Brasilia
Agencia dpa

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff; su antecesor, Luiz Inacio Lula da Silva; y el Partido de los Trabajadores (PT) del que forman parte fueron blanco ayer del repudio de miles de personas, que en forma pacífica tomaron las calles en al menos 205 ciudades de todos los estados de Brasil.

La frase «Fuera Dilma» fue la más escuchada y expresada en carteles y pancartas en la tercera jornada de manifestaciones desde que la Presidenta asumió su segundo mandato, en enero pasado.

A las protestas de hoy acudieron entre 880.000 y dos millones de personas, según estimaciones parciales de la policía militarizada y los organizadores, respectivamente, citadas ambas por el portal «G1» del grupo Globo. La población total de Brasil es de 200 millones de personas.

El 15 de marzo, en la mayor de todas las jornadas de movilización, el número de asistentes, según la policía, rondó los 2,4 millones de personas, mientras que para los grupos que convocaron fueron cerca de tres millones.

En la siguiente, realizada el 12 de abril, las estimaciones fueron de 701.000 y 1,5 millones de participantes, respectivamente.

Las protestas fueron convocadas por los mismos grupos que llamaron a las dos anteriores: Movimiento Brasil Libre (MBL), Vem Pra Rua (Sal a la calle, VPR) y Revoltados On Line (Indignados On Line).

Sao Paulo, como es tradicional, fue la ciudad con mayor participación, con entre 350.000 y un millón de personas en las calles, que se concentraron en la céntrica Avenida Paulista en demanda de la destitución o renuncia de la mandataria.

La corrupción, que sacude al país desde que estallaron en 2014 las denuncias sobre una gigantesca trama de desvíos de fondos en la estatal Petrobras, y la crisis económica, que la población ya comenzó a sentir con la subida de precios y la pérdida de fuentes de trabajo, fueron los disparadores de la indignación popular, que mostró una especial aversión por el PT.

«El Partido de los Trabajadores construyó una red gigante de corrupción y con la inflación todos los precios aumentaron», resumió a dpa Eron Melo, de 34 años, quien se hizo famoso por participar en todas las protestas en Río de Janeiro disfrazado de Batman.

En la capital fluminense, la marcha se desarrolló en la rambla de la playa de Copacabana, donde una enorme columna humana se congregó en la famosa Avenida Atlántica. Ni la policía ni los convocantes informaron sus respectivas estimaciones de público.

Al igual que como ocurrió en las dos grandes protestas anteriores, marcaron presencia en los actos grupos organizados y personas aisladas que defienden una intervención militar como forma de superar la crisis política y económica por la que atraviesa el país.

Las consignas pro-intervencionistas, como «S.O.S. FFAA», u otras que tildan al PT y al gobierno de Rousseff de «comunistas», volvieron a verse de la mano de grupos de derecha, como la Unión Nacionalista Democrática (UND) y Patria Amada Brasil.

También como sucedió en otras oportunidades, la policía militarizada fue aplaudida y disputada por el público, que se congregó para sacarse autorretratos con los agentes encargados de la seguridad.

Con tintes patrióticos, el público compareció en su inmensa mayoría vistiendo la camiseta «verdeamarela» de la selección brasileña de fútbol y portando enormes banderas del país que hacían flamear cada vez que se entonaban las estrofas del himno nacional.

Lula da Silva, quien supo salir ileso del escándalo de compra de votos a legisladores que promovió el PT durante su primer gobierno, y que no fue objeto de críticas en las dos marchas anteriores, fue blanco de insultos en esta oportunidad.

En Brasilia, un gigantesco muñeco inflable con su rostro, y vestido de presidiario encabezó los actos, al tiempo que en Sao Paulo, según relató la analista de «Folha de Sao Paulo», Vera Magalhaes, pudieron verse marionetas emulando a Rousseff y Lula vestidos como los «Chicos Malos» de Disney, escondiendo dinero en sus espaldas.

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