la Unión Europea (UE) disponible para el trabajo, entonces el solicitante de asilo no recibe permiso de trabajo.

Los empresarios reclaman que se flexibilice esta norma. «Los políticos deben preocuparse por que los solicitantes de asilo no estén muchos meses fuera del mercado laboral», declaró el presidente de la patronal alemana (BDA), Ingo Kramer, al diario alemán «Süddeutsche Zeitung».

Mientras, el presidente de la Oficina Federal de Empleo, Frank Jürgen Weise, aclaró que los refugiados no les quitan trabajo alguno a los desempleados del país. «Las empresas tienen tantas vacantes como nunca antes y cada vez es más difícil ocuparlas», explicó.

Sin la inmigración, el pronóstico es que Alemania perderá hasta 2025 más de 6,5 millones de personas en edad de trabajar. La demanda de mano de obra cualificada ya es actualmente muy elevada.

Electricistas, asistentes sociales, encargados de poner baldosas, cocineros o dentistas son algunas de las ofertas que se pueden encontrar en la web worker, en la que se ofrecen ingenieros eléctricos, carpinteros, enfermeros, cocineros y microbiólogos.

«Muchos de ellos tienen estudios o formación en sectores en los que hay falta de mano de obra cualificada en Alemania», indican Jacob y Kühn.


EMOTIVO RECIBIMIENTO

Centenares de voluntarios se congregaron en las estaciones de tren para entregar comida, ropa y mantas a los 20.000 refugiados sirios que ingresaron este fin de semana al país, con pancartas en las que se podía leer «Refugees welcome!», «¡Bienvenidos refugiados!».
«La gente nos trata muy bien aquí, nos tratan como a seres humanos, no como en Siria», dijo con lágrimas en los ojos Mohamad, un sirio de 32 años que tuvo que abandonar la ciudad de Quseir, devastada por la guerra.

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